Del Apantle al Mal país

General Ervey Gonzalez Diaz

General Ervey Gonzalez Diaz

DEL APANTLE AL MAL PAÍS

Historia de una familia de tantas

TRABAJANDO 100 AÑOS

EN BUSCA DE OPORTUNIDADES

Borrador antes de Imprimir :

1912-2012

Historia, Abuelos y Bisabuelos………………………… 9

El Ipiranga………………………………………………………………………. 7

El General Ervey y los González……………………………… 11

María Ignacia González Pérez (Ila)…………………………….. 21

De Zacualpan a la Ciudad de México: Los Hernández. 29

Humberto Trejo Hernández (Ilo), nació en 1910……….. 34

Tototlán, la guerra Cristera y los Vaca…………………… 42

Enriqueta Vaca Arias (Queta), nació en 1914…………….. 52

La Hacienda de Chilapa y los Veytia………………………….. 60

Fernando Veytia Ulloa (Lo) Nació en 1914………………… 62

Vida de Familia……………………………………………………………. 1

María de la Luz Veytia Vaca……………………………………….. 71

Guadalajara…………………………………………………………………. 72

Colegio American School……………………………………………. 78

Colegio Guadalupe……………………………………………………… 82

El Salón Riviera, situado en la glorieta del mismo nombre        87

La vida en la Colonia Narvarte………………………………….. 90

Humberto……………………………………………………………………… 93

El Pedregal y la vida de casada………………………………… 99

María de la Luz Veytia Vaca, nació en 1937……………… 106

Humberto Trejo González………………………………………………… 111

Primera infancia en Ciudad de México……………………… 111

La Privada en la colonia Roma…………………………………. 114

La secundaria y la colonia Narvarte……………………….. 121

La Prepa y la UNAM…………………………………………………… 127

La universidad en San Francisco……………………………… 133

María de la luz……………………………………………………………. 138

El Malpaís…………………………………………………………………… 142

Coronado…………………………………………………………………… 147

Humberto Trejo González………………………………………… 150

La descendencia…………………………………………………………. 154

La casa de familia del Pedregal………………………………. 154

Los Díaz Ordaz…………………………………………………………… 162

Reuniones de familia y parientes………………………………. 166

El deporte…………………………………………………………………. 16 9

Hijos, historias y trayectorias…………………………………. 176

Viaje a Paris……………………………………………………………….. 181

Los nietos…………………………………………………………………… 193

Trayectoria empresarial……………………………….. 195

La Bodega…………………………………………………………………… 195

La Presa de Colorines………………………………………………. 197

Grupo Selmec…………………………………………………………….. 199

Puertas y sillas…………………………………………………………. 202

Inglaterra, Kenya, India…………………………………………….. 209

Coparmex……………………………………………………………………. 213

Empresa y política……………………………………………………… 223

Árbol genealógico…………………………………………….. 238

Historia, Abuelos y Bisabuelos

El Ipiranga

La Historia

El gobierno de Porfirio Díaz trajo, indudablemente, una era de progreso para México. Durante los casi 30 años que duró, se construyeron más de 19 mil kilómetros de vías férreas —muchas se siguen utilizando hoy día—, se desarrolló la red de caminos y carreteras, esencial para detonar el desarrollo nacional, se extendió la red telegráfica y en general se apoyó como nunca a la industria en el ámbito de una creciente estabilidad económica del país.

Díaz, un entusiasta de la tecnología. En una carta a Thomas Alva Edison —a quien había conocido en Nueva York—, dice que las fuerzas más poderosas para el progreso son el trabajo, el genio, la luz y la electricidad. Precisamente, uno de los logros más importantes de su gobierno fue el desarrollo de obras de infraestructura hidráulica, como el desagüe del Valle de México y el Sistema Hidroeléctrico de Necaxa, considerado obra fundamental para el desarrollo industrial de México.

El general Díaz le dio también impulso excepcional a la inversión extranjera en sectores estratégicos como la minería, los bancos, las telecomunicaciones, la construcción y el petróleo.

La imagen del Díaz antes de la revolución sinónimo de desarrollo, innovación y progreso; introdujo el estilo europeo en los edificios de las colonias Roma y Condesa, colocó luminarias eléctricas en las calles, impulsó  los tranvías y realizó obras como el Lago de Chapultepec, el Paseo de la Reforma, Cinco de Mayo y el Palacio de Bellas Artes; que hoy son parte de la identidad nacional.

La visita del cometa Halley en 1910 fue interpretado por algunos como un mal augurio, que supuestamente se cumplió con el inicio la Revolución y el fin del porfirismo.

El propio Díaz, muy cerca de su ocaso, entendía perfectamente el momento histórico, en una entrevista que concedió a un periodista norteamericano dijo: “Me retiraré cuando termine el presente periodo y no volveré a gobernar otra vez […]. Doy la bienvenida a cualquier partido oposicionista. Si surgiera, lo consideraré como una bendición, no como un mal”.

Algunos creen que estas palabras propiciaron la detonación de la Revolución mexicana.

Y por supuesto los caudillos aparecieron en la escena política y Porfirio Díaz, que había sido un general indomable durante la invasión francesa, decidió no derramar sangre mexicana, el 25 de mayo de 1911, firmó su renuncia.

En la madrugada del 26 de mayo, el general, escoltado por Victoriano Huerta quien lloró al despedirlo, subió al tren que lo condujo a Veracruz.

. El 31 de mayo, saludado por una salva de 21 cañonazos, Díaz se embarcó en el Ipiranga.

“El origen del saludo militar a 21 salvas data del siglo XIV, los cañones eran de un solo tiro. como signo de paz y para imposibilitar las armas, se disparaban 7 cañones dejándolos sin parque. Luego, con la aparición de las baterías que disparaban tres tiros, se quedó el saludo en 21, los siete cañones, disparando 3 tiros cada quedaban vacios.

Para rematar, en abril de 1914, esa embarcación alemana zarpó de La Habana cargada con más de 17 mil cajas de armas y municiones para las tropas del usurpador Huerta.

“Esa foto la conseguimos mi esposa y yo recién casados, nos encontramos con este retrato del general Díaz en una tienda de antigüedades. En ese tiempo, Porfirio Díaz no era muy bien visto y casi nos lo regalaron, pero ahorita puede valer más porque el general Díaz está volviendo a tomar un lugar prominente en el país.” Humberto Trejo González

El General Ervey y los González

Su nieto

Personalmente lo vi una sola vez, cuando tenía unos cuatro años, llegó a casa de mis padres, yo jugaba por allí, me tocó la cabeza, dijo “hola” y eso fue todo; no lo volví a ver. Vestido de militar, de general de caballería, aunque chaparrito, irradiaba autoridad.

Mi mamá hablaba de él con mucho respeto y cariño. Me platicaba que el General siempre andaba fuera en campaña. Conocí mucho más a mi abuela Jacoba Pérez, la esposa del general, ella estaba siempre en casa mientras él viajaba.

Cuando ocasionalmente el General pasaba unos días con su familia, se sentaba a comer en la cabecera y nadie podía hablar, ni empezar a comer hasta que con un gesto él diera la señal. No hablaba, pero con los ojos les decía que le pasarán las tortillas o que le llevaran esto o lo otro. En esas fechas la figura del padre era una especie de dictador, pero mi madre lo recordaba siempre con mucho afecto porque con los hijos fue muy buen padre.

Mi abuelo era rubio de ojos verdes, considerado muy bien parecido y de tanto viajar,  como muchos de la época, se hizo de otra familia y tuvo hijos a los que mi mamá ayudaba de vez en cuando, porque al morir mi abuelo no dejo nada, actualmente destaca uno de los otros hijos el eminente médico psiquiatra Ervey González Urroz.

Como se sabe, la Revolución realmente inició cuando Francisco I. Madero fue traicionado por el general Victoriano Huerta, que usurpó la presidencia; Venustiano Carranza, era gobernador de Coahuila y no había participado en la Revolución; se levantó en armas en contra del usurpador. Reclutó a mucha gente y mi abuelo, que era presidente municipal de su pueblo en Coahuila, se le unió, juntó a cien hombres, entre los cuales iban dos de sus hermanos y su propio padre, quien puso algún dinero para apoyar la causa. Al parecer, mi bisabuelo y otra gente de dinero del pueblo, decidieron unirse a la Revolución para apoyar al Varón de Cuatrociénegas como se conocía a Carranza.

A propósito de mi bisabuelo, (papá Melo) recuerdo que, acompañando yo a mi mamá, asistimos a la fiesta de sus 100 años. Era la primera vez que lo veía. La ceremonia fue en Rosales, un pueblo pequeñito que después se convirtió en Villa Unión, Coahuila, muy cerca de la frontera con los Estados Unidos. Él era masón creo que de grado 33 y recuerdo que todos los masones estaban allí en grupo haciéndole un homenaje al viejito. Murió a los 104 años cuando, por supuesto, su hijo el General ya había muerto.

Venustiano Carranza nombró pues a mi abuelo capitán y lo mandó con su hermano Jesús Carranza como jefe de su escolta al mando de cien hombres. Cuando entró mi abuelo en la Revolución, realmente era muy joven y en poco tiempo llegó a ser General.

El General Ervey, como jefe de la escolta de Jesús Carranza, estaba comisionado en la División del Sur. Recuerdo que me contaron un lamentable episodio de cuando estaban por en Oaxaca, tenían que tomar el tren para dirigirse al norte. El general Alfonso Santibáñez que iba a acompañar a Jesús Carranza le sugirió a mi abuelo que se fuera con la escolta a pie por la selva y ellos se vendrían solitos en el tren. El general traidor le aseguró que le daría protección a Jesús Carranza porque él tenía su propia tropa. Ahí fue como lo traicionó y fusiló junto con su Estado Mayor, en el que figuraban su sexto hijo Abelardo Carranza Strasburger y su sobrino el Capitán Ignacio Peraldí Carranza. Mi abuelo un hombre de honor jamás traicionó a nadie, fue una persona muy leal que siempre cumplió órdenes. Después del asesinato de su hermano, Venustiano Carranza tomó a mi abuelo a su servicio.

Un poquito después de la Revolución, el General Ervey estuvo en varias misiones combatiendo al movimiento cristero. En esos tiempos el movimiento revolucionario estaba todavía vivo y los cristeros eran considerados contrarrevolucionarios, mi abuelo los combatió siguiendo órdenes. Los cristeros, según lo que se sabe, estaban controlados por la Iglesia católica, por los obispos, que posteriormente los abandonaron y los traicionaron.

Parece ser que en algún episodio en Tototlán, Jalisco, mi abuelo coincidió con el abuelo de mi esposa posiblemente en bandos contrarios.

Un día le pregunté a mi papa que como era mi abuelo después de meditar unos segundos dijo:”Muy bragado”

Mi abuelo dedicó su vida a su profesión. Fue en realidad un militar de facto porque no había estudiado en la Academia Militar, era militar de la Revolución. Los que ya fueron soldados de la Academia fueron dos de sus hijos, hermanos de mi mamá. Uno se llamaba Ervey González Pérez, y llegó a ser campeón de salto de obstáculos; ganó muchas medallas y copas saltando obstáculos a caballo. Según me platicaron, él fue uno de los que entrenaron al equipo del general Humberto Mariles Cortes para las olimpiadas de 1948, en Londres donde, montando a Arete,  ganó dos medallas de oro de salto de obstáculos, Era un hombre extremadamente bien vestido sus botas brillaban como espejo, en lugar de comprar sus trajes en la tienda donde los compraban todos, tenía su propio sastre.

Recuerdo que, estando yo chico, llegaba, me abrazaba y me decía al oído: “oye ven acá, ¿sabes decir groserías?”, “no tío”; y entonces él me decía: “di cabrón” y pues yo que iba a decir nada, mi mamá me lo tenía prohibidísimo. En una ocasión mientras me hablaba al oído, salió de repente, de abajo del sillón, una ratita blanca que era mi mascota y mi tío entró en pánico. Al militarote le daba pavor la ratita blanca. Nadie es perfecto.

El otro hermano militar de mi mama que también llego a general se llamaba Calixto González Pérez.

El General Ervey González Díaz Autobiografía del General Ervey González

Ervey González con su papá, esposa, dos hermanos, sus esposas dos hermanas y su cuñado

La biografía del General Brigadier Ervey González

Nací el día 16 de Octubre 1885 en el pueblo de Rosales, del Estado de Coahuila, hoy Villa Unión del mismo Estado. Fueron mis padres el C. Manuel González Flores y la señora Teresita Díaz de González.

Hice mis estudios en el colegio “Hidalgo” hasta el sexto año de instrucción Primaria en la Plaza de Monterrey Nuevo León.

Contraje matrimonio Civil, en Villa Unión Coahuila, con la señorita Jovita Pérez, el día 3 de Febrero de 1907, teniendo en dicho matrimonio (5) cinco hijos que se llaman: María Ignacia, Ervey, Calixto, Eloísa y Blanca.

Antes de ingresar al Ejército, me dediqué a la agricultura y ganadería. Mi ingreso al Ejército Constitucionalista fue el 19 de Febrero de 1913, con el grado de capitán Primero al frente de (100) Cien Hombres armados, quedando como Jefe de la escolta Particular del C. General Don Jesús Carranza.

En la actualidad mi padre vive y mi madre falleció el 21 de Octubre de 1926.

México D.F. a 24 de Agosto de 1931.

 

Biografia General Ervey González Díaz Hacer Click: Ervey Gonzalez Diaz

El General Brigadier

María Ignacia González Pérez (Ila)

María Ignacia González Pérez (Ila) Nació en 1907

Su hijo

El miembro de la familia con el que, de niño, tuve más cercanía fue mi mamá. Era una persona realmente extraordinaria como ama de casa y como madre, muy entregada a sus dos hijos y a su esposo, se recibió de dentista en la Universidad nacional Autónoma de México, pero nunca ejerció.

La Real y Pontificia Universidad de México fue fundada el 21 de septiembre de 1551, siendo virrey de la Nueva España Don Luis de Velasco, en la Calle de San Ildefonso, en el Centro Histórico de la Ciudad de México. El 22 de septiembre de 1910, durante el mandato del presidente Porfirio Díaz, se inauguró la Universidad Nacional de México.

Mi mamá curso la prepa en San Ildefonso en el histórico año 1929, en que la Universidad obtuvo su autonomía, coincidió en esa escuela con la posteriormente famosa artista Frida Kalo, seguramente se conocieron puesto que presuntamente había soo una veintena de mujeres estudiando ahí.

De la Prepa pasó a la facultad de Odontología de la entonces ya Universidad Autónoma de México, hermoso edificio ubicado en Lic. Verdad No. 2 actualmente “Palacio de la Autonomía”. Para conmemorar los 75 años de la autonomía de la UNAM el edificio es reinaugurado en 2004 con este nombre. También alberga una Sala Histórica de la Odontología Mexicana y la Fonoteca de Radio UNAM.

El edificio que hoy hospeda al Palacio de la Autonomía ha desempeñado distintas funciones en el tiempo. Durante el imperio Azteca ahí estaba el Palacio de Axayácatl, destruido por los conquistadores, a  principios del siglo XVII, fue convento de los Carmelitas Descalzos, clausurado por Benito Juárez, se convirtió en cuartel militar, luego, el terreno fraccionado pasó a manos de particulares.

En 1890, se inició la construcción del edificio actual y concluyó en 1908, por el arquitecto Manuel F. Álvarez, y remodelado por el ingeniero Porfirio Díaz Ortega, hijo del presidente.

Ese recinto ubicado en la esquina de República de Guatemala y Licenciado Verdad, es de estilo barroco francés y destacan tres balcones circulares, en la parte superior.

Sobresale su vestíbulo circular con una escalera de mármol de Carrara con dos vertientes y barandales de hierro forjado que continúan por todo el piso superior. Al final de la escalera, destaca una majestuosa cúpula de cristal.

En su segundo piso se encuentra el Paraninfo, un salón de actos con todas sus paredes decoradas con tallas de madera al estilo barroco. Toda la sillería es también de madera fina. Cuenta con vitrales franceses.

En uno de los muros del Palacio de la Autonomía Universitaria, leemos:

“La Universidad se hizo Autónoma por la revolución de nuestra palabra, nuestra huelga y nuestra sangre”,

Resulta que a principios de 1929 en la Escuela Nacional Preparatoria, los estudiantes se oponían a un nuevo plan de estudios de tres años en lugar de dos, provocando enfrentamientos con la policía. Al mismo tiempo en la Escuela de Derecho se revelaban los estudiantes en contra del nombramiento de Narciso Bassóls como nuevo director porque apoyaba la sustitución de un examen final por trimestrales, decretados por el Consejo Universitario. Después de frustrados intentos de conciliación, los estudiantes se reúnen el 9 de mayo de 1929 en el salón “El Generalito” de la Escuela Preparatoria y declaran huelga general y prende el movimiento estudiantil que lleva a la autonomía de la Universidad, no sin algún derramamiento de sangre.

Como infinidad de políticos de hoy y de siempre, el rector Antonio Castro Leal, Narciso Basools director de la facultad de Derecho y el secretario de Educación Pública Ezequiel Padilla, y el propio presidente de la republica Emilio Portes Gil asumieron una actitud iorresponsable y escondieron la cabeza en el agujero de su raquítica autoridad, cerrando la puerta para negociar.

El presidente del Comité de Huelga estudiantil era Alejandro Gómez Arias, su secretario Ricardo García Villalobos y sus más cercanos colaboradores Carlos Zapata Vela, José María de los Reyes, Teodosio Montalbán, Salvador Azuela, Efraín Brito y otros. Todos surgidos de las nuevas clases medias después de la Revolución de 1910.

No queda muy claro si los huelguistas entendían lo de la autonomía y sus alcances y si peleaban por ello, distintos autores no se ponen de acuerdo. La autonomía exime al gobierno, en una forma muy conveniente, de responsabilidad en caso de un conflicto universitario de cualquier índole.

Aun hoy sigue sin haber separación plena entre lo político, lo educativo y lo estudiantil, algunos grupos políticos, sin escrúpulos siguen utilizando a los ingenuos estudiantes y maestros como carne de cañón para sus fines aviesos, sin que recaiga sobre los primeros responsabilidad alguna ni ventaja para los segundos.

En la Preparatoria Frida y Alejandro Gómez Arias se enamoran. Durante tres años fueron inseparables. Alex, como Frida le llamaba, estaba con ella en la tarde lluviosa de septiembre de 1925, cuando el autobús en el que viajaban fue arrollado por un tranvía. Alejandro no sufrió heridas serias pero Frida quedo marcada para siempre.

Mi Madre, llevaba todos los días a mi hermana Martha Silvia, a sus clases de piano, de natación, de baile, de inglés y de tantas otras cosas. Alguna veces las acompañé a la clase de piano con el maestro Barajas en la calle de Independencia en el centro, le precedía en su clase un muchachirto gordito de pantalon corto que se llamaba Placido Domingo y le seguía una muchacha preciosa a quien llevaba su sonriente novio en una flamante moto Harley Davidson, ella Irma Dorantes el, Pedro Infante.

Recuerdo que mi mamá nunca dejo de levantarse a darme de desayunar a pesar de que tenía una sirvienta. Yo, desde la secundaria entraba a las siete de la mañana a la escuela y tenía que salir de la casa a las seis de la mañana. A las cinco y media estaba ya desayunando. Recuerdo que la sirvienta le decía “ya no se levante” pero a mi mamá todos los días me la encontraba en la cocina tempranito. Si llegaba uno en la tarde, allí estaba ella con la comida preparada, llegaba uno en la noche e igual allí estaba. Era una mujer muy hacendosa y muy entregada.

Ervey, Maria Ignacia, Eloisa, Blanca, Calixto

Sus nietos

Humberto

A mi abuela Ila le gustaba mucho estar en una mecedora y platicar de la revolución, de su papa que odiaba a los curas, de cuando vivía en el norte con él y su Mamá. Ella vivió ese periodo de grandes angustias y nos contaba que, estando en el pueblo, cuando llegaban los Villistas tenían que salir corriendo y refugiarse en los Estados Unidos. Luego regresaban y al rato llegaban otros. La describía como una época muy mala, con mucha inestabilidad y muchas facciones. Todos luchaban aparentemente por lo mismo pero había mucha rivalidad. Algo que se me quedó muy grabado es que para ella, Villa no era un héroe sino un bandido.

Como las mujeres de entonces no manejaba y no hablaba inglés pero era una persona con carácter. Recuerdo que el último día de la Universidad en San Diego me preguntó ¿qué vas a hacer ahora que te graduaste? Yo no sabía que iba hacer al día siguiente de que me graduara y le respondí que pensaba regresar a México, ver en algún lado y quizás iniciar algún negocio propio; ella me miró a los ojos y me dijo “yo lo que te aconsejo es que te metas a trabajar en el negocio familiar que ya lleva 30 años. No le dejes la oportunidad a alguien que no sea de la familia”. Seguí su consejo.

Humberto Trejo Hernández y María Ignacia González Pérez

Adriana

La recuerdo en su mecedora, donde pasaba mucho tiempo, siempre perfectamente bien peinada con un chongo hermoso y con unas uñas y unas manos impecables, siempre pintadas hermosas. De chica me gustaba muchísimo verla así. En esa época no platicaba mucho pero cuando llegábamos a visitarla a su casa en Cocoyoc, se sentía tranquilidad, como mucha paz y mucha armonía. Mucha tranquilidad, eso es lo que transmitía mi abuela.

Gerardo

La recuerdo sobre todo cuando íbamos a visitarles a su casa en la Hacienda de Cocoyoc. Tenían un gran árbol de mangos y era muy emocionante cuando bajábamos los mangos con unas varas muy grandes. Yo estaba muy chiquito.

Fernando

Me tocó conocerla sólo cuando era muy chico y de ella me acuerdo muy poco. Ellos vivían en Cuernavaca y ella se enfermó. Tengo la imagen de ella enferma en el hospital.

De Zacualpan a la Ciudad de México: Los Hernández

Mi padre y sus ancestros eran de Zacualpan, un pueblito que está en la sierra del estado de Veracruz. Mi abuelo paterno Vidal Trejo y su esposa Alta Gracia Hernández, mi abuelita era la más grande de todos los hermanos y ejercía una especie de matriarcado.

Para llegar a Zacualpan no había ni siquiera vereda, eran 20 kilómetros a caballo. En el pueblo no había luz eléctrica ni agua corriente. Los Hernández eran comerciantes, tenían tres o cuatro tiendas entre los hermanos y primos que abastecían a toda la comarca digamos que todos los negocios eran suyos. Además poseían la compañía transportadora más grande: como era prácticamente inaccesible, toda la mercancía se tenía que llevar al pueblo con recuas de mulas y arrieros. Tenían molienda de caña, fábricas de refrescos, fábricas de aguardiente, de velas, hacían rompope, muy buen pan. En el pueblo se producía mucho café y caña de azúcar y la familia tenía tierras, en las partes bajas sembradíos de caña de azúcar y trapiche donde hacían piloncillo. El pueblo era prácticamente de los Hernández, de hecho todavía le llaman así: “Zacualpan de los Hernández”, eran los dueños e incluso se repartían la presidencia municipal.

Lejos de ser revolucionarios, eran la aristocracia, prácticamente opuestos a la revolución. Pero nunca pelearon. Fueron sobre todo víctimas de la revolución porque cuando esta triunfó les expropiaron muchas tierras y se vieron en serias dificultades.

En el pueblo nada más había primaria y entonces cuando mi padre, el más joven de sus hermanos, acabó la primaria, tenía 12 años, mis abuelos decidieron emigrar en busca de oportunidades y una mejor educación para sus hijos. Vendieron todo lo que tenían y se vinieron a la gran Ciudad. Llegaron a lo que hoy es el centro histórico, donde estaban todas las escuelas, y allí se instalaron. La familia de mi padre nunca había estado en una ciudad y no conocían absolutamente nada de los adelantos modernos de la época. Mi padre nunca había visto un coche, no conocían la luz eléctrica, no conocían un baño, en el pueblo los baños eran una casita de madera con un agujero donde, abajo, se mezclaba todo entre lodo y marranos.

Mi padre me platicaba una anécdota de unos parientes suyos de Zacualpan que habían venido a México y, llegaron a una casa de huéspedes, en la calle Argentina, en el centro, a la hora de acostarse no sabían cómo apagar la luz. Decidieron amarrar un zapato al foco, y luego, a medianoche, uno de ellos le dijo al otro: “oye, Filiberto, ¿qué serán muchos tranvías los que pasan allí afuera o será uno solo que anda dando lata?”. A ese grado estaban atrasados en ese pueblo.

A la vuelta de dos o tres años, la familia había perdido todo en malos negocios: se los comió enteritos la gran metrópoli y se quedaron prácticamente en la pobreza.

Mi abuelo paterno era un buen calígrafo pero no encontraba trabajo en la Ciudad de México y entonces consiguió un trabajo de burócrata encargado del correo en un pueblito que se llama Meztitlán en el estado de Hidalgo. Mi abuela no se quiso ir y él se fue solo y se hizo de otra familia. Tuvo varios hijos y mi abuela lo repudió. Mi abuelo no tenía dinero y sus hijos legítimos, incluido mi padre, ya no lo vieron bien. Con los años, en repetidas ocasiones, mi papá tuvo que ayudar a sus medios hermanos económicamente para que se vinieran a estudiar a la Ciudad de México.

Recuerdo que de vez en cuando mi abuelo llegaba a nuestra casa por unos días para arreglar asuntos de trabajo. Era un viejito serio, muy formal que siempre andaba vestido de traje negro y corbata, con un gran mostacho. Yo en esos años entraba a la escuela a las siete de la mañana y tenía que desayunar a las cinco y media de la mañana. Cuando bajaba, me lo encontraba en la sala todo arregladito.

Mi papá tenía dos hermanos mayores. Su hermana, mi tía Eva Trejo, era amiga de mi madre y a través de ella se conocieron mi papá y mi mamá. Estudió para maestra y después fue una destacada autora de libros de texto. Sus libros de matemáticas, que firmaba por conveniencia su esposo, Macedonio Navas, y sus libros de español, que firmaba ella como Eva Trejo, durante muchos años fueron los textos de primaria y secundaria de la Ciudad de México. Su otro hermano, mi tío Guillermo Trejo, no estudió, era medio alegrón y le gustaba la buena vida.

De chico, de los tres meses de vacaciones que tenía, unas dos semanas solía yo ir algunos años a Zacualpan con un amigo. Mi prima Nívea Hernández vivía entonces con nosotros en México y tal vez por eso nos acogían allí en el pueblo de mi papá. Como éramos de ciudad nos la pasábamos muy bien, muy a gusto; era un pueblito de montaña con calles empinadas y empedradas. Frío, lluvioso y nublado pero muy pintoresco e interesante. Había bosques y mucha divertirían y ahí me la pasaba yo con los primos. También a mi tío Guillermo Trejo le gustaba mucho ir al pueblo y de repente allá con mi papá se ponían a tocar el violín, mi papá interpretaba música clásica y mi tío huapango, era muy bonito.

Por cierto una vez que alguna de sus hermanas visitó a Nívea oí que  le presumió: “Mira  aquí tomamos leche refrigerada, frijoles refritos y nos hacemos permanente de a 10 pesos”

Humberto Trejo Hernández (Ilo), nació en 1910

Su hijo

Mi papá era una persona muy especial, solitaria y un poco asocial. Tenía muy pocos amigos y nomás iba de la casa a su trabajo y se regresaba. Era muy serio y sumamente responsable  lo que lo hacía parecer un poquito rígido, se podría decir que cuadradón, pero siempre fue una persona muy estimada por todo el mundo. Sus empleados lo apreciaban muchísimo, casi como a un padre, y sus compañeros de escuela los conservó durante toda su vida y se siguieron viendo incluso después de casados y de recibidos hasta la muerte de todos. Cuando era estudiante el apodo que le tenían de cariño sus compañeros era “el cura”, lo describía muy bien por su carácter serio y formal. Sin embargo era un poquito contradictorio porque no había sido el clásico “nerd”, yo lo veía jugar billar carambola como un verdadero campeón y eso quiere decir que se la debió pasar de vago mucho tiempo en los salones de billar del centro. También jugaba muy bien al ajedrez que también debió aprender cuando andaban de vagos con sus amigos. Era una persona muy especial, pero en general muy trabajador, muy serio, muy rígido, honesto y responsable.

Tengo una anécdota con él. Tenía como 12 o 13 años y de repente mi papá me llevaba a su trabajo donde era gerente. Entonces yo andaba por allí husmeando y vi al mozo que hacía la limpieza y que en ese momento estaba lavando el coche de mi papá, un tipo muy especial, trabajador y solemne que adoraba a mi papá. Había sido soldado y vestía siempre de militar, sin insignias por supuesto; estaba sordo como tapia decían que a causa de una granada. Me llamó, y me dijo “te voy a dar un consejo: no te juntes ni con pobres ni con pendejos”. Yo le dije “pues si”. Mi papá que estaba por allí ojo avizor me preguntó después que qué me había dicho y cuando le respondí me miró y dijo “claro, pero, ni con tristes”. Creo que fue un buen consejo, sin embargo el ex soldado era pobre entre los pobres, yo mismo fui un niño feliz a pesar de que sufrí las carencias de la pobreza, crecí entre pobres y eran buenos, tiempo después me di cuenta que quizás lo que quiso decir con pobres significaba, pobres de espíritu, que por cierto abundan. Este mozo viajaba siempre en bicicleta y llevaba un letrerote atrás que decía SORDO pero pocos años después me enteré de que le había atropellado un tranvía y se había muerto. Me dio mucha pena cuando me enteré.

Mi padre hizo la carrera de ingeniero mecánico electricista en la Escuela Superior de Ingeniería Mecánica y Eléctrica del Politécnico ESIME. En esa época en la que el estudió aceptaban a los estudiantes muy jóvenes, creo que él entró a los 14 y estuvo siete años estudiando allí. Era el momento en el que empezaban realmente las ingenierías como tales y se hacían siete años y no cinco como ahora.

Recuerdo que mi papá me contaba que cuando estudiaba en la ESIME, había allí un taller mecánico muy completo donde daban clases. Entonces él junto con su amigo y compañero Antonio García Rojas conocido como “el ratón García Rojas”, quizás porque era muy inquieto, se puso a hacer tornos copiando los que hacía una fábrica muy famosa de South Ben, Indiana. Era un tornito muy práctico, y chiquito, y ellos lo copiaron igualito pero después no vendieron ni uno. Yo tengo todavía uno de esos tornos que me regaló el Ratón. Creo que ese fue su primer intento de negocio propio y fue un gran fracaso.

No obstante, mi papá, además de ser muy buen ingeniero, era muy buen vendedor y trabajó como vendedor técnico en varias empresas de maquinaria. Él me habló siempre de que no había manera de hacer dinero si no era con negocio propio y sabiendo ventas.

Mi papá tocaba muy bien el violín, música clásica e inclusive, para ayudarse en los estudios recién llegado a México, tocó en una orquesta. No tuve nunca la curiosidad de preguntarle dónde había aprendido.

Sus nietos

Humberto

Mi abuelo paterno le decíamos de cariño Ilo, así se lo puso mi prima Martita Torre Trejo que era su nieta mayor; él en esa época más o menos setenta años, se había retirado ya y se había ido a vivir con mi abuela Ila a la Hacienda de Cocoyoc, en Morelos. Vivian junto al campo de golf y a diario jugaba con su amigo Sairik de origen sirio y antiguo industrial zapatero de Orizaba Veracruz. No usaban Cadi jalaban su carrito. Prácticamente estaban retirados de los negocios pero se mantenían muy activos. Por varios anos él y su amigo se divirtieron instalando una fabriquita de zapatos de niña en donde hacían varios cientos de unidades a la semana.

Mi abuelo se perdía en sus hobbies. Tenía un telescopio y era prácticamente un astrónomo; también se dedicaba a la carpintería y tenía un escritorio que se había hecho totalmente con los cajones y todo; tenía una máquina de coser y confeccionaba hasta su propia ropa; tenía en su taller todo tipo de herramientas y se podía poner a armar y desarmar un carro como lo hacía un mecánico. A mí y a mi primo Alfredito Torre Trejo nos enseñaba a trabajar con las manos haciendo de todo, desde atornillar y afinar un carro hasta usar todo tipo de herramientas. Pero era muy exigente y entonces nos decía que teníamos que hacer las cosas con técnica y bien hechas. Era sumamente meticuloso. Cuando mis papás salían de vacaciones siempre nos solían dejar con nuestros abuelos maternos pero recuerdo una vez que nos dejaron con los paternos y estuvimos el sábado y el domingo haciendo simulacros para llevarnos a la escuela para estar seguros que llegáramos a tiempo. Era a ese nivel de exactitud.

Hablaba inglés muy bien y era muy adelantado para su época, una persona que nació en 1910 en México. Estaba siempre actualizado, a la vanguardia, y leía siempre la revista Times o Life; aprendió desde cómo se generaba la luz hasta las computadoras. Conocía muy bien Estados Unidos y admiraba mucho todo lo americano, Ronald Reagan, Bill Gates, Steve Jobs, ya en los 80 me acuerdo que me hablaba de ellos.

Le gustaba más tratar con sus nietos adolescentes y adultos que con los niños. Con los niños era desesperado. Se parecía al personaje que interpretó Henry fonda en la famosa película The Golden Pond. Conviví mucho con él cuando estudiaba en San Diego porque ellos tenían una segunda casa muy cercana a mi universidad, en la que pasaban largas temporadas. Con mi ayuda aprendió a programar en Basic.

Vivió hasta los 95 años y yo lo atribuyo a que siempre fue muy medido en comer y aunque no hacía mucho deporte si hacía ejercicio con el golf y con las actividades del taller.

Recuerdo una anécdota de cuando murió. Él era como renegado de la Iglesia y de la religión, entonces en su vejez, sabiendo que nosotros éramos más apegados a la religión, nos repetía que no quería que le hiciéramos misa en su funeral. Respetando su voluntad no organizamos ninguna misa pero el día que estábamos velándolo allí en Cuernavaca entró un sacerdote en nuestra capilla y sin preguntar a nadie ofició una misa preciosa. Después se dio cuenta que se había equivocado de capilla y se había metido en la de mi abuelo.  Finalmente aunque él no lo quiso el destino le mandó una misa.

Adriana

Mi abuelo Ilo fue un hombre ejemplar. Un hombre que se levantaba todos los días a las cinco de la mañana a jugar golf, siempre muy ordenado con una estructura en su vida. Muy buen esposo, mi abuela creo que tuvo un compañero en él. Le gustaba y era muy estudioso de la astronomía, me acuerdo que estaba siempre metido en los libros. Aprendimos mucho de él porque se iba a una casa que tenía en Cocoyoc donde había un telescopio y él era el encargado de que todo funcionara. Pasamos noches y madrugadas maravillosas con él observando la luna y los planetas. Inclusive vimos el Cometa Cojutec. El había nacido en 1910 cuando el cometa Halley visitaba nuestro sistema solar y nos platicaba que volvería en el 2020

No era muy platicador de historias o de cuentos pero con sus acciones como que nos trasmitía todos esos conocimientos que él tenía.

Gerardo

Le decíamos Ilo, no sé bien de donde surgió ese nombre de cariño, y su característica preponderante es que era ingeniero porque pues en ese tiempo no había muchos ingenieros profesionistas recibidos. Era muy ordenado, muy metódico para sus cosas. Recuerdo que una vez, no sé si fue Santa Claus o los santos Reyes, yo pedí un barco de control remoto. En ese tiempo eran de las primeras cosas que vendían con control remoto, eran muy raros esos juguetes y yo estaba muy emocionado. Cuando lo vi me di cuenta de que me habían traído un barco que tenía el control pero con un cable. Yo obviamente me esperaba un barco con el control remoto sin el cable, como los que ahora hay muchos, y me quede decepcionado. Entonces mi abuelo se puso conmigo y me ayudó a convertirlo a verdadero control remoto, le quitó el cable y consiguió que funcionara como yo me lo había imaginado. Era un extraordinario ingeniero. De chico digamos que a través de él yo veía la ingeniería así como una carrera importante y puedo decir que eso influyó muchísimo en que yo también quisiera ser ingeniero.

Fernando

Yo conviví muy poco con mi abuelo Ilo pero si tengo algunas cosas que recuerdo muy bien de él. Cuando íbamos al rancho de Cocoyoc yo me levantaba en la madrugada, casi nadie se levantaba más que yo y con mi prima Claudia Ipser Trejo, íbamos al telescopio. A esa hora no había mucha luz en el pueblo y mi abuelo me preparaba siempre algo así impresionante para observar. Tengo muy grabada la primera vez que vi Saturno con sus aros, no lo podía creer de lo bien que se veía, fue un momento muy impresionante ver el planeta así a detalle. Observábamos a Marte o a alguna nebulosa, siempre algo verdaderamente sorprendente.

Recuerdo que mi abuelo fumaba su cigarro siempre con una boquilla con filtro y era muy serio, formal, una persona como muy rígida, como muy recta, muy a la antigua. En realidad conviví con el poco y sólo recuerdo esas despertadas en la madrugada para ver los planetas.

Lo que más me marcó fue que le mandaba a mi papá la suscripción del National Geográfic y yo desde chico siempre veía en mi casa la revista y puedo decir que la hojeé desde que nací prácticamente. Desde que tuve uso de razón me acuerdo de estar repasando el National Geográfic y a través de eso influyó en mí mi abuelo. El hecho impresionante es que cuando se murió dejó de llegar el National Geográfic y fue entonces cuando me di cuenta de que él ya no estaba, algo faltaba en la casa. Influyó mucho en mi vida esa revista que le gustaba tanto a él como a mí.

Fernando Veytia Ulloa, Lo

Tototlán, la guerra Cristera y los Vaca

Yo provengo de dos familias: una familia muy conservadora y otra liberal, había entonces como un conflicto.

Mis abuelos maternos, la familia liberal, poseían un rancho en Tototlán a unos setenta kilómetros de Guadalajara. Mi abuelo, Enrique Vaca Salazar, fue presidente municipal del pueblo desde 1924 hasta 1926, me contaban que fue una época bastante difícil sobre todo hacia el final de su periodo. Entonces estaba empezando la guerra cristera y en esa zona la rebelión fue muy intensa. La familia vivió momentos de gran tensión porque en su cargo de gobierno, mi abuelo era un enemigo de los cristeros que sospechaban de él. Sólo gracias a la intervención de un sacerdote que se apellidaba Vega los cristeros decidieron dejar a mi abuelo fuera del conflicto y no ensañarse con él.

Mi mamá, que era la hija mayor, y mi tía, Ana María Vaca (Anis), que eran las más grandes de una familia de ocho hermanos, me contaban que habían presenciado, viéndolos a poca distancia desde la ventana de la casa del rancho, enfrentamientos armados y cuerpo a cuerpo entre Cristeros y Gobierno. Mi mamá entonces era joven tendría como 15 años. Habían presenciado asustadísimas, horrorizadas, sin poder hacer nada a matanzas a cien metros de la puerta de su rancho en Tototlán. Me contaban también mi mamá y mi tía de la profunda tristeza que les causaba ver una guerra entre vecinos del mismo pueblo. Fue una guerra muy cruel, me contaban también que desgraciadamente allá agarraban a la gente la encerraban en vagones de tren y les prendían fuego. Tanto los de un bando como los del otro.

Fue una época terrible, ninguno de los dos bandos tenían la razón y estaban tan desorientados unos como los otros; no se sabían quién era quién; había quien en el gobierno estaba contra la Iglesia y quién no. Era un periodo confuso y complicado.

La Historia

La Guerra Cristera fue una lucha armada entre el Gobierno y la Iglesia entre 1926 y 1929. En el gobierno de Plutarco Elías Calles, habían puesto en práctica las disposiciones antirreligiosas de la Constitución política de 1917, convirtiéndolas en leyes, y peleaban contra milicias de laicos, presbíteros y religiosos católicos que estaban en contra de esas políticas de restricción de la autonomía de la Iglesia Católica. Calles y sus huestes de revolucionarios violentaron templos y profanaron altares; expulsaron a los sacerdotes extranjeros y se dictaron normas para la total sumisión de la fe religiosa católica a las autoridades del estado. Cuando los atropellos fueron excesivos, los católicos ya no aguantaron, explotó la protesta armada.

Jalisco, Cocula, Guadalajara, San Cristóbal de la Barranca, Plan de Barrancas, Hostotipaquillo y Atemajac de Brizuela Tototlán son nombres relacionados con la guerra Cristera. Tototlán destacó por ser uno de los bastiones cristeros, por ello la federación, lo invadía y perpetraba todo género de atrocidades. En el pueblo se recuerda particularmente la figura del sacerdote mártir Sabás Reyes Salazar. Con el culto suspendido en los templos de toda la República, el párroco de Tototlán se retiró del pueblo y quedó el padre Sabás con el encargo de administrar los sacramentos. Los combates entre los soldados del gobierno y los defensores cristeros eran encarnecidos y estaban a la orden del día y los sacerdotes eran perseguidos a muerte. El Padre Reyes tuvo que esconderse e incluso algunos vecinos le sugirieron que se fuera de Tototlán para evitar que lo mataran. Informados de que había más de dos mil cristeros armados contra el Gobierno, el 11 de enero de 1927 llegaron las tropas federales a Tototlán. A los pocos días, la tropa del general Juan B. Izaguirre le prendió fuego al templo parroquial, pero cuando se fueron los soldados, el padre y los vecinos acudieron a apagarlo. Los defensores cristeros quisieron responder al ataque quemando la casa municipal pero el padre Sabás los detuvo, diciéndoles que era propio de los bárbaros destruir los pueblos. Logró convencerlos y desistieron.

El 11 de abril de 1927, las tropas del Gobierno regresaron. El padre Sabás acompañado del joven José Beltrán y de los niños Octavio Cárdenas y Salvador Botello se escondió en la primera casa que le ofreció refugio: era la casa de la señora María Ontiveros. Pasó el día de rodillas en oración junto con los que estaban en la casa. Delatado por la sirvienta de la casa fue detenido por el General Juan B. Izaguirre con todas las personas que allí se encontraban. Lo llevaron a la iglesia parroquial convertida en cárcel y lo amarraron a una columna, negándole hasta un poco de agua. Fue fusilado en el cementerio de Tototlán de Jalisco el 13 de abril de 1927 a los 44 años, 16 de los cuales había oficiado como sacerdote.

Se estima que en la guerra Cristera murieron 250.000 personas entre civiles y militares.

La gente de bien no debemos caer en la trampa de políticos sin escrúpulos, que solo para sus perversos fines personales, en forma irresponsable y criminal provocan la división entre distintos grupos sociales y hasta guerras entre hermanos.

Después de la guerra cristera, llegó la presidencia del general Lázaro Cárdenas y el agrarismo. Se promulgó la Ley Agraria que limitaba el número de hectáreas que se podían poseer. A pesar de que el presidente era amigo de mi abuelo, no lo consideró y el gobierno le expropió la mitad del rancho. Fue un golpe muy duro para mis abuelos, quedaron abatidos y decepcionados, con muy mal sabor de boca y entonces decidieron irse a vivir a Guadalajara, en busca de oportunidades y mejor educación para sus hijos.

Mi tía Anis y mi mamá en realidad estaban felices de regresar a Guadalajara. Me contaban que el tiempo que ellas estuvieron en el rancho las condiciones de vida eran bastante extremas. En el rancho no había luz ni teléfono ni radio ni nada moderno, estaban siempre ávidas de que alguien les llevara informaciones del mundo exterior. Entonces amistades iban a visitarles y les llevaban periódicos aunque fueran atrasados y también revistas de modas para ver lo que se llevaba en la ciudad, era así como se enteraban de lo que estaba pasando.

Recibían también libros, algunas obras clásicas pero, me contaban que en esa época a ellas lo que les gustaba mucho eran las novelas de amor. Como estaban en una edad entre los quince y los dieciocho años ellas se hacían ilusiones con estas novelitas y se imaginaban la vida en la ciudad y un mundo diferente de la realidad del rancho.

Con mis abuelos conviví mucho de chica porque hemos pasado juntos en el rancho de Tototlán varias vacaciones de verano. El rancho era muy bonito aunque no tenía nada de facilidades. Estaba como a cinco kilómetros del pueblo de Tototlán y teníamos que ir a caballo porque no había carretera, recuerdo que cuando era tiempo de lluvia el camino que había de tierra se ponía muy lodoso, horrible, y los caballos medio se resbalaban y tenía uno que agarrarse bien para no caerse. No había luz eléctrica y se tenía que alumbrar con mechones, era distinto completamente de la ciudad y eso era lo que nos atraía. Tenía toda clase de animales, recuerdo que nos enseñaban a ordeñar las vacas, a recoger huevos, a ver las abejas, vimos cómo se criaban los puercos, los chivos, las vacas, los caballos. Veíamos como sembraban y como cosechaban; era una vida en contacto con la naturaleza disfrutando de los animales y de las plantas.

También en el pueblo era una vida totalmente diferente a la ciudad. Recuerdo una imagen durante un temblor de tierra, en esa zona tiembla bastante, todas las mujeres del pueblo, que se vestían de negro en ese tiempo, hincadas con las manos en Cruz hacia el cielo y rezando en voz alta. Era sobrecogedor ver esa religiosidad tan fuerte de toda la gente, se impresionaba uno más de ver a las personas que del temblor.

Se celebraban las fiestas religiosas con feria en la plaza, cohetes, puestos donde vendían toda clase de comida y de dulces. Era muy emocionante la Semana Santa porque representaban la pasión de Cristo personas del pueblo vestidos a la usanza de los primeros años de la Cristiandad, pasaban en procesión por todo el pueblo a pie o en carros alegóricos. Era muy folklórico.

Nos encantaban esas vacaciones a mi hermana Ana Rosa Veytia y a mí, pasábamos dos o tres meses y hubiéramos querido estar ahí más tiempo. Conservo de allá recuerdos maravillosos.

Enrique Vaca Salazar, papá de Queta, con sus hijos: Adancito, Veva, diputado Rogelio y Memo

Ana María Vaca Arias, hermana de Queta, nunca se casó y vive  actualmente. Nació en 1916 en Guadalajara, Jalisco Enrique Vaca Arias, hermano de Queta uno de los 8 Vaca

Enriqueta Vaca Arias (Queta), nació en 1914

Su hija

Mi mamá era una mujer muy guapa y desde muy joven tenía un mechón blanco en la cabeza que le daba un aire de distinción. Era muy alegre, positiva, entusiasta y trabajadora pero también un poco acelerada y nerviosa probablemente a causa de su carácter tan explosivo. Era una persona muy entregada a su familia y muy cariñosa con nosotros y con sus nietos. No había un favor que uno le pidiera que no lo hiciera; cuando mi esposo y yo salíamos de viaje siempre se quedaba con nuestros hijos y cooperaba en todo.

Sus nietos

Humberto

Mi abuela materna, le decíamos Queta, es la persona más extraordinaria que he conocido. Ella era el pilar de la familia, el punto de referencia más importante para sus siete hermanos y luego también para sus hijos y nietos. Era el centro de todo y estaba metida en todo, siempre queriendo lo mejor para todos. La recuerdo siempre riéndose y echando relajo. Le gustaba mucho cocinar y cocinaba muy bien, tipo provincia, y hacer comidas, que todos estuvieran en su casa. Para cocinar la acompañábamos a diferentes mercados Pasábamos del mercado de Sonora al mercado de Jamaica y luego al mercado de San Ángel, a la Merced y al mercado de Tlalpan; en cada uno de los mercados ella tenía que comprar un ingrediente diferente para sus guisos. Recuerdo que nos movíamos en camión, en taxi o incluso en metro, en ese tiempo en los años setentas el metro estaba nuevo y usábamos la línea de Calzada de Tlalpan que llevaba al mercado de Sonora. Recuerdo que iba viendo yo las estaciones y me las sabía de memoria, con sus iconos parecidos a los de los juegos olímpicos del 68 en México. Creo que mi abuela me quería mucho me decía Tito.

Mi abuela fue poco a la escuela y como las mujeres de su generación no sabía manejar ni nadar ni toda una suerte de cosas que hacen las mujeres de ahora pero era realmente una persona luchona, esforzada, con gran visión.

Murió bailando acompañada de toda la familia, todos sus hijos, todos sus nietos estábamos en el Club Campestre de la Ciudad de México, en la boda del recién recibido urólogo Jorge Sánchez Montiel y Maribel Cobo ex compañera de escuela de mi hermana Adriana. Le falló una válvula del corazón. Ni cuenta se dio, estaba bailando y volvió a su silla, se sentó y ahí se quedó. La fiesta estaba llena de doctores pero no pudieron hacer nada, me acuerdo que estaba allí el famoso locutor Pedro Ferriz Santacruz que se quedó así todo espantado arqueando sus cejotas. Fue un momento muy dramático pero considerando a otras personas que he visto que han tenido una enfermedad larga me digo que la suya fue la mejor manera de morir.

Adriana

Mi abuela Queta fue una adorada abuela ejemplar. Trabajadora y siempre alegre, le encantaba que fuéramos a su casa a comer, para ella era un placer servirnos, un placer que fuéramos todos los nietos que estuviéramos allí con ella. Me fascinaba. Cuando empecé a manejar me enseñó a ir a comprar al mercado, me agarraba y me decía “¿reina me llevas al mercado?” y yo “claro que sí”. Iba encantada de hacerla de chófer, ella en cada mercado sabía que producto era mejor, realmente la gozaba con ella, era una compañía maravillosa.

Nos preparaba unas tortas deliciosas y para la cena hacia un pozole riquísimo. Muchos de los platillos que ella hacía me los enseñó y todavía los hago: unos ravioles riquísimos que me enseñó a ponerles un poco de tocino para que agarren un sabor riquísimo y todas las especies que les echaba, un jitomate junto con un poco de leche con el queso Cotija. A la fecha cada vez que hago esos ravioles me acuerdo mucho de mi abuela y habló mucho con mis hijas, siempre sale en la conversación Queta, la gran abuela, la gran mujer ella era mi ejemplo.

Mi abuela era también una mujer a la que si se le podía pedir consejo y con la que si se podía ir a llorar en su hombro. En ella se podía confiar, sabía uno que lo que a ella se le decía no salía de su boca. Sus consejos eran siempre inteligentes y era una mujer con temple y muy sabia. Desgraciadamente se nos fue pronto: murió a los 78 años estando toda la familia reunida en la boda de una amiga mía, Maribel Cobo, con el doctor hoy eminente urólogo Jorge Sánchez Montiel. Murió así feliz y en plenitud porque en ese momento estaba disfrutando de la compañía de toda la familia.

Gerardo

Queta fue digamos como mi segunda mamá porque con ella conviví mucho, muchas veces nos quedábamos en su casa y también viajamos mucho con ella y el abuelo a Acapulco, tenían un departamento frente al mar junto al Hotel del Cano. Era una persona muy alegre y muy entusiasta, cuando se estaba con ella lo hacía a uno sentirse muy importante y muy querido como el centro del universo. Yo era chico y para mí era muy importante, me daba seguridad. También era muy acelerada y a veces nerviosa por la hiperactividad. La recuerdo como una parte importante de mi niñez.

Fernando

Recuerdo muchísimo a mi abuelita Queta, era una que cuando yo llegaba se ponía feliz y me cantaba y me cocinaba, era muy entregada. En su casa en la calle de Fuego en el Pedregal de San Ángel, una casa preciosa construida por el Arq. José María Buendía en 1968, yo llegaba y me preparaba siempre el arroz con leche que era así como lo máximo, lo que no había en mi casa me lo daba ella, me consentía, “¿qué quieres comer, qué quieres hacer el domingo?’, dinero para los domingos. Mi mamá trabajaba todos los días y no cocinaba mucho entonces para mí era la aventura de llegar a casa de mi abuela y descubrir las delicias de su cocina rica: el apapacho, el no sé qué. Luego era irse con el abuelo a jugar billar o hacer algún juego. Mis abuelos maternos eran como más extrovertidos, más de fiesta, de cantar y de bailar mientras en mi casa era un poco más rígido. Para mí en casa de mi abuela era llegar a un ambiente más bohemio, más de vagos, la comida, la guitarra, el billar; era muy divertido ver a mi tío Enrique Vaca hermano de mi abuela, nervioso y con ojos desorbitados tratando de ganarle a mi abuelo sin éxito en carambola.

Enriqueta Vaca Arias (Queta)

Matilde Arias, mamá de Queta, nació en Tepatitlán, Jalisco

Mariano Franco y Soledad Nayar Vaca, prima de Queta

La Hacienda de Chilapa y los Veytia

En la Hacienda de Chilapa vivió mi abuelo paterno Ignacio Veytia Ballesteros, que era de una familia muy conservadora. Yo en realidad nunca visité la hacienda de Chilapa porque mi abuelo y mi abuela Rosaura Ulloa Betancourt murieron ambos jóvenes, cuando mi padre Fernando Veytia Ulloa tenía 3 años. Así mi papá quedó huérfano muy chico y no le quedó ningún recuerdo de mis abuelos, sus padres, porque prácticamente no los conoció. Cuando murieron sus papás él se quedó junto con sus demás hermanos: Carmen, Teresa, Ignacio y la Nena, al cuidado de su hermana mayor María de la Luz Veytia Ulloa, me pusieron el nombre en su honor. Ella aunque apenas tenía 18 años fue como su mamá, y junto con sus otros hermanos fueron los que criaron a mi papá. Las mujeres nunca se casaron, luego se mudaron a una casa porfiriana en Polanco de la Ciudad de México. Viviendo en la Hacienda de Chilapa, mi papá tuvo oportunidad de estudiar nada más hasta tercer año de primaria. A pesar de que estudió muy poco en la escuela, después se esforzó, aprendió inglés y se abrió paso en la vida llegando a ser un hombre de éxito.

Las tías Veytia en la Hacienda de Chilapa (1926)

Fernando Veytia Ulloa (Lo) Nació en 1914

Su hija

Mi papá tenía ojos azules y pelo güero rizado: era considerado un hombre bien parecido. Era una persona que se ensimismaba mucho en sus pensamientos, como que pensaba mucho; pero era muy cariñoso y convivía muchísimo con nosotras. A pesar de que éramos dos hijas nos enseñó a manejar e inclusive a cambiar llantas de coche, como no tenía hijos hombres nos incluía en todas sus cosas aunque no fueran de mujeres. Recuerdo que desde los 14 años cuando íbamos en carretera nos dejaba manejar.

Tocaba un poquito el piano y le gustaba tocar la guitarra y cantar, sobre todo las canciones de Agustín Lara, recuerdo que su preferida se llamaba “Mujer divina”. También le gustaban las rancheras.

Sobre todo, era una persona muy trabajadora que me dio muy buen ejemplo.

Sus nietos

Humberto

De mi abuelo Fernando Veytia Ulloa, al que decíamos Lo, el recuerdo más significativo es de él en su casa con una bata roja como las de las películas de Mauricio Garcés (la casa allí en el Pedregal también era del estilo de las películas de esa época) jugando carambola de tres bandas con mi tío Enrique Vaca, También estaba siempre en compañía de algún pariente de Guadalajara, un hermano de mi abuela, algún Vaca, Enrique, Miguel, Rogelio, Adán o Veva. Pasaban allí temporadas más o menos largas y si no estaba un Vaca estaba un Veytia, un sobrino de mi abuelo ya fuera Carlos o Nacho o Maru. Siempre había alguien de Guadalajara y siempre había comida típica de Jalisco.

Era un hombre algo juguetón y le gustaban mucho los niños, más que los adolescentes y los adultos. Recuerdo que cuando éramos más pequeños mi abuelo siempre jugaba con nosotros a almohadazos y a todo lo que fuera, él había tenido a sus hijas muy joven y tuvo el privilegio de ser un abuelo joven. En su casa del Pedregal tenía un cuarto lleno de una colección de armas, una ballesta, espadas de la edad media y otras piezas; le gustaban mucho las armas. Recuerdo que nos llevaba mucho a la Bodega, el almacén de Triplay que tenía en la calle Santa Anita junto al Viaducto Miguel Alemán, y allí jugábamos con él frontón a mano y después nos íbamos al mercado de Coruña y comprábamos cañas de azúcar o le acompañábamos al banco a depositar.

Él tenía unas plateas en el estadio Azteca y gracias a eso pudimos vivir en directo el mundial del 70, los panamericanos y miles de cosas que han sucedido en los 45 años del estadio Azteca. Ellos le iban al Guadalajara y los nietos y mi abuela al América, siempre hubo rivalidad en eso, siempre andábamos peleados. Mi abuelo nos enseñó a todos los nietos a esquiar en agua en Acapulco y cuando tenía ya 75 años nosotros le enseñamos a esquiar en nieve. Era un cuate muy fuerte, aprender a esquiar en nieve a los 75 años no es nada fácil. Sobre todo de niños tuvimos una convivencia muy bonita con él.

Mi abuelo Lo, era un tipo muy valiente, quizás porque se quedó huérfano muy chico en un pueblito donde no había muchas oportunidades y luego trabajó mucho y llegó a convertirse en el pilar de sus hermanos. Me impresionaba que sin haber tenido la oportunidad de ir a la escuela, además de escribir muy bien en español y con muy bonita letra, hablaba y escribía un inglés perfecto; era increíble la facilidad que tenía para todo lo de la escuela. Tenía mucha personalidad y mucha categoría que fue agarrando con el tiempo y creo que se afianzó también cuando se volvió un golfista. Llegó a ser un buen jugador de golf, iba tres veces a la semana al club de golf México en Tlalpan y jugaba también en el club que tenía cerca de casa allá en Morelos. En esos tiempos no se usaban carritos y se tenía que caminar.

Siempre fue muy medido y, aunque vivía bien, nunca gastó de más y nunca tuvo frivolidades. Era delgado y fuerte, no comía demasiado y tomaba poco, creo que fumó algún tiempo. Vivió tantos años sano y murió a los 95 años.

Adriana

Mi abuelo Fernando fue un abuelo muy cercano con el que pasaba mucho tiempo cuando mis papás viajaban porque vivían muy cerca de mi casa aquí en México. Nos enseñó a jugar dominó que le gustaba mucho y acabábamos jugando con él a almohadazos. También nos contaba siempre grandes aventuras desde su primer trabajo en una línea de aviación de Minatitlán Veracruz, hasta otras innumerables historias. Cuando éramos chicos nos las contaba siempre agregándole un poco de imaginación y de invención para hacerlas un poco más interesantes y era fascinante escucharlo. Nos contó historias de trenes, de apariciones en la noche de hombres jalando cadenas, un poco en el estilo de los cuentos de terror y para nosotros era muy emocionante.

Pasaba grandes temporadas con mi abuelo y mi abuela también en Guadalajara y recuerdo que nos íbamos en el tren pulman. Era una experiencia de irme en el tren pulman con mis abuelos a Guadalajara para mí fue maravillosa, fue como algo que nada más en los libros la lee uno. De repente hacíamos paradas y dormíamos allí; era muy emocionante todo, llegar al carro, sacar la cama, ir al comedor y estar comiendo y viendo el paisaje. Creo que si era como una aventura para mi, tengo un recuerdo muy bonito de esas idas a Guadalajara.

Luego allá estaban las aventuras con todos los primos y parientes en las casas de Guadalajara, casas muy viejas muy antiguas completamente distintas a la nuestra: el patio en medio, los cuartos se unían, todos los cuartos tenían una puerta hacia el otro cuarto y se podía recorrer la casa. Y había un solo baño y no cada quien su baño como en México, eran muy emocionantes esas idas a Guadalajara de chica.

Gerardo

Con mi abuelo tuve mucha relación de chiquito porque me quedaba muchas veces en su casa cuando mis papás salían de viaje. Me acuerdo que hay veces que me sentaba junto con él en el órgano que tenía en su casa y me acuerdo que le gustaba una canción mucho titulada “solamente una vez” me acuerdo que la tocaba en el órgano y la cantaba.

Recuerdo que contaba de cuando trabajó en los ferrocarriles de muy chico y de una vez que estaba viajando de noche y se había ya acostado, porque dormían en el tren, y de repente se despertó porque tenía ganas de ir al baño, el tren estaba parado en la oscuridad pero estaba lloviendo entonces en lugar de bajarse del tren, en esos tiempos los vagones llevaban así como la puerta medio abierta, mi abuelo se dijo “no pues no vaya a haber algún charquito o algo que me ensucie” y decidió hacer pipi desde arriba del tren. Después se volvió a dormir. A la mañana siguiente cuando se despertó el tren no se había movido y cuando mi abuelo se asomó se dio cuenta de que estaban en medio de un puente como a 100 m de altura. Si no hubiera estado lloviendo y no le hubiera dado flojera aventarse al brinquito y mojarme hubiera dado un salto al vacío. Me acuerdo que contaba esa historia impresionante de la lluvia y la flojera afortunadas.

Mi abuelo tenía un negocio era el principal introductor de hojas de triplay a la ciudad de México, le decíamos la bodega y de chico muchas veces lo acompañábamos allá. Era un negocio lleno de maderas, me acuerdo que nos la pasábamos saltando de una pila a otra, a veces saltando alturas grandotas de hasta diez metros y divirtiéndonos mucho.

Mi abuelo era socio del club de golf de México. Me acuerdo que de chico pasaba yo gran parte de las tardes y algunos fines de semana allí acompañándolo. Había una alberca padrísima muy grande y había juegos y una resbaladilla muy grande. Nos la pasábamos con mucha libertad dentro del club de golf porque allí todo el mundo conocía a mi abuelo. Creo que llegué a tomar alguna clase de golf pero nunca me aficioné; lo que tomaba eran clases de tenis. Con mi abuelo tuve una bonita relación.

Fernando

Conviví muchísimo con mi abuelo Lo, porque mi mamá me dejaba en su casa prácticamente todos los días a mediodía o en la tarde. Él ya estaba retirado desde que yo estaba chico y entonces como que me transmitió esa sensación de un hombre de éxito retirado que tiene tiempo para mi, tiempo para enseñarme cosas. Él me enseñó a tocar la guitarra -fui el único de los nietos que aprendió a tocar la guitarra- y gracias a él conozco algunas canciones de los 20, que no son de mi generación porque él las cantaba; la que más me acuerdo es Juan charrasqueado un corrido clásico y luego otros corridos que cantábamos juntos.

También me enseñó a jugar billar. Jugué mucho con él, le gustaba ganarme en carambola porque casi siempre me ganaba; llegó a jugar bien carambola casi hasta los 95años y era capaz de ganarle a un joven haciendo unas 20 carambolas seguidas.

Recuerdo que en su casa tenía armas, tenía una escopeta, un rifle, una pistola, tenía como armas escondidas por toda la casa. En casa de mis papás en cambio las armas estaban prohibidas era como tabú y le daba mucha preocupación a mi madre. De repente era emocionante para mí de chico ver cuando sacaba las armas y agarrarlas en mis manos. Con mi abuelo hacia cosas que no me dejaban en mi casa: así desde muy chiquito decía pues vamos a la azotea. Obviamente en mi casa mi mamá se preocupaba y no me dejaba subir a la azotea, pero con él me subía y como estaba ya viejo no se daba cuenta de que a lo mejor estaba yo demasiado chico como para estar en la azotea. En general era siempre una gran aventura, respiraba en su casa un ambiente como de mucha libertad y si puedo decir que él me marcó muchas cosas de mi manera de ser.

Fernando Veytia Ulloa y Enriqueta Vaca Arias de Veytia

La tía Luz Veytia Ulloa, hermana mayor de Fernando nació en 1898

Vida de Familia

María  de la Luz  Veytia Vaca

Guadalajara

Nací en la ciudad de Guadalajara, Jalisco, el 16 octubre 1937 en la calle e 8 julio. Fui la primera hija, nada más tuve una hermana Ana Rosa. Era una casa sola, en Guadalajara en ese tiempo no existían los departamentos para nada. Cuando tenía yo unos cinco o seis años nos cambiamos a otra casa en la calle Moro. Era una calle empedrada como muchas en la Guadalajara de entonces y recuerdo que se veía muy bonita con el empedrado y las casas lucían muchísimo más. También en Tlaquepaque estaba empedrado y recuerdo que muchos años después cuando en una ocasión ya viviendo en México, fui a Guadalajara, me entristeció darme cuenta de que habían pavimentado la calle Moro y casi todas las calles de la ciudad.

En Guadalajara viví muy a gusto siempre en casas grandes que allá tienen patios en lugar de jardines. Era una vida de provincia muy tranquila, estaba mucho menos poblado y había menos tráfico. La gente también muy religiosa, guardábamos todas las fiestas religiosas y no dejábamos de ir a misa y de visitar a los abuelos.

Siendo provincia, sí tenía uno más tiempo de estar con los papá; en ese tiempo no se usaba eso de que las personas no comieran en casa, así nosotros todos los días hacíamos las tres comidas juntos, el desayuno la comida y la cena.

Yo tenía muy buena relación con mis papás y viví una infancia feliz. Recuerdo que nos llevaban y nos traían del colegio y estaban siempre al pendiente de nuestra educación, siguiendo nuestras tareas y premiándonos cuando sacábamos buenas calificaciones.

Paseábamos juntos por la ciudad, con mis papás y mi hermana que tenía tres años menos que yo. Con mi hermana Ana Rosa teníamos una relación excelente nunca nos peleábamos, jugábamos a juegos de mesa, patinábamos y nadábamos juntas y siempre íbamos juntas a las fiestas. Todo funcionaba muy bien aunque ella tenía una personalidad completamente distinta de la mía; era una persona alegre y cariñosa pero un poquito rebelde, no le gustaba mucho la disciplina estricta ni cosas por el estilo y se rebelaba un poco a eso. Era muy guapa y tenía un pelo y un color de piel muy bonito; era muy graciosa.

Los fines de semana les gustaba mucho a mis papás salir fuera íbamos a Chapala que es un pueblo a la orilla de un lago del mismo nombre, cerca de Guadalajara o a Tlaquepaque o a los Colomos o a Tequila y unos pueblitos que había por los alrededores. Recuerdo que dondequiera que estuviéramos los fines de semana íbamos siempre a misa los domingos. En las vacaciones de semana Santa recuerdo como una experiencia muy bonita ir a Chapala a la playa y los inviernos los pasábamos en el rancho de mis abuelos maternos donde estando yo chica, disfrutaba mucho en el campo.

En ese tiempo las niñas jugábamos en el patio, a saltar la reata y hacíamos jueguitos de niños, recuerdo uno que se llamaba matatena que se jugaba con unas canicas y también jugábamos mucho a la lotería. Eran juegos muy sencillos y nada de elaborados, incluso uno se hacía a veces sus propios juguetes, cosas de dibujar o de vestir muñecas. Pero más que juegos lo que me gustaba eran los deportes. Patinábamos, montábamos, jugábamos voleibol, nadábamos, nos gustaba mucho nadar. Con nuestros papás llevábamos una relación tan estrecha que ellos hacían los deportes junto con nosotros: todo lo que hacían ellos lo hacíamos nosotros.

Durante mi infancia en Guadalajara tuvimos varios perros, recuerdo una pastor alemán, en particular, yo tenía entonces unos nueve o diez años, se llamaba Xochitl. Fue con la que más me encariñé porque vivió con la familia mucho tiempo.

En aquellos tiempos nos entreteníamos mucho con el radio. Escuchábamos música y también había una cosa que me gustaba muchísimo: la Carrera Panamericana, una carrera de coches que atravesaba toda la República mexicana. Recuerdo que la seguíamos en directo por radio escuchando quien iba ganando, en qué lugar iban, a cuantos kilómetros; luego ya hacíamos hasta nuestros propios apuntes y nuestras predicciones de quién sería el campeón. Había un corredor italiano muy famoso que se llamaba Felice Bonetto en su Lancia, me encantaba. Uno se entretenía con poco, simplemente escuchando por radio. La televisión llegó más tarde cuando yo tenía como 15 años y ya vivía en México.

Cuando empezaba el tercero de primaria mis papás se tuvieron que ir a trabajar a Minatitlán, Veracruz. Allí mi papá fue para hacerse cargo de la oficina de la compañía aérea Mexicana de Aviación. Con el tiempo el aeropuerto de ese entonces se convirtió en el Club Campestre del Sindicato Petrolero y mi hijo mayor Humberto viajó a esa ciudad y les vendió muebles de la marca Ramsol fabricados por nuestra empresa familiar. Era un pueblo pequeño que estaba muy insalubre y donde no había buenas escuelas y entonces mis papás decidieron que me quedara en Guadalajara y estuve dos años viviendo con unas tías solteras, hermanas de mi papá. Cuando estaba en cuarto de primaria hice mi primera comunión y mis tías, María de la Luz, Carmen y Teresa Veytia Ulloa, me llevaron con las monjas a preparar todo; en esa ocasión nada más vino mi Mamá, mi papá no pudo venir por cuestiones de trabajo pero no fue para mi angustia porque yo entendía que era por cuestiones importantes de trabajo. Tengo a pesar de ello un buen recuerdo de la primera comunión.

Maru Veytia y la tía Teresa Veytia Ulloa

Ana Rosa Veytia Vaca (1940)

Colegio American School

Siento que mis padres me querían mucho y trataron de darme la mejor educación posible, a pesar de que entonces no tenían muchos recursos. En Guadalajara me mandaron a estudiar hasta el cuarto año de primaria al Colegio American School que era un colegio costoso, laico, mixto y bilingüe donde había solamente profesores norteamericanos.

Recuerdo que el director de la escuela me impresionaba mucho porque estaba sentado en una silla de ruedas y yo nunca había visto una persona en una silla de ruedas. Se llamaba Mr. Kraft y era una persona muy amable y muy capaz que dirigía muy bien el colegio. Allí estuve muy contenta y aprendí muy bien el inglés.

Casi todos mis compañeros eran bilingües y recuerdo que había muchos niños judíos. De hecho mis dos amigas más íntimas eran judías: una se llamaba Sara Leizorec y la otra Ruth Udinsky. Éramos muy amigas pero nos veíamos en la escuela nada más, jugábamos y hacíamos las tareas siempre allí porque asistíamos mañana y tarde y entonces había mucha convivencia de casi todo el día y ya no había tiempo para verse fuera. Cuando ya nos fuimos a México las deje de frecuentar y ya no supe de ellas. La American School era una escuela mixta y así tuve un buen amigo que se llamaba Jaime Tacher y también era judío; él se vino a vivir a México poco después de nosotros y lo seguí frecuentando un poco.

Viviendo en una ciudad de provincia tenía uno más contacto con los vecinos, era prácticamente un círculo social. Entonces tenía yo también muchos amigos entre los hijos de los vecinos.

No debería decirlo, pero yo en la escuela era muy aplicada y como me ganaba los mejores premios y medallas, me pedían que yo dijera los discursos de fin de año y eso me emocionaba mucho.

Tengo muy buenos recuerdos de las clases de baile que tomaba de chica en Guadalajara con mi maestra a quien se le conocía solamente como Miss Bell. Era famosa y nieta de un payaso que se llamaba Ricardo Bell, uno de los pocos que hizo reír a Porfirio Díaz, nació 1858 en Inglaterra, En 1883 llegó a la ciudad de México con el gran circo de Orrín,

En su libro sobre Ricardo Bell, Armando de María y Campos dice: “Por un curioso fenómeno, producto de la época demócrata y aristócrata a un mismo tiempo, el payaso Bell que tan cerca estaba de los niños y del pueblo en la pista, vivía alejado de unos y de otros en su vida privada. El clown Bell era en su vida particular don Ricardo Bell. Se le veía cruzar por las principales calles de la metrópoli convertido en un verdadero gentleman: jaquet negro, chaleco de seda de fantasía, pantalón a rayas claras, relucientes zapatos de charol, sombrero alto y monóculo.

El espeso bigote —nieve sobre la boca rica en gracia— cuidadosamente peinado, y alisado hacia atrás, el cabello cano que, en la pista, se convertía en cucurucho de azúcar sobre la frente del genial payaso. La aspiración siempre de Bell, cuyo lema fue: confía, trabaja y espera, era la de independizarse de los Orrín y formar con sus hijos y nietos por venir un gran circo propio. “Generosa aspiración que logró el 1o. de septiembre en 1906, día del solemne bautismo artístico del ‘Gran Circo Ricardo Bell’, que se instaló en terrenos del ex-Hospicio, en la Avenida Juárez”.

A final de año hacíamos una representación en el Teatro Degollado de Guadalajara y ahí me ponía miss Bell a actuar de figura principal, yo debutaba como actriz. Eran cuentos para niños inventados y con bailables. Recuerdo especialmente uno de ellos donde se suponía que yo era una niña pobre y que aparecía mi hada madrina y me llevaba por todo el mundo: cuando llegábamos a España bailábamos baile flamenco; cuando llegábamos a Francia, bailábamos cancán; y así con una serie de países. Me encantaba bailar.

En esos años estaba acabando la Segunda Guerra Mundial y recuerdo que escuchábamos por el radio en onda larga y onda corta las noticias. A veces se oían voces en japonés o en otros idiomas y eso nos emocionaba muchísimo, no entendíamos lo que decían, pero sí estábamos conscientes de que eran noticias de la guerra. Éramos chicos y más bien lo tomábamos como una aventura. También oíamos a nuestros papás que platicaban de cómo se había puesto difícil el asunto y de las muchas cosas que faltaban. Recuerdo una vez que estuvimos sin coche porque mi papá se tardó mucho en reponer las llantas que eran de fabricación norteamericana; nosotros como éramos chicos, ni nos preocupábamos.

American School

Colegio Guadalupe

Cuando ya tenía más o menos 12 años nos vinimos a residir a la Ciudad de México con mis papás. Mis papás nos decían que en la capital íbamos a tener mejores oportunidades de progresar económicamente y así fue, gracias a Dios. Tanto mi padre como mi madre eran muy trabajadores, es algo que nos inculcaron mucho. En ese tiempo no se usaba que las mamás trabajaran, sin embargo, mi mamá trabajaba y era muy creativa. Recuerdo que durante los dos años que vivieron en Minatitlán mi mamá venía a Guadalajara compraba zapatos y luego los vendía allí. Entonces, cuando llegamos a México, para tratar de tener mejores ingresos, mis papás pusieron toda clase de negocios, negocitos pequeños; recuerdo fábricas de salsas, de chile, a una la llamó La Tapatía, por Guadalajara, y a la otra la llamó Chilapa. Esa salsita picante la vendían bien y obtenían muy buenos resultados. También puso una tintorería y un negocio de productos lácteos.

Para mí fue un poco duro dejar Guadalajara, el lugar donde había vivido siempre para venir a una ciudad donde realmente no teníamos parientes ni amigos. Íbamos a Guadalajara seguido y veíamos a los parientes pero no era igual que si estuvieran en México con nosotros: estábamos solos. Extrañé muchísimo el cambio porque además estaba yo a mitad del quinto año de primaria y tuve que dejar a todas las amigas. En México entré en el nuevo ciclo escolar y en lugar de perder un año adelanté un semestre en las clases e hice el sexto de primaria.

En los primeros años en Ciudad de México recuerdo que iba caminando por el paseo de la Reforma con una tía que había venido a vernos y que me hacía los vestidos y notamos delante una mujer que iba caminando muy bien vestida. Yo le dije a mi tía “mira, mira, hazme un vestido como ese que lleva esa mujer, se le ve precioso”. Entonces resulta que la mujer se volteó y era María Félix en persona. Me impresionó mucho: como no se le iba a ver precioso el vestido, con ese cuerpo.

En cuanto llegamos a México mis papás se pusieron a buscar una escuela que cumpliera sus aspiraciones: un colegio bilingüe y católico. Ellos anhelaban que aprendiera inglés y a la vez querían que fuera una institución católica. Después de mucho buscar lograron encontrar el colegio Guadalupe que era un colegio nuevo de monjas exclusivamente americanas recién llegaditas de los Estados Unidos. El único problema es que estaba muy lejos porque era hasta Lindavista, una colonia al norte de la ciudad y nosotros vivíamos al sur. Afortunadamente la escuela tenía el sistema americano, había el lunch y no teníamos que regresar a comer a casa, entonces se quedaba uno también en la tarde y eran nada más dos viajes uno por la mañana y otro para regresar. Recuerdo que como a las cinco regresábamos a casa y ya teníamos la cena, que era la comida grande.

De esa escuela tengo los recuerdos más maravillosos, la adoré. Eran monjas americanas que no nos hablaban una sola palabra en español. No estaban vestidas con hábito sino que se vestían normal, se pintaban, se arreglaban y parecían maestras y mujeres normales. El colegio era religioso pero tenía un criterio muy amplio, nos enseñaban tanto materias de moral como materias académicas y actividades deportivas. Abarcaban todos los campos y nos dieron muy buenos consejos para la vida y para trabajar.

La directora era Mother Mildred una monja muy culta que había obtenido títulos y doctorados en muchas materias en universidades americanas. La materia que ella daba se llamaba sociología y era muy importante porque nos enseñaba digamos a afrontar la vida y creo que sus clases han sido de las cosas que más me han ayudado en mi matrimonio. Creo que por eso he durado cincuenta años casada, gracias a las enseñanzas de Mother Mildred.

También recuerdo a Sister Caledonia y Sister Tita que era la maestra de canto. Yo para la música no era muy buena pero mi hermana sí; ella estaba en el coro y se sabe la importancia que en los Estados Unidos le dan a los coros. Recuerdo que cuando se celebraban las misas de la escuela, siempre en la basílica de Guadalupe, yo estaba en el coro pero así como en la bola y mi hermana cantaba el ave María de solista, cantaba muy bonito, precioso. En la escuela, como su nombre indica, se le daba mucho valor a la virgen de Guadalupe, todo era alrededor de ella y nos hicieron a todas muy devotas de la virgen. Además el colegio estaba ligadísimo a la basílica de Guadalupe que estaba cerquita en la calle de Riobamba, en Lindavista, al otro lado de Insurgentes. La colonia entonces era una colonia residencial preciosa. Recuerdo que andábamos en bicicleta por allí porque estaba muy solo y no había nada de tráfico. Ahora hay muchísimo tráfico muchísima gente, se descompuso la colonia y se puso muy fea.

De hecho al principio yo me sentía como un poco sola y fue difícil a volver a hacer amistades porque en la escuela no aceptaban mucho a las personas de provincia. La primera amiga, y la más importante, fue Sofía Cansino, que le decían de cariño Chiquis porque era chaparrita. Recuerdo que ella llegó y me dijo que a pesar de que yo era de Guadalajara iba a ser mi amiga, yo entonces le dije muchas gracias y de hecho ella me abrió las puertas aquí en México y realmente se los agradecí mucho. Esa amistad dura todavía, Ya casadas y con los hijos nos hemos seguido viendo y ya tenemos como 55 o 60 años de ser amigas. Se puede decir que es mi amiga más querida y más antigua y la aprecio muchísimo.

Yo estudié mecanografía y taquigrafía, una técnica que se usaba entonces que servía para tomar dictados y que ahora ya ni de chiste se usa. A mí me interesaba principalmente el inglés y también me gustaban las materias prácticas que sirven para oficinas. En realidad yo hubiera querido estudiar una carrera, me hubiera gustado algo de finanzas, pero en ese tiempo los papás decían “no ¿para que estudia la mujer si se va a casar?” y entonces no tuve oportunidad de ir a la universidad.

Durante mi adolescencia y juventud, además de novelitas muy sonsas, típicas de la edad, me gustaba leer los clásicos ingleses, me gustaba Shakespeare que en el colegio Guadalupe no sólo lo leíamos sino que más bien lo estudiábamos. Para mi ver obras de teatro de Shakespeare me gusta muchísimo. Luego cuando empecé a estudiar el francés me gustaba y me gusta muchísimo leer a Víctor Hugo (Los Miserables el Jorobado de Notre Dame) en francés, a pesar de que luego dice mi marido riéndose que ni lo entiendo.

Me gustaba el teatro, los conciertos, el ballet, ese tipo de espectáculos, e íbamos mucho con mis papás. También íbamos a los toros que me gustaban mucho aunque me ponía (y me pone, porque aun sigo yendo) bastante nerviosa el espectáculo.

El Salón Riviera, situado en la glorieta del mismo nombre

La escuela Guadalupe era nada más de mujeres y, no teniendo hermanos, para mí fue un poco difícil la vida social. Pues como que le tuvimos que hacer la luchita para conseguir novio. Asistíamos a fiestas que organizaban nuestras amigas de la escuela y que llamábamos tés danzantes. Comparadas con las de ahora las fiestas eran muy sanas. Eran en casas particulares, fiestas familiares digamos, y las amigas, que solían tener hermanos o primos, invitaban a través de ellos a muchachos y entonces allí nos relacionamos con ellos. También los horarios eran muy sanos: empezaban a las cinco de la tarde y terminaban a las 10 de la noche.

Algo que a pesar de que era una especie de institución en México no quise que me hicieran fiesta de 15 años. Recuerdo que yo era un poco tímida y como que todavía a los 15 años no tenía ganas de bailar ni de fiestas ni de muchachos y todo eso. Más bien empecé a despertar a la vida a los 17.

Lo que me encantaba entonces, en los últimos años del High School, eran las fiestas organizadas por el Colegio Guadalupe en el salón Riviera. Eran tés danzantes pero allí era música en vivo, y pues para mí en esa época -será por ser mujer- era muy romántico, muy bonito. Una gran ventaja para mí era el horario porque empezaban también a las cinco de la tarde y terminaban a las 10 de la noche a más tardar. A mí nunca me ha gustado desvelarme, si yo fuera ahora joven sentiría horrible empezar una fiesta a las 12 de la noche, sería pavoroso.

Al salón Riviera iban las mejores orquestas, me tocó la oportunidad de ver a la orquesta de los solistas de Agustín Lara que era el compositor más exitoso de esos tiempos y pude verle personalmente; era un personaje muy conocido en México que después se hizo también muy famoso en España, el flaco de oro le decían. Pasaban muchos artistas famosos de esa época como Luis Alcaraz que cantaba él en persona y Silvia Pinal que era una artista guapísima, Enrique Guzmán, que todavía vive y es muy famoso, César Costa. Todos los artistas digamos conocidos de esa época iban allí.

A esos tés danzantes no íbamos solos, venían también el papá y la mamá o una tía soltera, siempre había un chaperón. Funcionaba no tanto como carnet de baile pero sí tenía el muchacho que llegar a la mesa y como que le tenía que pedir permiso al papá o quien estuviera para bailar con una. Venía, decía algo así como me permite y entonces el papá decía pues si y salía uno a bailar. En las fiestas familiares en cambio no iban los papás, iba no más la tía o algún adulto a acompañarnos y en ese sentido era todo más relajado.

En otro local que estaba en las Lomas que se llamaba el Ciro’s íbamos a ver a una orquesta americana con su director Everet Hoagland que se había mudado aquí de su antigua sede el Hotel Reforma  y nos causaba enorme sensación. Tocaban básicamente música americana, que era lo que estaba más de moda, y boleros. Después llegó causando furor en México, el mambo y luego el rock and roll. A mi hermana y a mí nos encantaba Elvis Presley. Pero recuerdo que cuando poníamos los discos de Elvis Presley en casa mis papás decían, “no esté está medio como que feo”, a ellos no les gustaba para nada a mi papá le parecía una música como demoníaca. En esa época a todas las muchachas nos gustaba el rock and roll y para mí en lo particular Elvis Presley era mi ídolo y hasta la fecha a mi me enloquece.

La vida en la Colonia Narvarte

Cuando nos fuimos a vivir a la Narvarte era una colonia nueva que se había construido apenas. La casa en la que vivíamos era muy bonita, de dos pisos y muy iluminada con un pequeño jardín atrás y un garaje; una casa bonita de construcción alegre. Sólo tenía un inconveniente, había solamente un baño y un medio baño. En ese tiempo los arquitectos y la gente en general no le daban tanta importancia los baños y en la casa éramos cinco miembros: mi papá, mi mamá, mi hermana, mi tía y yo. Uno tenía que esperar para bañarse y eso es muy incómodo. Por otra parte los vecinos eran muy amigables y teníamos muy buena relación con ellos; venían mucho a la casa y nosotros íbamos a sus casas, nos invitaban a comer y a salir de paseo. Ese aspecto, si lo comparamos con hoy, era más agradable, ahora la gente tiene un poquito más de temor. Entonces lo de los baños se me hacía peor pero la vida con la vecindad era mejor.

La colonia era muy tranquila y muy bonita porque las casas eran todas nuevas y con el mantenimiento se veían muy bonitas; eran casas de tipo moderno, con cortinas, bien equipadas y con acabados mucho más bonitos que los de las casas antiguas, era todo como muy a la moda de esa época.

Mis papás eran muy hospitalarios y les gustaba, cuando se celebraban las festividades o los cumpleaños, reunir en casa a sus hermanos y a sus sobrinos; se podía considerar a mi mamá como la cabeza de su gran familia con sus siete hermanos.

Recuerdo que en las fiestas religiosas, sobre todo en Navidad, casi todos los de Guadalajara se reunían en nuestra casa en Ciudad de México. Nos divertíamos muchísimo porque veíamos a todos y platicábamos mucho con todos los primos; además del significado religioso era bonito ver a la familia unida.

En Navidad íbamos primero a misa que se celebraba a las ocho de la noche y después regresábamos a casa y tratábamos de reunir al mayor número de familiares que uno pudiera: hermanos, primos, tíos, todos lo que se pudiera. Entonces se hacía un gran banquete. A mi mamá le encantaba cocinar y era muy buena cocinera, recuerdo que realmente se esmeraba en que todos los platillos fueran lo mejor que se pudiera, no tanto en cuanto a lo caro sino más en lo bien elaborado. En Navidad nosotros no cenábamos pavo como en los Estados Unidos sino que más bien era comida mexicana: me encantaban los romeritos que se hacían con camarones y pierna de cerdo. También había un dulce que se llama capirotada, muy elaborado, que lleva bolillo, canela, piloncillo, frutas y muchas otras cosas y se tardaba mucho en prepararlo. Ese era el postre que teníamos en lugar de la calabaza que hacen en Estados Unidos.

Cuando yo iba a la escuela, el calendario escolar en México era al revés del de Estados Unidos, las vacaciones grandes las teníamos en diciembre y enero; y era mejor porque en julio y agosto hacía más calor. Por lo general se pasaba la Navidad en casa y ya para el año Nuevo íbamos a la playa, Veracruz y, sobre todo, Acapulco. Recuerdo que en ese tiempo era el lugar de moda del jet set mundial y venían muchos artistas americanos de los más famosos -venía mucho Elizabeth Taylor, que incluso se caso allí con Eddy Fisher. Entonces tenía uno la oportunidad de verlos allí en la playa Caleta, a mi edad, independientemente de nadar en el mar y de asolearse, ese era uno de los atractivos de Acapulco, ver de cerca a los artistas más famosos del mundo.

En la Ciudad de México se podían escuchar artistas famosos en la XEW importante estación de radio de la época y recuerdo que las amistades y primos que venían a verme de Guadalajara se impresionaban mucho y siempre querían que los lleváramos a la XEW para pedir autógrafos y para conocer artistas, conocer a Pelayo o a otros locutores y artistas famosos. Yo no llegué a pedir autógrafos porque era un poco tímida.

Humberto

Conocí a mi marido a través de un amigo común. En realidad este amigo me pretendía un poco pero yo no iba de acuerdo con sus ideas porque él presumía ser de izquierda y comunista. En ese tiempo estaba muy de moda el comunismo pero a mí para nada me gustaba esa idea, discutíamos y yo le decía ¨”pues yo no voy de acuerdo con eso, a mí no me gusta eso”. Mi amigo, después de que yo no le hice caso, resignado y generoso, pensó en su amigo Humberto; sabía que tanto él como yo pensábamos igualito. Así un día me dijo “oye, yo tengo un amigo que piensa igualito que tú, es capitalista, le gustan los libros clásicos, le gusta el deporte y es muy trabajador. Yo creo que ustedes se van a llevar bien y si les voy a presentar”. Efectivamente al poco tiempo, era el día de mi santo, vino con él a mi casa a presentármelo. Desde ahí ya caímos, fue un flechazo a primera vista.

Humberto vivía en la calle Xochicalco, entre San Borja y Ángel Urraza, también en la Colonia Narvarte, como a dos o tres cuadras de donde vivía yo con mi familia, pero a pesar de ello y de tener amigos comunes no nos habíamos llegado a conocer. El iba mucho a la nevería Cetsa, que estaba en la calle de San Borja muy cerca de la avenida Universidad en la misma colonia, pero yo nunca iba allí porque era un lugar como más bien de muchachos.

Fuimos novios tres meses y entonces ya platicábamos y nos dábamos cuenta de que coincidíamos en que nos gustaba mucho trabajar y éramos muy constantes y muy dedicados. Él ya se había recibido de su carrera, ya trabajaba y tenía dinero; yo me había recibido de secretaria bilingüe y también trabajaba con mi papá. A los tres meses Humberto me preguntó si me gustaría casarme con él yo le dije que si, entonces él me dijo “dentro de tres meses te pido”.

Mis papás estaban apanicados, les daba mucha preocupación porque decían que porque tan pronto que no nos conocíamos, pensaban que no iba a funcionar.

El 5 octubre, día de mi cumpleaños, me pidió. Entonces se acostumbraba que sus papás vinieran a la casa de mis papás y ahí le dicen “oigan pues estos muchachos son novios y pues parece que se quieren casar, ¿están ustedes de acuerdo?”, entonces mis papás tuvieron que decir si, pues ni modo que dijeran que no. “bueno pues muy bien, entonces los vamos a ayudar y apoyar en lo que quieran a estos muchachos que empiezan su vida”. Y así fue como pidieron mi mano.

Fue todo muy rápido, desde que me pidió hasta que fijamos la fecha de la boda fueron tres meses. Nos conocimos el 14 mayo y nos casamos el 12 enero, transcurrieron ocho meses desde que nos conocimos hasta que nos casamos.

La ceremonia fue en la iglesia Santa Rosa de Lima, en la colonia Condesa no muy en el centro de la ciudad y la misma noche la recepción fue en un salón de fiestas que estaba de moda entonces y se llamaba el Piamonte. Fueron nada mas 300 invitados, pocos para las bodas que se usan ahora por acá (la boda de mi hija fueron 800 invitados). Recuerdo que ese día como que estaba uno tan nervioso realmente que como que no disfruté la fiesta ni nada; estaba yo con los nervios preocupada de que si va iba salir todo bien, de qué iba a pasar después, de todo eso. Entonces estaba como un poco presionada.

Yo venía de una familia muy religiosa católica, y él pues de una familia que no era tan católica una familia liberal y digamos que supuestamente en el pasado, de bandos contrarios; pero nada de eso influyó para mal en nuestro matrimonio. Al contrario creo que eso nos unió mucho porque nuestras familias tenían en el fondo dos visiones exactamente iguales de los valores esenciales. Tanto mis padres como sus padres se conservaron casados hasta el día en que se murieron; coincidimos también mucho y la educación que era muy parecida en las dos familias; dos valores que coincidían muchísimo fueron la honestidad y el trabajo, tanto mis padres como sus padres eran muy trabajadores y muy honestos. Creo que eso nos ayudó muchísimo y gracias a Dios nuestro matrimonio funcionó.

Casi inmediatamente después de casarme, empecé a trabajar con mi marido. Fue justo al término de nuestra luna de miel, me comentó que necesitaba una secretaria y que se le hacía buena idea que fuera yo. Tenía la experiencia necesaria, pues ya había trabajado con mi papá que poseía un negocio similar. Desde ese día hasta hoy son más de 50 años que llevo trabajando con mi marido.

A los diez meses de casarnos nació nuestro primer hijo, me salvo la campana. Fue un embarazo normal hasta cierto punto porque yo tengo RH negativo y en ese tiempo era peligroso, no existía la vacuna, y allí si vivimos un poquito de aprehensión digamos, pero todo salió bien y sin complicación, bendito sea Dios. Nos pusimos muy felices alrededor de nuestro primer hijo. Puedo decir que los días más felices de mi vida han sido cuando han nacido mis cuatro hijos: Humberto, Adriana, Gerardo y Fernando.

Tuvimos un poquito de discusión mi marido y yo cuando teníamos que elegir escuelas: al revés de que yo era más católica que él, yo quería que estuvieran en una escuela bilingüe y él exigía que estuviera en una escuela católica. Lo raro es que fue él el que prefirió lo católico a lo bilingüe, decía que el inglés se aprende solo, que se nace hablando inglés. En realidad en México entonces no había escuelas bilingües católicas, la única era el Colegio Guadalupe para mi hija, donde había estado yo, pero era imposible por el tráfico, eran tres horas para ir y tres para regresar. Entonces les pusimos acá en colegios muy cerquita de la casa, muy buenos colegios católicos ellos en el Simón Bolívar del Pedregal y ella en el Colegio Sagrado Corazón, donde estuvieron muy contentos. Después me costó mucho trabajo que aprendieran el inglés en clases particulares.

Yo seguí muy ligada a la familia y en cierto modo mi esposo un tiempo batalló porque decía que no me había yo cortado el cordón umbilical. Él no era tan apegado a la suya como yo. A pesar de que estaba casada yo quería llevar a mi papá y a mi mamá a todos lados y, de hecho, así lo hicimos, viajaban con nosotros, iban a nuestras reuniones, ya grandes. Se puede decir que más bien yo jalé a mis papás con nosotros y mi marido dobló las manos y tuvo que aguantar todo el tiempo hasta que murieron. Él también andaba con sus papás pero mucho menos: su cordón umbilical era menos estrechos que el mío.

Humberto es un hombre muy honrado, creativo, trabajador, constante, generoso y comprensivo de verdad. Me siento muy orgullosa de haber trabajado tanto tiempo con él. He tenido suerte de tener un marido tan maravilloso.

Boda Religiosa 12 Enero 1962 Humberto y Luz

El Pedregal y la vida de casada

A los pocos años de casarnos nos fuimos a vivir al Pedregal en una casa propia muy bonita, muy grande y con mucho jardín.

Cuando recién llegamos el Pedregal era una colonia muy tranquila y bonita porque eran casas con los jardines sobre roca volcánica (lava y rocas que venían de un volcán que se llama el Xitle. Los jardines allí ofrecen panoramas únicos en el mundo, porque la roca y las plantas forman un contraste precioso, inclusive venían entonces turistas de todo el mundo a ver los “lava gardens” y retrataban todo.

No eran muchos las familias que vivíamos allí entonces, creo que éramos menos de 1000 familias. Por el paseo del Pedregal prácticamente no pasaban coches, recuerdo que paseábamos a caballo por el paseo y después de 10 minutos pasaba un carro y uno no más se hacía a un ladito y seguía. Había muchas caballerizas en los alrededores y varias también dentro de la colonia.

Nos conocíamos casi todos y coincidíamos en la iglesia. Allí se hacía cada año una kermés y había varios clubes, uno que se llamaba las Voluntarias, otro que se llamaba las Vicentinas, era como un pueblito dentro de una gran ciudad.

Allí hicimos mucha vida social a través de clubes, asociaciones y grupos culturales, religiosos y sociales. Luego también a través de los deportes que practicaban nuestros hijos.

Estuve en un club de jardinería de la colonia, donde tuve muy buenas amistades; era más bien un club de mujeres con el objetivo de cuidar uno sus jardines y mantener la belleza del Pedregal. Se hacían exposiciones y uno ponía sus arreglos florales y de repente yo me sacaba mis premios. Después llegué a ser presidenta de la Federación de jardinería que afiliaba a todos los demás clubes.

También hemos tenido un grupo de amigos ligados a la natación porque nuestros hijos estaba en un equipo de natación cuyo profesor era además personaje famoso Damián Pisá, un nadador que había atravesado el canal de la mancha. El equipo iba a veces a competir a Estados Unidos y otras partes. Sarita y Luis Quintanilla ex embajadores en USA y Unión Soviética, Fueron muy buenos amigos, inmejorables para viajar, de esos con los que viajas un mes entero y no acabas peleado.

En esos años vivían muchos personajes importantes y muchos artistas aquí en el Pedregal. Entonces tuve oportunidad de ver en persona a Silvia Pinal y Enrique Guzmán porque sus hijos estaban en el kínder con los nuestros. Recuerdo también a María Elena Márquez, que me había impresionado mucho de joven con su película la Perla y después fue amiga mía cuando éramos vecinas del Pedregal. A pesar de que podía haber sido mi mamá la traté mucho cuando estaba retirada.

Cuando recién nos cambiamos al Pedregal oímos en misa a alguien que promocionaba una asociación que se llamaba Movimiento Familiar Cristiano. Ese mismo día les hablé por teléfono y decidimos inscribirnos, a pesar de que la primera reacción de mi marido fue decirme “ya te volaste”. Puedo decir que entre las organizaciones en las que hemos estado mi esposo y yo, el Movimiento Familiar Cristiano ha sido la que más satisfacciones nos ha dado y donde hemos hecho las mejores amistades, Julia y Jesús del Cerro, Irma y Gonzalo Tijerina, Palín y Jorge Vásquez Gallo, Dolores y Enrique Toledo, Mate y Alfonso Suarez Malo, Rosa María y Ricardo Guerra y muchos otros buenos amigos que todavía tenemos que comparten las mismas creencias, ideas y formas de pensar y de vivir; y de esto hace más de 40 años.

Teníamos ya dos hijos y precisamente para tratar de educarlos un poquito mejor nos insertamos en este grupo religioso. Allí se reunían parejas con hijos y se trataba un tema siempre enfocado hacia la vida familiar y la educación de los hijos. Compartíamos experiencias y aunque había matrimonios de nuestra edad también había algunos mayores que nosotros que ya habían vivido experiencias con los hijos y como que eso nos ayudó mucho y bueno, sabemos que cuando están adolescentes los hijos se ponen muy rebeldes. Saber que un determinado problema no nos estuviera pasando solo a nosotros sino que ya lo había vivido otra gente, nos sirvió para no cometer errores. Como que vivimos experiencias adelantadas. En ese grupo estuvimos como 10 años cuando nuestros hijos eran chicos, fue una guía maravillosa. Nos integramos hasta el punto que llegamos a ser medio directivos y a conducir algunos grupos. Hemos estado en otras muchas organizaciones pero esa es la que más satisfacciones me ha dado a mí en lo personal. Fue una época bonita.

Una constante de mi vida ha sido la devoción por la Virgen de Guadalupe. En esa época iba con frecuencia a la basílica caminando desde la glorieta de Peralvillo y una vez en el atrio me encantaba entrar de rodillas desde la puerta de la basílica. Lo hacía no por una manda sino por un acto de humildad hacia la Virgen. Hasta hoy procuro ir al menos dos veces al año pero ya mi marido y mis hijos no me dejan entrar de rodillas.

Movimiento Familiar Cristiano

Jardines del Pedregal de San Ángel (1969)

Los Veytia, (diciembre de 1986)

María  de la Luz Veytia Vaca, nació en 1937

Sus hijos  

Humberto

De mi mamá puedo decir que es la persona más trabajadora que he conocido en la vida: se levanta a las cinco de la mañana y trabaja todo el día, en el negocio, con sus hijos, con sus nietos, con su hermana o con quien esté. Es como una abejita o una hormiguita siempre pensando en hacer el bien para los demás. Ordenada, estudiosa, seria. De una pieza.

Adriana

Mi mamá ha sido siempre muy dedicada a sus hijos; trabajaba siempre en las mañanas con mi papá en la fábrica y a pesar de ello, en las tardes se dedicaba como una mamá tradicional a sus hijos. Comíamos allí en la casa y luego nos llevaba y traía a todos lados de chofer, a todas nuestras actividades escolares: la natación o el inglés, siempre con constancia. También ella me inculcó esa pasión y ese amor por los idiomas, insistió siempre en que aprendiera el inglés y luego también el francés.

Una mujer muy dedicada a sus hijos y ahora a sus nietos que son su pasión. Ya pasamos los hijos al segundo plano y creo que ahora está disfrutando todavía más a los nietos que lo que disfrutó a los hijos.

La mayor enseñanza que me ha dejado mi madre es ser positiva a ver las cosas positivas de la vida; el servicio a los a los demás y a quitarse un poco el egoísmo. Tengo en ella ese ejemplo de saber ponerse en el lugar del otro, en los zapatos del otro, de su empatía. Esa es la gran enseñanza de mi madre.

Gerardo

De chiquito mi mamá nos inculcó la religiosidad, ir a misa, rezar. Me acuerdo que de niño me enseñó a rezar y me explicó que para rezar hay que hacer tres cosas: una, hay que pedir perdón; dos, hay que agradecer lo que uno tiene, que muchas veces no lo hace uno; y tres, pues hay que pedir lo que uno quiere. Ella me dio esa fuerza espiritual tan importante para que una persona se sienta bien, esa fortaleza de saber que las cosas van a salir bien.

Fernando

La mejor enseñanza que me ha dejado mi mamá es la entrega total a la familia.

Ella

Me encanta trabajar, trabajé siete años con mi papá y llevo trabajando 50 años con mi marido y ahora con mis hijos y todavía me fascina. No podría yo vivir sin llevar una o varias chequeras, hacer pagos, llevar la contabilidad, todo eso me encanta. Cuando nacieron mis hijos estaba poco tiempo en casa, una semana o dos, y luego ya me los traía todos los días, me traía yo el bambineto a la oficina y aquí los atendía.

Los nietos nos llaman a mí Mimi de cariño y a mi marido Abe. Entonces quisiera que nos recordaran siempre como Mimi y Abe y que sepan que aún después que Dios nos lleve estaremos con ellos en todo momento; con nuestros nietos y con nuestros hijos. Que sepan que somos su apoyo aunque ya nos hayamos ido y que ojalá que nuestro ejemplo y nuestra enseñanza les sirva de algo. Hemos procurado ser un buen ejemplo para ellos como trabajadores constantes y honrados, todo eso hemos tratado de inculcárselos y así nos gustaría que nos recordaran, no como pasivos o como flojos. Que nuestro ejemplo los impulse a triunfar y a solventar los problemas de la vida con entusiasmo y con constancia.

María de la Luz

Humberto Trejo González

Humberto Trejo González

Primera infancia en Ciudad de México

Nací la Ciudad de México en octubre de 1936. Me acuerdo que en mis primeros años vivíamos en una casa en la colonia Clavería. Cuando yo estaba muy chico, todavía en el kínder, creo que tenía unos tres años, mi papá consiguió trabajo en Tlaxcala como gerente de una compañía de luz privada cuyo dueño era “el Panzón” Flores Muñoz, así le decían y nos fuimos a vivir allá. Me acuerdo que había por allí un criadero de cuyos para los laboratorios y mi papá me llevó a verlos. Me gustaba verlos. Ese es uno de los primeros recuerdos que tengo. La casa donde vivíamos era medio rústica porque Tlaxcala es un pueblito. También recuerdo una anécdota con un amigo que yo tenía allá: un día llegó su hermanita llorando con el papá y diciendo “me dio una pedrada mi hermano”, el papá entonces mandó llamar a mi amigo, yo estaba allí, y le dice “¿porque le diste una pedrada?” “no papá, no le di una pedrada” “no seas mentiroso, pues mírala como está” “no papá, yo no le di una pedrada” repetía mi amigo, “¿cómo que no le diste una pedrada?” “no papá, no le di una pedrada, le di un ladrillazo”.

Creo que estaríamos en Tlaxcala uno o dos años y después nos regresamos de nuevo a México a vivir en la colonia Clavería, éramos vecinos puerta con puerta de un hermano de Mario Moreno Cantinflas y seguido lo veíamos. Estábamos pegaditos a la refinería de Azcapotzalco, y recuerdo que siempre que pasábamos con rumbo a la casa se veía el mechón grandote prendido que me llamaba mucho la atención (en aquellos tiempos se desperdiciaban el gas y lo prendían para que no se fuera a la atmosfera). Recuerdo un día que hubo un incendio en la refinería y lo fuimos a ver y había un humo negro tremendo que subía hasta el cielo.

Otro de mis primeros recuerdos es cuando tenía unos cuatro años. Dormía solo en mi cuarto, un cuarto grandote donde nada más estaba mi cama. En las mañanas me despertaba muy temprano y veía un ratoncito que andaba por el piso de madera y se metía y se salía de mis zapatos, yo me entretenía viéndolo e intentaba alejar una angustia que me venía siempre al despertar. Me angustiaba pensar que en un momento dado se fueran a morir mis padres y que me fuera a quedar yo solo con mi hermana, me preguntaba “¿qué va a pasar?”. Mis padres eran unas personas bastante asociales, mi papá principalmente que a lo único a lo que se dedicaba era a trabajar, prácticamente no llevaban vida social y tampoco veían a sus familiares. Yo los veía solos no les veía en compañía de amigos ni con nadie y eso me hacía sentir esa angustia. Debo decir que yo fui un niño bastante tímido con los mayores yo no hablaba me daba pena todo. Luego como a los seis años se me quitó esa sensación de angustia al despertar y con los años poco a poco se fue alejando la timidez

Recuerdo que en los años de la Segunda Guerra Mundial, estando yo chico, en la ciudad de México, había simulacros de ataques aéreos y sonaba una sirena, que por cierto mi padre había sido comisionado por la empresa donde trabajaba para instalarla en lo alto del monumento a Obregón en San Ángel al Sur de la ciudad, se escuchaba en toda la ciudad. Teníamos que apagar todas las luces. Notaba a mis padres muy preocupados, se vivía una época de mucha intranquilidad y había muchas carencias.

La Privada en la colonia Roma

Ya en segundo de primaria nos cambiamos a la colonia Roma en la calle de Campeche 113-6. Era un departamento muy chiquito, con dos recámaras, una salita y un comedor. Recuerdo que cuando compramos el primer refrigerador (entonces había hieleras y todos los días entregaba el camión el hielo que se ponía arriba de la hielera) no cupo en la cocina cuyas paredes y techo negreaban de hollín y lo tuvieron que poner en el comedor, tan chiquita era, se cocinaba en un brasero de carbón y luego en una estufita de petróleo, solamente en el último año ahí, compraron una estufita plana de gas con cuatro hornillas que se colocó sobre la desvencijada mesita donde antes había estado la de petróleo, el enorme bracero que ocupaba toda una pared permanecía ahí estorbando sin usarse. El departamentito estaba alrededor de un barandal y recuerdo que había un hueco donde estaba el departamento de abajo, prácticamente nosotros veíamos a la gente que vivía abajo. Recuerdo que en él vivían unos españoles, los señores Camporro, que tenían una hija un poco más grande que yo con la que éramos amigos y jugábamos juntos.

La casa estaba en una vecindad que tenía al lado otra gemela, les decíamos privadas. Estaban junto al mercado de la calle de Campeche, un mercado muy grande, y allí tenía yo una infinidad de amigos. Los hijos de las porteras de las dos privadas, un vecino de nombre Cesar Godínez Oropesa que le decían Pícolo que según me entere hoy es médico y su hermano Hugo, los cargadorcillos del mercado era también nuestros amigos, éramos medio callejeros y nos la pasábamos afuera patinando y jugando a las canicas, al trompo y al fútbol americano (entonces no se practicaba el soccer). La calle era mi patio de juegos porque, había muy poco tráfico. La época de Navidad cerraban la calle y en todo el frente de mi casa se ponían ambulantes con arbolitos de Navidad y artículos para nacimientos, esferas, foquitos, heno y musgo. Para nosotros era maravilloso, una fiesta, los ambulantes dormían en el patio de la privada tirados en el suelo, cuando salía yo temprano a la escuela tenía yo que pasar brincándolos.

Se me pasaba comentar que las dos privadas y en casi todo el vecindario las rentas estaban congeladas creo que mi papa pagaba 20 pesos mensuales de renta cuando realmente valía como 300.

Durante la segunda guerra mundial, México, suspendió las garantias individuales y como otros países pretendió proteger a las clases necesitadas y el presidente de la República Manuel Ávila Camacho decretó que “no podrán ser aumentadas las rentas por ocupación de inmuebles.

Esta medida quizás fue oportuna en su momento, pero al concluir la Segunda Guerra Mundial a finales de 1945 es levantada la suspensión de garantías y debió abrogarse el decreto; sin embargo, el presidente Alemán, en una medida populista o miedosa, optó por prorrogar la congelación de rentas mediante un decreto de 1948, con pequeñas reformas

Como otros tantos cometidos por gobiernos populistas y proteccionistas fue un gravísimo error el que no hayan sido derogadas estas disposiciones en su momento; el daño causado a la sociedad en general y a la ciudad, ha sido muchísimo mayor que los beneficios.

El deterioro de una serie de edificios de incalculable valor artístico e histórico en el corazón de la ciudad.

Imposibilidad de recaudar mayores impuestos en las zonas de rentas congeladas que significa la pérdida de muchos millones de pesos cada año.

El 19 de septiembre de 1985 ocurrió un sismo en la ciudad de México destruyó totalmente 30,000 estructuras y dañó 68,000. Por el mal estado en que se encontraban principalmente debido a la falta de mantenimiento provocado por las rentas congeladas. La totalidad de muertos nunca se sabrá por la censura del gobierno de Miguel de la Madrid que ocultó la información pero algunos calculan que pudieran ascender a 40,000.

La medicina en la dosis adecuada cura pero en exceso mata. Es muy fácil aprobar una ley o un reglamento y casi imposible derogarlos; actualmente en México la regulación excesiva ahoga principalmente a los pequeños negocios que son mayoría y en consecuencia atenta contra la creación de empleos y de riqueza.

El decreto de marras dejó de existir hasta 1993 por iniciativa del Presidente Carlos Salinas de Gortari.

50 años congelada la inversión en vivienda provocó escases y en consecuencia carestía que todavía sufrimos los capitalinos.

Cuando nos fuimos a Guadalajara una hermana de mi mamá aprovechó el departamento de rentas congeladas.

En aquel entonces en las Navidades se estilaba que Santa Claus les trajera a los niños  juguetes. Siempre había cena de Navidad y nos visitaban algunos parientes y adornaban y ponían arbolito. Era una época agradable pero yo ya de chiquito desde que estaba en el kínder allá en Clavería me di cuenta porque me trepaba por la ventanilla de arriba del despacho que permanecía con llave y veía los juguetes amontonados. Pero mi hermana si se la creía y yo nunca dije nada.

Con la pandilla, cuando teníamos ganas de caminar, nos íbamos al parque del estadio que así se llamaba porque allí estaba el estadio nacional, el primer estadio que hubo en México. Allí la patinada iba en serio, porque había una pista donde jugábamos coleadas; éramos bastante buenos con los patines de ruedas que no eran pegados a una bota como los de ahora, eran de la marca Torrington, un poco pesados con ruedas metálicas de baleros y uñas que se apretaban contra la suela delantera del zapato con una lleve especial, los descuidados siempre perdían la famosa llave.

Allí en el parque del estadio estaba mi escuela primaria, la Benito Juárez, construida por el famoso Arq. Carlos Obregón Santacilia en estilo Art Decó, una primaria que después se hizo famosa porque allí estudiaron el clavadista maximo ganador mexicano de medallas olimpicas Joaquín Capilla, López Portillo y Luis Echevarría futuros presidentes de México. En esa escuela no había deporte, era puro correr, de hecho una vez a la hora del recreo corría yo desaforado y al salir de detrás de una columna rumbo al patio me estrelle de frente con un compañero más alto que yo, a mí se me hizo una enorme herida en la frente y el perdió dos diente superiores desde entonces le apodaron el abuelo, nunca se los arregló.

Yo tenía muchísimos amigos y allí fue donde conocí a Jorge Gabriell Cruz, que vivía a dos o tres cuadras. Con él me fui después a la secundaria y la prepa y convivimos muchos años.

Recuerdo que en la privada de al lado vivía una familia cuya mamá, se llamaba Lolita Bata y era amiga de mi mamá. Tenía dos hijas y un chamaquito chiquito. Una de las hijas era de mi edad y la otra poquito más grande que; éramos amigos y jugamos mucho. El hermanito tendría entonces unos cinco años, y lo recuerdo siempre muy formalito, lo vestían muy bien así como de terciopelo con su pantaloncito corto, muy seriecito y formalito el niño. He sabido que ahora es un periodista famoso creo que en el Ángeles Times de USA, se llama Sergio Muñoz Bata, el aquel chamaquito que era mi vecino.

En aquel tiempo en la colonia Roma y probablemente en todo México existía cierta diferencia de clases nosotros los de la primaria Benito Juárez éramos pudiéramos decir los plebeyos porque también teníamos vecinos de la aristocracia que Vivian en mejores casas y yo los veía por la mañana muy seriecitos en la puerta con sus uniformes azules esperando el camión escolar para ir al colegio Cristóbal Colón o al México.

Años después esos aristócratas con los que yo me llevaba bien, formaron un temible grupo que se reunía en el café de las Américas en Insurgentes, temible más que por su extraordinaria habilidad con los puños, por la atracción que ejercían sobre las chamacas (así les decíamos entonces)  más bonitas, no dejaban una, recuerdo algunos nombres: Carlos Maldonado, Paco Ballado “el flotador”, Paul Camhi, Sergio Villagrán, posteriormente, este ultimo supuestamente asociado con uno de los hijos del presidente Díaz Ordaz, abrió el primer antro de lujo en la ciudad de México “el Sergio´s Le club, en la calle de Niza, Zona Rosa.

En esa época los muchachos nos reuníamos en pandillas,  sentiamos una relación de pertenencia y amistad, con ideales y filosofía comúnes.

Principalmente realizabamos actividades deportivas o nos reuniamos en el café a filosofar y hablar de literatura, sin embargo no faltaban rivalidades entre pandillas vecinas y entonces habia duelos a golpes, una especie de deporte caballeresco siempre con reglas de honor, solo se usarian los puños no se permitian patadas o arma alguna, si alguien caia se paraba la pelea hasta que se levantaba, los duelos se arreglaban entre individuos con igualdad de facultades fisicas, jamas habia lastimados graves a lo mucho salias con un ojo morado porque nos encargabamos de parar a tiempo la justa y cada quien se retiraba satisfecho, no habia demandas ante la autoridad ni rencores posteriores.

Ya de adulto pregunté a mi madre que por qué habría tantos asesinatos cobardes y secuestros traicioneros y la hija del general me dio su cruda opinión “porque ya no hay hombres”

En la privada de la colonia Roma viví hasta el primero de secundaria, luego mi papá se consiguió un trabajo en Guadalajara. Donde cursé el primero de secundaria en la secundaria del Estado, Allí llegamos a un departamento en la calle de Hidalgo, no era mucho más grande que la vecindad pero si tenía cierto lujillo, no había patio y era un departamento al que se llegaba por unas escaleras muy bonitas y por un pasillote.

Después de un año los jefes de la empresa de México llamaron a mi papá para que volviera, no lo quisieron dejar porque él era muy buen vendedor de maquinaria. Nos regresamos a México y mi papá volvió a su antiguo trabajo. Vinimos a la colonia Roma de nuevo pero ya en una casa sola alquilada en la calle de Acayucan, Colonia Roma Sur, era un poquito más grandecita, ya no en una vecindad: yo creo que le habrían aumentado el sueldo a mi papá. Estaba a un pasito del rio de la Piedad que posteriormente se convertiría, ya entubado, en el viaducto Miguel Alemán, del otro lado del rio no había nada ahí acababa la ciudad.

La secundaria y la colonia Narvarte

De la Colonia Roma nos fuimos a la colonia Narvarte a la calle de Xochicalco; era entonces una colonia incipiente y muy vacía. Allí ya tuvimos casa propia: era chiquita, unos 150 metros, en terreno de 250, con tres recamaritas, un despacho un solo baño y una sala que tenía su chimenea que creo que nunca usamos. Tenía un garaje delante y un jardín grandecito atrás, la casa estaba totalmente cerrada hacia adelante. Mi papá consiguió un crédito de esos hipotecarios, que creo que se lo vendió uno de sus jefes que no lo había usado y él iba pagando poco a poco. La casa la construyó el Ing. Roberto Serrano compañero y amigo de mi padre desde el Politécnico.

Ahí llegué en segundo de secundaria. Era la secundaria 4, Moisés Sáenz, instalada en un hermoso edificio: la antigua casa de los Jesuitas, anexa a la casa de los Mascarones que estaba en la calle Ribera de San Cosme, Colonia Santa María la Ribera, lejos de mi casa, tenía yo que viajar en camión por lo menos una hora de ida y otra de vuelta. El director era un tipo pedante, cuadrado y sobre valorado llamado Francisco Pous Ortiz, muy distinto de su hermano Raúl Pous Ortiz director de la preparatoria cundo estudie en San Ildefonso, la 4 era una secundaria entre rígida y blanda por un lado se castigaba a algunos injustamente pero se permitían muchas cosas y de echo a algunos les daba por estudiar a otros les daba por medio estudiar y a otros por la vagancia. En la secundaria cuatro había canchas de volibol, el único deporte que hacíamos. Allá en Narvarte seguí con mi negocio de gallinas ponedoras, Todos los muchachos seguíamos pasándonosla en la calle, éramos medio vagos y jugar en la calle era la diversión de los chamacos de entonces.

Me aficioné al fútbol americano, yo era bastante rápido para correr y siempre hacía de estrella lo cual me gustaba mucho lo jugábamos en el pavimento sin taclearnos sólo teníamos que tocar al de la bola le llamábamos “tochito”. En esa época nos juntábamos con gente deportista y mi amigo Jorge Gabriell venía con nosotros pero él no hacía deporte y también andaba con malas compañías. Así empezó y luego acabó mal, el pobre.

En casa siempre hubo cierta preferencia de mi papá para mi hermana; él se identificó mucho con ella porque a los dos les gustaba la música. Mi hermana estudiaba piano, llego a ser una destacada concertista, estudiaba inglés, estudiaba de todo y fue muy brillante, siempre sacaba las mejores calificaciones y los primeros lugares Inclusive mi hermana era más Trejo como mi papá: ambos de piel blanca con el pelo negro azabache. A mí me ignoro un poquito, yo en la escuela era de los de en medio, no era muy destacado, y creo que nos comparaba y tenía la impresión de que yo era medio vago, de que no iba a sacar nada de la escuela y de que me iba a ir mal; no sé por qué se le metió en la cabeza eso.

Mi mamá en cambio era de una familia de güeros colorados y yo era el güerito. Ella se identificó mucho conmigo y con ella tuve mucho contacto. Durante toda mi infancia desde el kínder mi mamá tenía una verdadera obsesión de que yo aprendiera a trabajar. Desde muy chico tuve mi primer negocio propio en la azotea de la vecindad de la colonia Roma con gallinas ponedoras y vendía los huevos en el vecindario. Entonces las vacaciones que eran en diciembre, siempre me buscó algún trabajo: cuando estaba en el kínder me acuerdo que me consiguió una juguetería para envolver juguetes y así estuve trabajando en cada vacación. Un año, el vecino de abajo de la privada, el señor Camporro me dio trabajo como ayudante en una tienda enorme que tenía por allá por la Merced donde vendían alimentos a granel. Había un mostrador grandísimo y era muy interesante. También conseguía trabajo con algunos de mis tíos. Uno de ellos hacía lonas de camión y yo trabajé con él de ayudante, otro tío, esposo de una hermana de mi mamá, hacia pelotas y llantas y me fui a trabajar de ayudante del chofer en un coche de sonido con pelotas colgadas de todos lados vendiendo en los pueblos alrededor del Distrito Federal. “Peloootas polotiiiitas, pelotoootas” gritaba por el alta voz y se nos amontonaban los compradores

Mi tío Guillermo Trejo Hernández, el hermano mayor de mi papá, el que no estudió, se dedicó a las demoliciones y yo trabajé también con él durante muchas vacaciones. Si alguien quería tirar su casa el compraba sólo la construcción la demolía y vendía los materiales, era su negocio. Nos tocó, por ejemplo, demoler todo el atrio de la Basílica de Guadalupe, todas las casas que ocupaban lo que hoy es el atrio de la Basílica de Guadalupe las tiramos nosotros; también tiramos toda una ala de la avenida Álvaro Obregón para ampliarla, era un trabajo pesado no era cualquier cosa eso de las demoliciones.

Mi tío se aparecía sólo por la tarde a la hora de la salida a recoger el dinero de la venta. Quien sabe que hacia todo el día. Yo era el encargado digamos que estar allí vendiendo materiales y cuidando que no se los volaran, era su hombre de confianza, y trabajaba los tres meses de vacaciones empezando a las seis y media de la mañana. El negocio le iba bien, pero no muy bien. Recuerdo que estaba asociado con un ex futbolista que se llamaba Justo San Sebastián que además de su socio era su amigazo. Mi tío Guillermo nunca permitió que levantaran un piso si no estaba él presente porque apoyaban la duela sobre vigas y había un hueco abajo donde se podían descubrir tesoros escondidos. No sucedía muy seguido pero si llegó encontrar sus tesoros: monedas de oro que la gente de una generación a otra se olvidaba y se quedaban allí. Recuerdo durante la demolición en la avenida Álvaro Obregón que había unas vecindades muy grandes con escaleras de madera y un día estábamos allí, quitando la madera que había bajo la escalera, y surgieron unos arcones grandotes llenos de rifles, máuseres de un solo tiro que probablemente llevaban escondidos desde la revolución. Eran unos 20 rifles mi tío me los regaló y decidí llevármelos a mi casa. Los limpié, los aceité y los dejé brillando; entonces un día pasaba por casa mi tío Ervey, el hermano de mi mamá que era militar. Los vio y dijo: “no, no, estos rifles son del ejército”, y se los llevó.

Llegaba yo en bicicleta a las seis y media, a la villa de Guadalupe y todavía se podía andar en bicicleta. Era invierno y, los trabajadores y yo, nos amontonábamos alrededor del tamalero, salía un humito acogedor del bote del atole; se nos unía siempre una especie de indigente, que le decían el judío porque era un tipo grandote gordo de pelo largo y medio colorado siempre con un abrigote peludo lleno de toda clase de escuditos metálicos que pepenaba en los basureros. Se nos acercaba para que le compráramos el atole y los tamales, una vez se lo compraba uno y otra vez el otro. Un día el judío no vino y “¿qué pasó con el judío?” “pues fíjate que se murió, allí vivía en una chocita en un callejón por donde pasa el ferrocarril”. Una casita de lámina y cartón donde habían encontrado muerto al judío. Fue una pena porque ya nos habíamos encariñado con él. Luego nos llegó la noticia de que cuando fueron a vaciar su cuartito, en el colchón en lugar de tener guata lo tenía lleno de billetes: salieron toneladas de billetes, mucho dinero.

En ese periodo no íbamos de vacaciones casi nunca, recuerdo sólo una vez en una semana Santa que salimos a Acapulco, nos acompañaba mi abuelita materna Jobita Pérez. Al llegar no encontramos alojamiento y tuvimos que dormir en el coche y regresar al día siguiente. No éramos de muchas vacaciones porque no había recursos.

Casa de Xochicalco 1953

Secundaria 4 Moisés Sáenz

La Prepa y la UNAM

Con recursos ganados con mi trabajo me había comprado mi primer coche una carcachita Ford 1929 con dos asientos interiores y dos atrás que se abrían como una cajuela, tenía muchas mañas para manejarse pero la llegue a dominar, aun en su aspecto mecánico; era como un caballo que solo permite montar a su dueño, nadie más la podía manejar, era 1953 y causaba sensación por su antigüedad, llegaba yo en ella a la Nacional Preparatoria, de San Ildefonso, donde también había estudiado mi mamá, que estaba en el centro, ahí pertenecí a un movimiento político deportivo que era la porra universitaria. Con la porra íbamos a los partidos de fútbol americano para echarle porras a los pumas de la Universidad contra su eterno rival los burros blancos del Politécnico. Al frente de la porra universitaria estaba Luis Rodríguez Palillo, así le decíamos, un fósil que llevaba muchos años allí en la prepa y había recorrido todas las áreas académicas. Palillo era un liderazo y era quien conseguía dinero para comprar suéteres y chamarras para la porra, un hombre muy modesto que jamás se quedó con un solo centavo para él. Recuerdo que era muy hábil y durante los juegos, salía Palillo allá abajo y levantaba una gran ovación y corría todo lo largo, para un lado y para el otro, se echaba saltos mortales y enloquecía a las multitudes. A veces aparecía acompañado por bellísimas porristas que luego llegaban al estrellato cinematográfico ayudadas por él. A pesar de ser inofensivo y una buena persona, Palillo tenía mala fama y era temido principalmente entre quien no lo conocía y por la clase política porque era capaz de levantar a las masas cosa que nunca hizo, porque en realidad era bonachón y muy buen amigo; siempre dispuesto a ayudar al necesitado. Él fue el creador del:

Goya Goya

Cachún, cachún, ra, ra

Cachún, cachún, ra, ra

Goya

     !UNIVERSIDAD¡

De vez en cuando se aparecía por la prepa siempre rodeado de estudiantes contándoles toda clase de anécdotas y chistes. Palillo era muy querido e influyente por propios y extraños en el centro de la ciudad nos llevaba gratis al cine, a la opera, al teatro y a toda clase de espectáculos.

Recientemente acompañado por dos de mis hijos nos lo encontramos en un restaurante del sur de la ciudad se sentó un rato con nosotros a recordar viejos tiempos, nos enteramos que a raíz del movimiento del 68 y a pesar de ser inofensivo, el presidente Echeverría lo exilió a Paris junto con otros líderes estudiantiles donde estudió psicología a la sazón trabajaba en el canal 13 de televisión.

En aquel entonces creíamos que se jugaba bien al futbol americano aquí en México. Pero cuando se abrió el México City College aquí en México e formaron su equipo de fútbol, trajeron un jugador de Estados Unidos, un chicano de nombre Alex Esquivel, y, a ese no lo alcanzaba nadie, es uno de los más extraordinarios jugadores que he conocido. En México se jugaba buen fútbol americano pero nada comparado con los Estados Unidos.

En esos años también me apasioné por la música. Yo oía mucha música clásica en casa porque mi hermana estaba todo el día tocando piano (toda su vida estudió piano y fue también concertista). Mi papá de repente en la noche tocaba el violín y ponía discos y le encantaba la música clásica. Asistíamos también a muchos conciertos. Era lógico que a mí fuera de casa no me interesara oír música clásica. En esa época me gustaban mucho los Panchos, me parecía que eran verdaderamente la perfección absoluta, les oía y decía “no se pueden hacer las cosas más perfectas de lo que están cantando esos bárbaros”. Eran buenísimos. Luego me llegaron a interesar mucho los otros tríos: Los Ases y todos los demás.

Después de la preparatoria me fui a la UNAM. Se estaba iniciando la Ciudad universitaria, estaban cambiando las facultades del centro al sur de la ciudad con una gran desorganización, a mí me tocó el segundo año de inaugurada. Entré a la facultad de ingeniería y estuve dos años. Recuerdo que yo estaba muy a gusto porque algunos estudiantes somos muy irresponsables y no se nos exigía mucho: un profesor que nunca iba para nosotros era una maravilla y que además sacáramos 10 de calificación, era lo máximo, el paraíso. Allá hice muy buenos amigos, sobre todo yo tenía un grupo de cinco amigos que siempre andábamos juntos en la CU. Felipe Peña, de Durango, Rolando Rosales, del DF, Reginaldo de la Rosa, de Hermosillo Sonora, Arellano del DF, Heberto González Cavazos, de Ciudad Victoria Tamaulipas este ultimo amigo desde la secundaria. Recuerdo una anécdota durante las clases de dibujo constructivo. El maestro, en cada clase nos ponía a hacer un trabajo que calificaba; tres de mis amigos siempre sacaban diez y yo sacaba ocho, no les llegaba. El maestro calificaba por rapidez y por calidad, el primero que le entregaba el trabajo le marcaba con 1 y luego seguía con 2, 3 etc. Después de acuerdo a esos números calificaba tomando en cuenta también la calidad. Tres de mis amigos siempre entregaban los primeros y yo me preguntaba “pero bueno ¿cómo le hacen?”. Un día me senté junto a uno de ellos y me empecé a fijar como dibujaba; la técnica era buscar puntos con una serie de fórmulas y trazar una raya entre ellos. Observando a mi amigo noté que ponía el punto a ojo y por allí trazaba la línea, por eso iban tan rápido. Entonces yo me dije “caray”, decidí hacer como ellos y empecé también a sacar 10. Saqué la conclusión de que si la técnica es importante, la cosa práctica también lo es.

El director de ingeniería, que después fue rector de la Universidad, era el ingeniero Barros Sierra. Yo no sufría a ese señor porque nunca fue, poquitas veces se le veía por la facultad, era un tipo presuntamente muy irresponsable. Al parecer yo soy el único que tiene esa opinión de él porque inclusive le dieron la famosa medalla Belisario Domínguez.

Estaba yo en segundo año de Ingeniería cuando mi papá me oyó platicar que era un verdadero desastre aquello, de que los maestros fallaban mucho y del maestro de álgebra que no había ido nunca a dar clases y habíamos sacado todos 10. Entonces él se escandalizó y acabando el año me dijo “aquí no vas a aprender nada” y, a pesar de que no tenía recursos, casi sin consultarme, y para fortuna mía, sin más ni más, me inscribió en una escuela de ingeniería y me mandó a estudiar a San Francisco, California.

Algo parecido pasó a mi hijo Humberto en la Universidad Ibero Americana, en el área académica abundan los irresponsables, por lo menos en este país, Humberto se tuvo que ir a estudiar su carrera de Ingeniería electrónica en California USA, también para su fortuna.

Los amigos de la UNAM, agosto de 1955 Felipe Peña tomó    la foto

La universidad en San Francisco

Me fui a Estados Unidos, donde nunca había estado, y, como en aquella época eran aviones de hélice, entre paradas y cambios de vuelos tardé como 18 horas en llegar a San Francisco. Llegué hecho pedazos y además iba yo bastante nervioso. Recuerdo que era un domingo, tomé un camioncito del aeropuerto al centro de la ciudad y estaba desierto, todo cerrado. Además traía yo un problemón porque mi equipaje no había llegado, me encontré por primera vez en Estados Unidos, solo, desorientado y sin entender lo que decían. A pesar de que yo creía saber inglés, no entendía nada. Entré a un hotelito donde, para mi buena suerte, el encargado era un italiano. Nos las entendimos más bien en italiano que en español y me dijo “no te preocupes, voy hablar al aeropuerto para que recuperen el equipaje”. Efectivamente llamó y ya cuando me desperté, a la mañana siguiente, estaba el equipaje en la puerta. Entonces pagué el cuarto y le encargue el equipaje al italiano. Me fui a la escuela donde me iban a recomendar una casa de huéspedes.

No era una universidad sino un colegio donde se estudiaba ingeniería mecánica, ingeniería eléctrica y arquitectura, creo que nada más. Después de dar todos mis datos e inscribirme, les pedí que me recomendaran una casa de huéspedes. Me mandaron a una casa victoriana muy bonita, en la esquina de California y Franklin, a unas cinco cuadras de la escuela se llamaba The Grey Lodge. El cuarto lo tenía que compartir con otros dos estudiantes porque era más barato. Tuve la suerte de tener buenos compañeros de cuarto. Con el que más amistad hice era Richard Hope, un alemán mayor que yo que había estado en el ejército americano y que ya licenciado del ejército el gobierno le pagaba los estudios. Enseguida me trató como si fuera yo su hermano menor, pero el pobre aunque estaba bastante más grande que yo no había estado antes en ninguna otra escuela técnica y le costaba mucho trabajo. Él me protegía y me enseñaba a cuidarme y yo le ayudaba en los estudios. Con él todavía tengo algunos contactos.

La primera vez que entré en una clase me dije “no pues esto va a ser un verdadero desastre, va ser una calamidad. No voy a entender nada”. En la clase me hablaban los muchachos y yo no entendía nada. Luego, cuando entró el profesor y empezó la primera lección resulta que entendí todo. Todos los profesores hablaban un lenguaje claro porque sabían que tenían allí estudiantes internacionales y hacían la clases muy comprensibles.

Allá cambie de ingeniería civil que había hecho en la UNAM a ingeniería mecánica y tuve excelentes profesores, mucha seriedad y unos textos muy buenos. En esa escuela era puro estudio ahí no había tiempo prácticamente para otra cosa. Iba en serio y la gente estudiaba; había muchos licenciados del ejército llamados GI´s a los que el gobierno les pagaba los estudios que tenían verdadera necesidad de aprender. Algo que lamenté es que en ese colegio no se hacía deporte.

En la casa de Huéspedes nos daban de comer entre semana pero los sábados y los domingos no había comida y había que salir a comer fuera. Entonces yo empecé a buscar por ahí restaurantillos baratos donde poder comer y los fines de semana casi hacía yo una sola comida al día porque no había mucho dinero. Por suerte en ese entonces no era yo muy hambreado. Conocí en la escuela a un guatemalteco Harold Turton nos hicimos bastante buenos amigos. Él era hijo de inglés y guatemalteca y entendía muy bien el inglés pero en la escuela no entendía mucho porque venía directo de la preparatoria y no había hecho los dos años que había hecho yo en ingeniería, entonces de repente tenía yo que ayudarle un poco. Nos empezamos a llevar muy bien y recuerdo que los fines de semana nos íbamos a un bar a tomar una o dos cervezas, no nos alcanzaba para más porque la cerveza costaba 25 centavos. Entonces tomábamos una cerveza, luego otra y vámonos porque no hay para más. Finalmente al, segundo  año acabé por cambiarme a la casa de huéspedes donde él vivía y los dos trabajábamos 2 horas diarias por cuarto y comida, lavando platos o sirviendo mesas, cocinando el desayuno y hasta a veces tendiendo camas.

Realmente estuve muy contento, era un muy buen colegio técnico, con óptimo sistema de enseñanza. No era como en México donde había puro chamaco, y con los que yo me juntaba eran además chamacos que tenían cierta posición económica y no tenían mucha necesidad. Allí no había vagancia, los profesores no faltaban y todo el mundo se comportaba y aprendía. El que no corría volaba. No quedaba más remedio que entrar en el sistema y para mí fue una extraordinaria buena experiencia.

Ahí Me di cuenta de porque los americanos son lo que son y han llegado donde han llegado: es otra cosa, allí no hay política, no hay favoritismos de ninguna clase, nadie copia. Hay solamente enseñanza técnica y resultados.

Al regresar a México volví a la casa de mis papás en la Colonia Narvarte. Encontré otra situación, trate de ver a mis amistades unos andaban por otro lado otros se habían maleado, ya no encontré con quien convivir.

Sucedió un episodio trágico con un vecino de la colonia Narvarte, un muchacho de apellido Tapia que vivía enfrente de nosotros y estaba un poco sobreprotegido. Era un poquito más chico que yo pero era muy buen deportista lo dejaban salir conmigo cuando había deportes, jugábamos fútbol americano y era muy bueno. Cuando regresé de Estados Unidos pregunte por él “y donde está Pepe”, entonces me dijeron “fíjate que Pepe está en el hospital”  “¿qué le pasó?” “pues se pegó un balazo por accidente” “¿cómo se pegó un balazo?” “si, andaban en un pueblito de farra con un grupo de amigos, en alguna fiesta de esas del pueblo. Pepe traía una pistola y un policía trató de quitársela y en el forcejeo se pegó un balazo en el estómago”. Decidí ir a visitarlo y al día siguiente estaba pidiendo la dirección del hospital y me dicen “no, ya no vayas, ya se murió” “¿cómo que ya se murió?” “si, ya se murió” “¿qué pasó, se le complicó algo?”. Entonces me contaron el chisme: él estaba recién operado y supuestamente habían llegado a verle los cuates aquéllos con los que iba de farra. Llevaron la botella al cuarto del hospital y entonces Pepe bebió alcohol y le vino un shock y se murió”. Con esas cosas me empecé a topar, algo que yo no había dejado cuando me fui a San Francisco.

Mi amigo Jorge Gabriel se había ido a la facultad de leyes y nos habíamos separado un poquito; luego se caso con una gringa y nunca aprendió inglés, se dedicó a su trabajo de abogado en Pemex y yo ya me enfrasqué en mi propio negocio. Nos veíamos de vez en cuando el trabajo nos absorbió materialmente y ya de casados de repente nos veíamos pero bastante poco. Yo regresé de Estados Unidos a los 21 años y me casé a los 25, tuve poco tiempo de vida social de soltero.

María de la Luz

Conocí a Luz gracias a un amigo mutuo, fuimos compañeros y vecinos desde la secundaria hasta la universidad, se llama Eduardo de la Fuente Lavalle. Recuerdo que estábamos jugando frontenis y me dice “oye, acompáñame a felicitar a una amiga, es su cumpleaños” “no, estás loco, ni siquiera nos hemos bañado, andamos sudados y en pants”, “no, no, vente, es de confianza”. Me llevó a regañadientes, a la puerta de su casa y la vi. Ni siquiera entramos porque no estábamos presentables y mi amigo me la presentó diciendo: “yo creo que ustedes se van a llevar bien, y a ti te va a hacer caso porque son igualitos, tienen ideas de derecha los dos”. Fue un flechazo a primera vista.

Enseguida nos hicimos novios, prácticamente fue la primera novia que tuve, las otras fueron noviecillas que ni cuentan. El inicio de nuestra relación fue difícil sobre todo por sus papás, eran una familia chapada a la antigua y yo tenía cierta mala fama injustificada. Para mí esa fama fue un misterio: yo tenía mi propia independencia, ya estaba trabajando y tenía mi negocio. Entonces si tuvimos discusiones porque no la dejaban salir conmigo y yo no comprendía por qué le ponían tantas restricciones. Empecé a tener dificultades con ellos y me agarraron mala voluntad.

No nos dejaban solos, íbamos a misa pero siempre acompañados no salíamos prácticamente a ningún lado. De repente los domingos salíamos con la familia de ella a una casita que tenían por la carretera de Cuernavaca, allí se paseaba por el campo y de repente nos escapábamos pero a escondidas.

Creo que ni le pedí matrimonio, nomás un día le dije “ya nos vamos a casar”. Las dificultades con la familia de ella llegaron al grado que tuvimos que acelerar la boda: teníamos planes para casarnos en una determinada fecha que tuvimos que rebajar a la mitad.

La boda fue en la iglesia Santa Rosa de Lima de la colonia condesa. Primero había sido el matrimonio civil en casa de los papás de ella, recuerdo que parecía un funeral, todos con caras largas, porque de veras pensaban que se estaba casando con un delincuente o algo así. Al día siguiente fue el matrimonio religioso. A ella y a mí no nos importó gran cosa sus caras largas, andábamos en otro mundo.

Para nosotros el periodo antes del nacimiento de nuestro primer hijo fue un shock fuerte, nos la vimos difícil porque la verdad es que no teníamos ayuda y consejo prácticamente de nadie. La familia de mi esposa no la apoyaba, decían que estaban muy ocupados, estábamos solitos completamente, trabajábamos todo el día y nos sentíamos desamparados. Afortunadamente fuimos con el muy humano doctor José Manuel Septién que tenía un sanatorio de maternidad en las Lomas de Chapultepec llamado Santa Teresa, allí había ido mi hermana a dar a luz su primer hija. Nos dieron muy buena atención y además era bastante económico. Mi esposa y yo éramos gente demasiado responsable y aunque no tuvimos el más mínimo problema nos sentíamos verdaderamente nerviosos. Tuvimos mucha suerte de dar con el Dr. Septién. Hoy el sanatorio pertenece al grupo Medica Sur y lleva el nombre del Dr. Septién

Luego en realidad fue una fiesta, una gran alegría y felicidad; recuerdo que mis suegros, que me veían mal, me empezaron a ver bien y se emocionaron con el niño. De ahí en adelante llevamos una buena relación con la familia de mi esposa. Mi suegra llegó verdaderamente a adorarme y yo a ella, ella no tuvo hijos varones entonces mi hijo para ella fue algo maravilloso, e incluso a mí más que como yerno, me llegó a ver como hijo. Nuestro hijo Humberto vino a componer todo.

Mi esposa empezó a trabajar conmigo desde el principio, ella es muy organizada cosa que a mí no se me da, creo que hicimos una buena pareja. Ya cumplimos 50 años de casados.

La boda

El Malpaís

Recién casados, vivimos en un departamento alquilado en la colonia Narvarte, pero mi esposa no estaba a gusto en él. Luego, como al año, conseguimos una casa, ahí en la misma colonia Narvarte. Nos cambiamos pero tampoco le gustó y después de otro año pasamos a otra casa que fue la última que tuvimos en alquiler.

Entonces empezamos a buscar casas o terrenos pero no teníamos suficiente dinero y queríamos hacerlo a crédito. Después de mucho buscar la única parte donde podías comprar un terreno a crédito era el Pedregal de San Ángel. Estaba muy accesible porque nadie lo quería en aquel entonces, hace cerca de 50 años; nos dieron 10 años y un terreno de mil y pico metros muy barato. La compramos con muchas dificultades porque éramos gente de trabajo, mi esposa trabajaba conmigo y trabajamos hasta la noche todos los días, incluyendo fines de semana.

Yo entonces era vendedor de mi propia empresa, en la calle, y visitaba clientes, entonces tuve la ocasión de conocer algunas casas en el Pedregal y me gustaron muchísimo. La mayor parte eran de los que hoy son arquitectos famosos: Max Cheto, Luis Barragán Antonio Atolini, Francisco Artigas y entre ellos destacaba un arquitecto muy joven, que se llamaba José María Buendía y cuando recién compramos el terreno, a la semana, como por arte de magia ya me estaba hablando el arquitecto Buendía para ofrecer sus servicios. Le dije que nosotros no éramos gente de recursos pero él “no, no se preocupe, mire déjenme enseñarles algunas casas”. Precisamente nos llevó a las casas que ya conocía y me pareció un sueño porque era un arquitectazo, quien sabe a qué grado artístico llegaba. Yo le repetí que no tenía recursos y me dijo “ahí vamos poco a poquito, yo le garantizo buenos precios”. Total que luego luego nos aventamos.

El arquitecto se reveló como una persona muy consciente y nos consideró mucho y así, empezamos a hacer la casa y la acabamos bastante rápido: nos tardamos un año y medio. Yo conocía también un decorador en mi trabajo y lo fuimos a ver, era un arquitecto decorador suizo que hacía hoteles que nos recomendó a uno de sus asistentes. Era un americano nacido en Bélgica que se llamaba Omer Claiborne, hermano de Liz Claiborne de la marca de ropa americana. Resultó un extraordinario decorador, muy consciente y muy decente. Nos quedó una casa preciosa y con nada la hicimos porque dimos con gente buena, gente honrada y profesional. La casa del Pedregal ha visto jugar felices a nuestros hijos y a nuestros nietos y allá vivimos aún.

El pedregal es un fraccionamiento único en el mundo su paisaje fue bautizado como “el mal país” y ha sido motivo de inspiración de grandes artistas del siglo XX, como Diego Rivera, Gerardo Murillo “Dr. Atl”, Carlos Pellicer y Armando Salas Portugal. El lecho rocoso volcánico oculta actualmente los vestigios de una de las primeras civilizaciones que habitó el Valle de México, se trata de los restos arqueológicos de Cuicuilco y las pirámides periféricas ubicadas en la Villa Olímpica.

Durante siglos, la zona del Pedregal de San Ángel fue vista como un lugar inhóspito e inaccesible, hogar de delincuentes, bestias y alimañas. De hecho, cuenta la leyenda que la zona era sitio de destierro en la época de los aztecas, quienes fueron enviados allá con la finalidad de que murieran mordidos por las víboras de cascabel que ahí abundaban, ese pueblo indómito en lugar de eso se comieron las culebras. Ahí se construyo la Ciudad Universitaria de la UNAM.

En los primeros años de matrimonio a mi esposa y a mí nos gustaba salir de la ciudad con los hijos y solíamos ir a Cuautla. Allí íbamos al hotel Vasco, pero encontrábamos una serie de incomodidades y cosas que no nos gustaban. Empezamos a pensar que había que conseguir algo por allí. Un día que comíamos en Cuautla en un restaurante que era una palapota, se llamaba Las Chozas, le pregunté a uno de los meseros si conocía algún terreno en venta. Me dijo que conocía a una persona que vendía terrenos quien nos llevó a un pueblito que se llama Cocoyoc, cerquita de Cuautla y extremadamente accesible. Allí vimos un terreno de unos 30,000 m² que vendían también a crédito y sin intereses a un precio bajísimo. Se lo compramos a don Eleuterio, un ejidatario cañero, con un acuerdo a la palabra y lo pagamos puntualmente sin ningún problema. Construimos una casa tipo hacienda antigua la bautizamos como la Santa Cruz, allí nos hemos dedicado en distintas épocas a los caballos, la natación, las motos de campo, la crianza de pavorreales y cultivamos un jardín botánico de cactáceas, y otro de palmas, cada año procuramos sembrar maíz que nos dura todo el año y lo compartimos con los trabajadores domésticos. Cocoyoc tiene un clima excelente y muy caluroso todo el año. Creo que a toda la familia le fascina.

Hacienda de la Santa Cruz Cocoyoc Morelos 2009

Hacienda de la Santa Cruz (2010)

Coronado

Teníamos la idea de comprar algo en California y después de unos años vimos una oportunidad en San Diego, California en un lugar llamado Coronado; porque estaba muy barato, y decidimos comprar un departamento allá. Lo compramos a 30 años y la realidad es que fue un acierto porque es un lugar precioso y desde entonces se ha compuesto mucho y se ha valorado extraordinariamente la propiedad.

Cuando compramos el departamento nosotros no conocíamos a alguien que hubiera vivido allá, y al principio teníamos muchas dudas y preocupaciones. Llegamos con los hijos, estábamos asustados decíamos “a ver si les gusta y si lo vamos a poder pagar”. Recuerdo que la primera vez nos instalamos en el departamento ya tardecito y en la noche le dije a mi esposa “ahorita vengo” y nervioso me bajé solo a dar un paseo junto al mar , seguí por un caminito delante de los edificios; me encontré con una persona que se me acercó y me dijo: ¿“eres mexicano?”; “sí, ¿tú también?” “sí, también; ¿acabas de comprar un departamento aquí?”; “sí”, y continuó: ¿“no la regaríamos?”; “pues a lo mejor sí” —dije yo— tengo mis dudas porque me dicen que las propiedades en California no suben de precio, no hay plusvalía”; “claro, pues así sí la regamos”.

A la vuelta de 20 años ya se había revalorado eso como unas 20 veces y con este señor ya éramos amigos y un día le dije: “oye, ¿qué paso?, ¿nos equivocamos verdad?, al revés, ¡no la regamos!”

Años después mi hijo Humberto se fue a estudiar allá y mi esposa estaba muy inquieta “¿qué le va a pasar al muchacho?”. Entonces le dije “bueno, pues vamos allá. Dejamos gente de confianza y nos vamos”. Dejé los dos o tres negocios que teníamos encargados y nos fuimos el año entero allá. Estuvimos muy a gusto porque aprovechamos para estudiar. En aquel entonces empezaban las primeras computadoras y decidimos estudiar computación en una universidad que se llama University of La Verne Coronado, CA que está dentro de la base naval de la aviación en Coronado. Nuestros compañeros allí eran todos soldados.

Después completamos Luz y yo estudiando en la extensión para adultos de la Universidad de California en San Diego e hicimos una carrera que se llama ingeniería en micro computación.

Coronado, California (diciembre, 2010)

Humberto Trejo González

Sus hijos

Humberto

Me relacionaba mucho con papá de chico, debo haber tenido como cinco años, porque me gustaba montar a caballo y entonces él me llevaba a montar y yo iba con sus amigos y con él a sus cabalgatas. De adolecente jugué mucho frontón con su grupo de amigos, de adulto llevamos 25 años trabajando en la empresa familiar apoyándonos mutuamente

Creo que he tenido la fortuna de haber convivido estrechamente con papás, abuelos y bisabuelos bien administrados y trabajadores, que no se han salido de ahí y no han divagado. Aunque han logrado ciertos éxitos, nunca se han mareado, ni han perdido su sencillez.

Adriana

Mi papá ha sido un padre muy cercano y muy presente en todo momento. Todas las vacaciones y todos los viajes, a pesar de que era un hombre que trabajaba mucho y muy exitoso, estaba presente siempre. Siempre me acuerdo mucho de él montando a caballo como un charro domando casi a los caballos, con su sombrero siempre. Él quiso que yo hiciera todas esas actividades que a él le gustaban y aunque a mí de repente me daba miedo el caballo él me enseñó a montar y lo logró. Le gustaba que, tanto mis hermanos como yo, entráramos a todo y yo le entre a fin de cuentas a todo; aunque a veces iba yo en ancas y me tenía que agarrar hasta con las uñas pero allí iba. Recuerdo en una ocasión que iba yo con mi papá, muy chica, íbamos trotando o galopando y, de repente, al caballo se le falsearon las patas. Nos íbamos para abajo y estuve a punto de salir volando pero mi papá me agarró. Allí me hizo macha aguantando todas esas cosas.

También me enseñó la pasión por la lectura porque él es un hombre que siempre está leyendo algo o está contando una historia. Sabe de todo es buen conversador y tiene una gran pasión por platicar y yo creo que esa parte se transmite de generación en generación. Es un hombre que en las comidas le gusta platicar, hablar profundamente, filosofar. Tres cosas importantes que me ha enseñado mi papá son la valentía y la tenacidad y la honestidad.

Gerardo

Mis puntos de encuentro con mi papá han sido, sobre todo la parte empresarial que me inculcó desde chiquito y la parte de participación ciudadana a través de la Coparmex, es en lo que más he coincidido con él. Fui muy afortunado de que me haya llevado a la Coparmex porque ahí me hizo crecer en esa dimensión de participación y de responsabilidad social que no hubiera yo conocido sin él.

Otro punto de conexión con mi papá fue el deporte. Mi papá jugó mucho squash de joven y también llegó a jugar frontón con la mano de muy joven. Recuerdo que algunas veces lo acompañaba a jugar squash y yo jugaba un poquito pero sobre todo jugábamos frontón en un frontón corto.

Fernando

La enseñanza más importante de mi padre creo que es la honestidad, básicamente la honestidad con uno mismo y con los demás. También me ha enseñado la persistencia, la capacidad de aguante y tenerle fe a algo; saber que tarde o temprano lo conseguirás. Como que el camino largo siempre es el mejor, es el bueno el que te va a llevar a la meta mientras el camino corto es una ilusión y no llega a ningún lado.

Él

No tengo un orgullo especial, el orgullo de mi familia nada más. Lo que no tengo mucho tampoco es arrepentimiento, creo que se me han cumplido todos mis anhelos, yo creo que sí me dieran la oportunidad de vivir la vida otra vez, haría exactamente lo mismo, creo que no le cambiaría yo nada.

Si pienso qué cosa quisiera que recordaran de mí respondo: nada. Eso de andarse acordando de lo que uno fue no trae más que problemas, dicen que la depresión la causa la historia en exceso, acordarse mucho de lo pasado.

La descendencia

La casa de familia del Pedregal

Fernando

Tengo muchos recuerdos de la casa del Pedregal. Es una casa muy grande, tiene sótanos y tiene recovecos entonces para mí era la travesura de vamos a meternos al sótano hasta atrás a ver que hay y vamos a explorar allá. Yo era chico, una edad donde poder explorar en tu propia casa y jugar en los espacios tan grandes era maravilloso. Tenía un patio que daba para andar en bicicleta o en patineta y tenía un jardín tan grande que se podía jugar hasta béisbol con espacio hasta para poner las bases. Entonces para mí era que llegaran los vecinos de mi edad a jugar al béisbol o a fútbol. Estaba todo tan grande que podíamos hacer todo sin salir.

Tenía dos vecinos un poco más grandes que yo de casas justo enfrente. Uno era José Emilio Cano, también tenía una familia interesante, contaba que su abuelo había sido piloto aviador, ir a su casa era siempre una aventura: eran también muy grande, había muchos cuartos y muchos recovecos y armas también, uno sacaba el rifle del papá y el arco y otras cosas. También tenía un perro que se llamaba Pirata que era un bull terrier muy bravo y muy así como temido y recuerdo que cuando íbamos a su casa sacaba el Pirata para asustarnos. Todos teníamos perros de raza, digamos interesantes, exóticos, bulldog, terrier, entonces era ir a ver qué hace el perro del vecino y jugar con los perros. Yo tuve muchos perros en la casa del Pedregal, el que más recuerdo es un bulldog que se llamaba Bull y luego sus hijos se llamaban Alan y Brun.

Mi otro vecino se llamaba Eduardo Puig, su papá era español  y casi no se le entendía porque hablaba catalán en casa. En esa casa era el misterio del alcohol porque su familia se dedicaba a vender alcohol y tenían allí todas las botellas del mundo. En el barrio para nosotros cada casa tenía algo exótico, una tenía las cosas del alcohol otra los perros otra los caballos otra la tele con los videos.

En esas casas había siempre cosas que no había en México: el video o la tele que no había en México, las fotos de viaje a países lejanos, era como un mini Disneylandia lleno de recursos para nosotros que entonces éramos niños entre siete y nueve años .

El Pedregal era un barrio donde no se podía salir a la tiendita de la esquina pues no hay más que casas y residencias, entonces también era la travesura de irnos en la bici más allá de los límites permitidos, andar un poco más lejos. Íbamos con los perros y con radios de comunicación que de repente alguien había traído de los Estados Unidos y a ver hasta donde llegamos y hay que regresarnos rápido porque ya van a llegar las mamás y nos van a descubrir. Recuerdo que había un parque allí, que hasta la fecha sigue abandonado, y nos gustaba meternos, la aventura de saber que estábamos en un lugar donde no había nada y peligroso, había hasta víboras. Recuerdo que allí de repente nos encontrábamos a un vagabundo que dormía dentro de las rocas y que allí vivía y entonces salimos corriendo asustadísimos.

Gerardo

Bueno yo nací en la casa del Pedregal y viví toda mi vida en esa casa hasta que me casé. Me acuerdo que de chico mi mamá me hacia las fiestas de cumpleaños bastante padres y espectaculares, había mucho espacio para poder invitar a los amigos.

En la escuela casi todos mis amigos venían del Pedregal o de por ahí cerquita. Se podría decir que somos nativos del Pedregal. Recuerdo que regresando en camión de la escuela yo me echaba todo el recorrido del Pedregal, hacía entre media hora y 45 minutos, e íbamos dejando a todos mis compañeros. Entre los vecinos, me acuerdo que mis hermanos se llevaban mucho con los Bustamante que vivían enfrente y eran un poco más grandes que yo. También había otros vecinos, los Cano Escalante, que tenían dos hijas una de ellas más o menos de mi edad; cuando iba yo en el kínder algunas veces me invitaba a jugar a su casa. Me acuerdo que no me gustaba ir porque ella tenía una casa de muñecas y quería que jugara con ella, pues como iba a jugar yo a las muñecas; como me invitaban muchas veces tenía que hacer el compromiso y pues alguna vez termine allí jugando con la casa de muñecas de la vecina, los vecinos de al lado eran alemanes los Bansen y su hijo Olaph, mi amigo.

Adriana

Era una casa preciosa, muy adelantada para su tiempo, con un patio grande un garaje grande y un jardín también muy grande y muy bello. Nuestros vecinos de enfrente eran los Bustamante, una familia muy grande que tenían creo que 8 hijos. Por edad, para cada uno de nosotros, había un hijo Bustamante, pero Olga que era de mi edad era medio calladona y entonces realmente con los que entable más amistad fue con los amigos de mis hermanos, Jesús y Julio. Nuestro patio era muy grande y se prestaba mucho para poder andar en la bicicleta y nos la pasábamos andando en bicicleta y en patines y jugando a los policías. Recuerdo que yo era entrona de la bicicleta y era nuestro instrumento de diversión allí en el Pedregal. Eran unas tardes lindas.

También nosotros íbamos a su casa a jugar, recuerdo que tenían un jardín más pequeño y como muy misterioso y más oscuro que el nuestro, con una chayotera enorme. Era muy divertido.

Humberto

El Pedregal surgió en un periodo, después de la guerra, cuando la economía estaba estable y creciendo al grado que se le llamo “El milagro mexicano” 12 años de estabilidad económica.

Había terrenos muy grandes y se construyeron casas muy especiales surgió así el estilo arquitectónico del Pedregal.

El Pedregal, bautizado por los mexicas como Tetlán, lugar de piedras, Texcallan, paraje de rocas, y el Malpaís por los conquistadores.

Lava ardiente arrojada por el volcán Xitle (2000 años a.c.), cubrió 15 Km. de largo y 80 Km2 en algunas parte con hasta 10m de espesor, fue la que lo originó y devastó una civilización, fauna y flora; que luego renaciera en nuevas especies endémicas, únicas en el mundo

Los pintores plasmaron su belleza, los fotógrafos como Armando Salas Portugal capturaron la hermosura del lugar,  También Federico Gamboa, con su novela “Santa” (1903), Martín Luis Guzmán con “La Sombra del Caudillo” (1929), describieron el paisaje del Pedregal, José María Velasco, Joaquín Clausell, Gerardo Murillo, -mejor conocido como el Dr. Atl- Diego Rivera, José Clemente Orozco, inmortalizaron el paisaje agreste del Mal país.

Cotidianamente veíamos turistas extranjeros asomados por encima de la barda de mi casa que no era alta, admirando y fotografiando la arquitectura y los lava gardens únicos en el mundo. Hoy ya no llegan porque las bardas crecieron en altura.

Hubo arquitectos famosos que cooperaron a perpetuar la arquitectura Pedregal con sus “lava gardens”: Luis Barragán, Antonio Atolini, Francisco Artigas, Matías Goeritz, José María Buendía, Max Cheto, Alonso Rebaque, Jaime Cevallos.

En mis recuerdos de infancia, en los sesentas, en el Pedregal prácticamente no transitaban coches. No había casi tráfico, de San jerónimo hacia Cuemanco, por el paseo del Pedregal y aun menos por dentro del Pedregal. Nosotros teníamos caballos allí y andábamos a caballo por todo el Pedregal, nos íbamos por San jerónimo a los Dinamos, al valle de las monjas y al Ajusco. Muchos amigos y vecinos tenían caballos en el sur de la ciudad en esa época, era algo común. Entre ellos la Familia de Oscar del Valle, los Álvarez Malo, Los Saldaña, los Gutiérrez Prieto, los Atolini, los Villaseñor y muchos otros. El Pedregal tiene su propio Lienzo para practicar la charrería.

Ya en los setenta, cuando abrieron la carretera al Ajusco, se empezó a poblar el sur y el cerro del Ajusco, que era zona ecológica.

En el Pedregal teníamos varios vecinos famosos. A una cuadra vivía el cineasta Ismael Rodríguez  Dirigió a muchos actores, enter otros a Pedro Infante, Dolores del Río, María Félix y a Toshirō Mifune, En la esquina vivía el Buqui, recuerdo que llegaba en su Mustang amarillo; en la calle Peñas vivía la Tigresa y más allá arriba, por Fuentes, vivía la esposa de Enrique Guzmán, Silvia Pinal. También vivían muchos políticos: Díaz Ordaz, López Portillo; muchos subsecretarios y políticos priistas. Era yo niño y entonces pues no me acuerdo de los nombres pero recuerdo que, como andábamos mucho en bicicleta se veían por ahí los famosos. A la par de muchas familias clase media que aprovecharon comprar con facilidades de crédito.

Los fraccionadores del Pedregal eran la familia Bustamante: Luis Bustamante y Alberto Bustamante. Tenían ellos muchos hermanos, medios hermanos y sobrinos y entonces el Pedregal estaba lleno de familiares, sobre todo primos de los Bustamante por todos lados. De hecho nuestros vecinos de enfrente eran Bustamante Marín: Julio, Jesús, Rafael y sus hermanas. En la familia eran músicos y Rafael era el director del coro de la Iglesia del Pedregal y después se dedicó a la música (sigue siendo el director musical del cantante Emanuel Acha. Era una familia muy numerosa e  importante en el Pedregal. Algunos de nuestros amigos y vecinos trabajaban en la inmobiliaria de los Bustamente: Adrian Aguirre, Higinio Arias, Abelardo Bravo, Ibarrondo y otros.

En el Pedregal estaban también nuestras escuelas. Mi hermana Adriana fue al colegio del Sagrado Corazón, un colegio de monjas, que estaba cerca de casa. Mis hermanos y yo fuimos al colegio Simón Bolívar, un colegio religioso católico de hermanos Lasallistas. El Simón Bolívar estaba en la parte de arriba del Pedregal donde entonces había muchos terrenos vacíos y recuerdo que los viernes en la tarde varios de los alumnos se regresaban a su casa en bicicleta, en patines o a caballo. Era prácticamente el campo.

Después yo y todos mis hermanos fuimos al INHUMYC, Instituto de Humanidades y Ciencias, que estaba en Tlalpan y era una escuela mixta de los Misioneros del Espíritu Santo, ahí también estudian los que van para sacerdotes. En esa escuela muchos de nosotros conocimos a nuestros futuros cónyuges Tanto los Lasallistas como los del Espíritu Santo eran la parte liberal de las escuelas religiosas, no eran demasiado conservadoras ni recalcitrantes, había mucha libertad y, aparte de la cuestión académica daban mucho realce a los valores humanos e introducían los valores del deporte y de la cultura; ambos tenían estrecha relación con la Iglesia de la Santa Cruz del Pedregal. Fueron escuelas importantes para nuestra formación como personas y también en la dimensión religiosa.

Muchos de los amigos y de los compañeros de mis hermanos y míos son del Pedregal y fueron a esas escuelas y frecuentaron la Iglesia del Pedregal. La mayor parte siguen viviendo en la zona, en el sur. Convivimos con muchos sacerdotes misioneros del Espíritu Santo amigos de la familia, recuerdo con cariño a los padres Nacho Díaz de León y Eugenio Sánchez.

Colegio Simón Bolívar

Los Díaz Ordaz

Humberto

Durante mis años de estudio en el colegio Simón Bolívar del Pedregal, desde primero de primaria hasta prácticamente la prepa, tuve como compañero al nieto, en ese tiempo su único nieto, del Presidente Díaz Ordaz. Era un cuate muy a todo dar, muy sencillo considerando que era el nieto del presidente, y sumamente aplicado en la escuela, muy inteligente y estudioso, muy bueno para aprender.

Recuerdo que junto con él y un grupo de amigos de la primaria tomábamos todos los años cursos de verano del colegio con un profesor que era un militar del Estado mayor presidencial, se llamaba Noé Pavón. A diario nos íbamos con él. Recuerdo que era un gran maestro de educación física y nos enseñaba atletismo, box, esgrima, remo, pista y campo, prácticamente todos los deportes del pentatlón. Durante estos cursos de verano íbamos a muchas partes, teníamos acceso a todas las instalaciones deportivas y a todos los museos me imagino que por su cargo le abrían las puertas en todos lados. Íbamos a Chapultepec, al bosque de Tlalpan, a las cavernas de Pedro el Malo que median varios Km. debajo del Mal Pais, a todos los museos e inclusive a la escuela de armas,de los Pinos.

El profesor Pavón nos enseñaba también la historia pero desde un punto de vista de los valores y del patriotismo. Nos llevaba al castillo de Chapultepec y nos explicaba pero yo no entendía por qué Juan Escutia uno de los niños héroes se había aventado del castillo envuelto en la bandera, yo me decía “el muy tonto, porque se habrá aventado” y me preguntaba que representaba eso. Él nos explicaba que intentaba defender a la patria, el patriotismo y los valores patrios.

Entonces conviví mucho con el nieto del presidente Díaz Ordaz en ese tiempo, en los sesentas, y muchas veces íbamos a jugar a la casa de Díaz Ordaz 30,000 m2 en la cerrada de Risco allí en el Pedregal, una casa bellísima construida por el Arq. Francisco Artigas y si llegamos a ver al Presidente muchas veces pero me acuerdo más de la casa oficial de Díaz Ordaz en los Pinos. Allí como llegaba yo con Mauricio, su nieto, el presidente nos trataba muy bien y era sumamente cálido con nosotros, Mauricio era para él una persona muy querida y también consentido. Me imponía mucho porque era un tipo con mucha personalidad de los que probablemente ya no existen. Una figura muy seria, muy autoritaria pero muy correcta.

Recuerdo que, afuera de la alberca, estaba un salón lleno de aparatos musicales del tío de mi amigo, el hijo del presidente Alfredo Díaz Ordaz que después se volvió músico y era esposo de la cantante Thalía.

También me acuerdo del otro hijo del presidente, Gustavo, que estaba recién casado con una señora güera, de apellido Ríos Zertuche. Lo curioso es que Alfredo antes de casarse con Thalía había estado casado con la hermana de la señora güera la cual se casó después con Raúl Salinas de Gortari. Si me acuerdo de todos ellos cuando yo era niño y ellos eran jóvenes allí en la casa de Díaz Ordaz.  Tenian muchos perros de raza Collie como Lazy.  Eran años difíciles, el 68, y lo que me llama la atención es que con mi amigo íbamos prácticamente sin ser cuidados por nadie; a él lo llevaban en una camioneta vieja guayín con un chofer con aspecto de mayordomo un viejito muy correcto y muy agradable, y otro que le acompañaba; pero no traía guardaespaldas, se suponía que ellos eran los guardaespaldas, en pleno 68, alguna vez vi la metralleta bajo el asiento.

Lo que más recuerdo es cuando el Presidente nos enseñaba su colección de autos. Tenía una colección muy grande de autos, no lo sé pero deben de haber sido Rolls Royce o quién sabe, eran carrotes como los de la reina de Inglaterra.

Otra cosa que recuerdo es la casa del Pedregal de mi amigo Mauricio Nasta Díaz Ordaz, una casa gigantesca en un terreno de 12,000 mts2, con un salón de juegos muy grande donde no jugábamos porque estaba lleno de los regalos que había recibido el presidente: regalos de los presidentes de todos los países, había regalos de Nikita Krouchev presidente de Rusia, del astronauta primer hombre en la luna Niel Armstrong del futbolista Pele, del presidente Kennedy entre muchos otros; también recuerdo que tenía todos los balones de todos los equipos que participaron al mundial del 70, autografiados por todos los jugadores, Era un poco paradójico el salón de juegos porque parecía más bien un museo que un salón de juegos y no podíamos tocar nada. Para jugar salíamos al jardín o íbamos a mi casa.

Olimpiadas de México 68, Estadio de Ciudad Universitaria.

Reuniones de familia y parientes

Adriana

En nuestra familia no somos muy fiesteros, a la mayoría no nos gusta desvelarnos y somos más bien tempraneros. Somos de comidas familiares donde de repente nos gusta festejar los cumpleaños, alguien invita a su casa y nos reunimos con mis papás y los hijos y los nietos. Allí son siempre grandes pláticas y grandes discusiones y grandes chistes y grandes carcajadas, en eso si somos especialistas, en reírnos a carcajadas.

Ahora los nietos ya participan en esas conversaciones y ya les toca hablar de política y debatirle al abuelo que dice que la escuela está mal en ciertas cosas y que los maestros tienen la razón y entonces se arman polémicas y pláticas muy bonitas. Yo creo que en nuestra familia nos gusta sobre todo platicar y platicar y platicar; todos se pelean la palabra y a veces hay hasta que poner un moderador para decidir a quién le toca porque tú ya hablaste mucho.

En la familia de Guadalajara recuerdo al tío Miguel de mi mamá que era un personaje, de piel apiñonada y ojos verdes. Nos recibía en su casa muy bien siempre que íbamos los parientes de México. Había grandes comidas para nosotros y grandes reuniones con toda la familia de Guadalajara que venían para recibirnos y agradarnos. Era muy bonito eso.

La tía más entrañable para mi es la tía Anis, que todavía vive y tiene casi 96 años. Ella estuvo muy presente en nuestra vida y aún sigue presente; es una viejita, encorvada y chiquitita pero todavía tiene la mente súper ágil. Siempre que íbamos a casa de mis abuelos allí estaba ella, entonces Anis era como la segunda abuela: si uno estaba enfermo o necesitaba un té o una pastillita o algo era siempre una persona muy servicial y muy linda Con ella podías sentirte siempre acompañada, todavía ahorita de repente si voy al cine o algo pues voy y le propongo “¿me acompañas al cine?” y allí vamos. Es una persona muy cercana que siendo soltera siempre me daba consejos para los novios y para los hombres. Me contaba de los tés danzantes de su época y nos decía cómo hacerle y que, si le dices al niño esto, que si te sientas y que si le dices de más o de menos. Si había tenido muchos pretendientes, aunque nunca se atrevió a casarse, y le sabía al asunto. Entonces nos contaba todas sus aventuras y me daba consejos, no sé si eran buenos o malos consejos pero al fin de cuentas si los daba.

Ella hace spinning cotidianamente en su bicicleta fija

Valle de Bravo con los consuegros Jorge y Josefina Calzada (septiembre, 1985)

El deporte

Humberto

Tengo un vivo recuerdo de las Olimpiadas, un momento muy importante para México porque además fueron las primeras Olimpiadas que fueron también culturales. El Presidente Díaz Ordaz le encargó la organización de las Olimpiadas al arquitecto Pedro Ramírez Vázquez, también vecino nuestro del Pedregal que no sabía nada de deportes. Él me contó que se encerró tres días en su despacho, en la avenida de las Fuentes a pensar que hacer; estudió a los griegos, estudió historia antigua, las primeras Olimpiadas modernas en Inglaterra y llegó a la conclusión de que las Olimpiadas de México tenían que ser, aparte de deportivas, culturales. Entonces le dejó toda la parte deportiva a un organismo que era como la Conade de ahora y al General Clark Flores y él se dedicó a la parte cultural. Invitó a los artistas más importantes para hacer las esculturas de la ruta de la amistad: cada una de las esculturas representaba a un país y la hizo un artista diferente, y después concibió la villa olímpica en donde está ahorita, aunque era una zona arqueológica, el presidente le dio chance de que la hiciera allí. También hizo el escudo de los Olimpiadas basado sobre un tema del arte Huichol.

Con una extraordinaria visión y creatividad; el destacado arquitecto mexicano logró conformar a un equipo de trabajo:

Diseño urbano, a cargo del arquitecto mexicano Eduardo Terrazas, diseño gráfico, con el diseñador grá­fico estadounidense Lance Wyman, proyectos especiales, con el diseñador industrial inglés Peter Murdoch, y publicaciones, con la editora originaria de Letonia, Beatrice Trueblood.

También participaron Alfonso Soto Soria, museógrafo; Abel Quezada, caricaturista, y Jesús Virchez Alanís, arquitecto y diseñador, el escultor alemán Mathias Goeritz los diseñadores gráficos estadounidenses Bob Pellegrini y Michael Gross, y la diseñadora de moda británica, Julia Jonhson­Marshall. Y alrededor de 15 mil jóvenes mexicanos, principalmente estudiantes de la Universidad Iberoame­ricana, bajo la dirección del arquitecto y diseñador Manuel Villazón, el escultor Lorenzo Rafael acuno las medallas olímpicas, recientemente le pedi acunar las medallas de la Carrera del Dia del Padre 2006-2007.

Hizo muchas cosas que contribuyeron al éxito de esas Olimpiadas. De allí se detonó el progreso moderno de la Ciudad de México. Dos años después se celebró en el mundial de futbol y se hizo el estadio Azteca, también bajo la dirección del arquitecto Pedro Ramírez Vázquez. Recuerdo durante esos años, del 68 al 70, México estuvo digamos que en los periódicos de todo el mundo.

A mi papá le gustó siempre hacer deporte e iba a correr al bosque de Tlalpan, fue de los primeros “locos” que corrieron en el bosque de Tlalpan. Nos contaba que llegaba allí a correr con su amigo y vecino Raúl Madrigal y los guardabosques decían “mira esos locos se van a morir como andan allá a vuelta y vuelta”. Ahorita ya hay muchos corredores y organizados, pero mi papá fue de los primeritos.

Precisamente luego a mí me tocó ser presidente de los corredores del bosque de Tlalpan que ya eran 10,000 y fue una organización político deportiva fundada en 1982 por mi profesor de mecánica automotriz de la secundaria, Eduardo Castañón ahí tuve que ver con muchos políticos; durante cinco años, del 2004 al 2009. También tuve la suerte de organizar la carrera más grande de México: el medio maratón del día del padre. La coincidencia es que mientras yo era el presidente de los corredores del bosque, mi hermano Gerardo era el presidente de la Coparmex. Yo tuve que ver mucho con la delegación de Tlalpan, con la Secretaría del medio ambiente del D.F., Martha Delgado Peralta, con Carlos Hermosillo de la Conade y con lo relacionado con la naturaleza y deporte. Estuvimos defendiendo al bosque de Tlalpan, allí también corren mi hermana Adriana y mi hermano Fernando y él me ayudaba mucho con todas las publicaciones porque le gusta mucho el deporte.

Hoy día soy miembro del Consejo Asesor del Bosque de Tlalpan Junto con algunos ambientalistas entre ellos mi amigo Luis Bustamante, a quien de broma le llamo el príncipe del Mal País porque es hijo del fraccionador del Pedregal.

De adolescente estuve en el grupo 51 de lo scouts del Pedregal y recuerdo que íbamos a todos lados en condiciones increíbles. Íbamos al Ajusco, al valle de las Monjas. Hacíamos viajes caminando de los Dinamos, y acampando donde fuera, y llegábamos a Colima, caminábamos 100 o 200 km acampando tranquilamente por las noches, quedándonos a dormir en las playas sin tener preocupación de nada. Era un México completamente seguro el de entonces, el único peligro era que uno se desembarrancara de algún acantilado.

Adriana

Mis papás, cuando era chica, me metieron a nadar a un equipo de natación. Iba todos los días y, gracias a la tenacidad de ellos, si me hice una gran atleta y estuve en el equipo de natación llegando a competencias nacionales con algunos primeros lugares aquí en México. Llegamos a ir también a competencias internacionales, en Estados Unidos, pero allí ya no ganaba porque las americanas me sacaban 1 metro de estatura.

Gerardo

Muy de chico estuve en el equipo de natación junto con mis hermanos, ellos creo que estuvieron más años que yo, fue el primer deporte que hice. Me gustaba pero recuerdo que no me era una pasión y realmente iba yo porque mis hermanos iban.

Desde los ocho años empecé a ir los veranos a Coronado en San Diego. De allí tengo recuerdos increíbles porque Coronado es una isla y era un lugar donde tenía yo tenía muchos amigos, amigos de verano, y sobretodo tenía mucha libertad. Andábamos en bicicleta y nos metíamos al mar en unas tablas de surfear donde nomás va uno acostado. Y allí precisamente fue donde empecé a agarrar lo de la corrida porque corríamos mucho en la playa.

Después llegue a correr algunas carreras de 10 km y si me dediqué un poco a la corrida. También recuerdo que corríamos con mi papá y a lo mejor con mis hermanos en el bosque de Tlalpan pero no nunca fui digamos un visitante asiduo.

Ya más adelante en la adolescencia jugué mucho al frontón corto que se juega con la raqueta y la bola de raquetbol y jugué al tenis. Básicamente eran mis dos deportes, el tenis y el frontón, deportes de raqueta. Llegué a ser más o menos bueno en ambos. Sigo jugando sobre todo frontón que es un deporte que aunque lo dejes de jugar una temporada no pierde uno el toque, pero ya mucho menos de cuando estaba en la escuela. Todavía de repente llegábamos a jugar frontón con jugadores squashistas muy buenos o inclusive con Pepe Musi que fue campeón mundial de pelota vasca. Jugando en una cancha corta en un frontón que no es oficial podíamos jugar con Pepe Musi y más o menos darle batalla con squashistas muy buenos. Obviamente cuando se metía uno en la cancha de frontón grande con pelota vasca, no le veía uno una a Pepe Musi.

Fernando

He practicado deporte toda la vida y de adolescente llegué a ser campeón nacional de 100 m planos aquí en México. Cuando empecé la prepa precisamente por el atletismo me fui un año a una prepa en Georgetown en Maryland. Me fui buscando la oportunidad de quedarme allá y correr. Fue un año muy importante.

Ahí en Georgetown yo fui el primer blanco que participó en el equipo de relevo de 4 × 100. El equipo de atletismo llevaba 50 años con puros negros en la selección del relevo y entonces cuando llegué yo fui el primer blanco; incluso salió por allí una nota en el periódico local que decía mexicano, no negro, entra en el equipo de relevos”. Estaba con tres negritos que venían becados por su velocidad, precisamente así funciona el sistema del deporte en Estados Unidos. Era divertido porque ellos también estaban en el equipo americano como corredores, entonces yo tenía por una parte el grupo de mis amigos mexicanos y por otra estaba allí con puros negros en el gimnasio entrenando con ellos, todos muy buena onda conmigo. Éramos el equipo que representaba la escuela, fuimos a los estatales y quedamos segundos en el relevo de cuatro por 100 del estado de Maryland. Ya luego me regresé a México, seguí corriendo un par de años y luego me retiré del atletismo como a los 21 años. Me dije “no”, pero no sé por qué me salí.

Después me metí mucho a los deportes de aventura y al montañismo y sigo muy involucrado en ello. He escalado en México todas la cimas y por todas sus rutas: el Popo, el Ixta, el pico Orizaba, Toluca, el Ajusco. También me fui a escalar a Perú, en la cordillera Blanca, luego a Chile, al desierto Atacama, a escalar unas montañas de allí, me fui a Alaska a tomar unos cursos de rescate.

Ahora me dedico, precisamente, al ecoturismo y enseño a mucha gente a subir montañas, a andar en bicicleta, a bajar ríos. En mi familia me infundieron el espíritu de aventura y el amor a la naturaleza y entonces me dedico a lo que me gusta; por el camino largo muy persistente pasito a pasito y ahí estoy. Con mi trabajo me ha tocado cruzar todo México en bicicleta varias veces de costa a costa por Chiapas y Oaxaca y Veracruz, a bajar los rápidos en Veracruz muchas veces, he hecho también un poco por gusto carreras de aventura en Durango, en Oaxaca, en el desierto de Rosarito por ahí por Tecate. En esas ocasiones he tenido la oportunidad de conocer a gente de las comunidades, gente que vive allí aislada en los cerros, muy valiosa, muy amables y muy abiertos.

Hijos, historias y trayectorias

Humberto

Estudie la primaria en el Simón Bolívar del Pedregal, El bachillerato en el INHUMYC,  Ingeniería electrónica  en el Cal Poly Pomona California un condado de Los Ángeles USA, varios posgrados en el ITAM.

Adriana

Estudié business administration primero en San Diego en la International University y luego en el ITAM; recientemente decidí hacer una maestría en la UP Universidad Panamericana, de historia del pensamiento. Quería yo como que salir de las finanzas, de los números, el dinero y las cuentas de cheques; quería algo más de humanidades hacer un poco mi visión de la vida ya estaba yo como muy mecanizada con lo práctico el día a día. Meterme en historia del pensamiento me enriqueció el alma. En el ITAM llevábamos mucha filosofía y es una escuela que imparte una educación integral donde nos dieron inclusive historia del pensamiento y análisis de la realidad política y contemporánea pero como que me quedó el gusanito desde entonces y por eso decidí por esta maestría. Me encantó y verdaderamente me hizo crecer como persona.

Gerardo

Desde chico yo podría decir que lo que ha caracterizado a mi familia tanto mis abuelos como mis papás pues es ese espíritu emprendedor empresarial. Lo viví con mi abuelo que tenía La Bodega, la madera y sé que era un buen negociante; lo viví con mis papás, mi papá que desde chiquito llevaba negocios y mi Mamá que los llevaba con él. Entonces como que cuando escogí qué quería estudiar supe que quería una carrera que me ayudara a llevar un negocio o a poner un negocio. Yo creo que a lo mejor desde primaria y ya en secundaria yo tenía muy claro que quería estudiar ingeniería y por eso escogí ingeniería industrial porque quería algo que me diera así como un campo de conocimiento amplio y luego ya más adelante estudie una maestría en administración en el ITAM.

Además del espíritu emprendedor, en mi familia siempre ha sido importante el valor de la participación ciudadana y de la responsabilidad social. Hay empresarios que solamente se dedican a hacer crecer su negocio y a generar riqueza, yo en cambio siempre vi a mi padre, que fue mi modelo, preocupado por resolver problemas de su comunidad, de su ciudad, de su país. Esa participación cívica deriva en una verdadera trascendencia. Siempre hemos estado en alguna organización sin ánimo de lucro, en donde la satisfacción es crecer como persona, incidir en el entorno y mejorar lo que nos rodea más allá del egoísmo. Esto es algo que llena de orgullo el corazón.

Fernando

El año que hice la Prep School en Georgetown, como alumno interno, fue uno de los mejores años de mi vida. Es una preparatoria fundada en 1789, con mucha tradición jesuita teníamos que vestir de traje y corbata en las clases, un ambiente totalmente diferente a México. Eran edificios con historia y con tradición, había túneles abajo de la escuela como catacumbas utilizados por los padres en el siglo XVII. Una escuela muy grande, sobre 360,000 m2 de terreno, bonita y misteriosa, tenía campo de golf, alberca, pista de atletismo, cancha de básquetbol, zonas arboladas como de cuento, todo con una tradición impresionante.

Los mexicanos estábamos allí de alguna manera como pez fuera del agua y por eso estábamos muy unidos; yo fui el único que hizo amigos extranjeros, unos alemanes a los que medio incorporaba a nuestro grupo de mexicanos. Entre estos estaba el hijo de Ernesto Zedillo futuro presidente de México, Ernesto Zedillo Jr., con el que me llevaba bastante bien; era un cuate tranquilo y buena onda. Luego regresando a México se le boto el poder, como que se confundió, cuando el papá llego a presidente de México como que se mareó un poco con el poder.

En una ocasión acompañe a mis papás en un viaje de estudio muy interesante a Alemania en él que iba una delegación de representantes de la Coparmex, líderes empresariales, intelectuales y políticos. Entre ellos destacaba Ifigenia Martínez, una intelectual de izquierda ex directora de la facultad de economía de la UNAM y una de las fundadoras del PRD; yo era el más chico del grupo, tuve algunas pláticas con ella que me tomo un poco como un representante de los sentimientos de los jóvenes mexicanos en aquel periodo. El tema del momento era el ejército zapatista y con Ifigenia platicábamos casi exclusivamente del sub comandante Marcos de los zapatistas y de las condiciones de los indígenas. Estuvo divertido porque teníamos opiniones totalmente diferentes y yo era prácticamente un chavo y ella era ya una señora. Platicábamos mucho del EZLN y ella decía lo que se tenía que hacer y yo rebatía orgulloso pero respetuoso con mis argumentos contrarios.

Por cierto mi hermano Humberto le puso Marcos a su hijo menor por el sub Marcos.

Gerardo Trejo, su esposa, hijos, cuñado y suegros Carlos y Josefina Viveros con sus suegros en la Ciudad de México

Viaje a Paris

Adriana

Mis papás después de casados han sido, como diría él “bastante parranderos”, especialmente en viajes al extranjero, han viajado por todo el mundo: África, India, Australia, Unión Soviética, Sudamérica, Europa, Las Galápagos y muchos más.

Recuerdo que cuando tenía yo como unos 15 o 16 años hicimos un viaje maravilloso a Egipto y vinieron con nosotros los abuelos de ambos lados y toda la familia. Además de lo fascinante del país, fue emocionante sobretodo que nos acompañaran los abuelos.

Si hemos hecho viajes maravillosos toda la familia pero el viaje que recuerdo con más emoción es el que hicimos con todos los nietos a Paris todo un mes (faltaron sólo dos de Gerardo que estaban muy chiquitos).

Mis papás rentaron un departamento en la zona de Montparnasse, exactamente arriba de la estación de trenes, un departamento típico parisino, en una torre gigantesca donde recuerdo que el elevadorcito era de hace no sé cuántos siglos y donde uno se preguntaba ¿“como entro yo aquí?’, y un pasillito todo oscuro. Era un departamento que nada más en los libros lo podríamos encontrar. Era rentado a una familia francesa que se había ido de vacaciones y estaba ocupado con todas sus cosas, llegamos allí a ocupar un espacio que no era nuestro. Fue una experiencia única porque no era un departamento dedicado a rentarse sino que uno entraba al cuarto de la niña y estaba toda la ropa de la niña en los cajones y sus juguetes y cosas en el escritorio, un lugar donde verdaderamente vivía gente francesa y se respiraba esa presencia. Realmente un departamento fascinante, recuerdo que a mi sobrina y mis hijas les tocó una recámara desde donde podían estar acostadas y ver por la ventana la Torre Eiffel.

Conocimos un París fascinante, anduvimos por todas partes, nos movimos por todos lados en el metro y pudimos vivir ese contacto con los parisinos, la gente que iba a trabajar que caminaba por los pasillos del metro inmersos en sus vidas cotidianas. Y nosotros como turistas, buscando por dónde ir, perdiéndonos. Era fascinante estar en contacto directo con esa vida real y tangible de los franceses y saber que mis hijas y sobrinos así de chicos estaban disfrutando y palpando todo eso. Caminamos muchísimo, conocimos las catacumbas a las que poca gente va, fue un mes extraordinario, un mes maravilloso. También fuimos a la tumba de Porfirio Díaz, en el cementerio de Montparnasse, donde vimos que muchos visitantes mexicanos, le dejan cartitas allí sobre su tumba. Nosotros le colocamos una florecita.

Todavía después de años, cuando nos reunimos en cenas y comidas familiares los nietos se engolosinan de platicar de todo lo que pasó y se acuerdan de cuando íbamos caminando por aquí y cuando a fulanito de paso no se qué. Son experiencias que quedan para toda la vida.

Además las niñas tomaron un curso muy interesante y muy francés de buenas maneras y los niños uno de futbol impartido por técnicos del Manchester United.

Tuvimos la suerte de ver ganar en plenos Campos Elíseos a Lance Armstrong su 7º tour de France.

Paris 2006

Tumba de Porfirio Díaz, 2006 Cementerio de Montparnasse

India 1987

Jerusalén 1984

Jerusalén 1984

Nepal 1984

Egipto 1984

Bariloche, Argentina 1978 con Nacho Mejía, Margarita su esposa e hijos, amigos y compañeros de viajes inolvidables

Sud Africa

Los nietos

Adriana

Los nietos vinieron a traer como nueva vida a esta familia: mi hija Andrea, mi hija Brenda, Humberto, Marcos, Paulina, Alejandro, Gerardito y uno que viene en camino porque mi hermano Fernando y su esposa Jeimy están esperando un bebe.

Los nietos vinieron a impregnarle pasión a nuestras vidas, a entregar conocimiento porque, la verdad es que estamos aprendiendo de ellos. Con este mundo tan revolucionado y tan rápido son ellos los que nos dan clases: del celular, de la computadora, de todos esos aparatejos que uno no domina el Twitter, el Facebook, el I-Pad, ellos son nuestros maestros ellos vienen a conectarnos con todas esas cosas nuevas y entonces eso hace que ese gap generacional se cierre un poco.

Todos los nietos están fascinados con su abuelo, les fascina estar con él platicando, discutiendo, diciéndole todo lo nuevo que ellos traen de las universidades donde están estudiando. Y mi papá está encantado platicando con ellos, también para aprender. Es una relación muy cercana la que tienen los nietos con el abuelo y con la abuela. Son ellos los que piden ir con los abuelos, mi hija, sin que yo le diga me dice “voy a ir con Mimi y Abe”, porque así les dicen, ella solitas se van a platicar con Abe y le platica de sus estudios de ciencias políticas en el ITAM. Le preguntan de donde estudió él, y siente que va heredando toda esa tradición y les fascina decirle lo que los profesores les están enseñando y el abuelo les pregunta y sacan la conversación.

Creo que los abuelos también disfrutan muchísimo a los nietos porque son nietos cercanos y yo creo que es muy importante que estas generaciones de jóvenes tengan contacto con las generaciones grandes que tienen tanto que transmitirles e igualmente es importante que los abuelos estén abiertos a las ideas y las cosas nuevas de los jóvenes. Veo una relación tan bonita de mis padres con mis hijas y con mis sobrinos y me doy cuenta de que yo también lo viví con mis abuelos. Creo que es algo muy importante porque a las personas jóvenes en estas edades les da mucha seguridad tener, además de los padres cercanos, también a los abuelos que son como de otra naturaleza que traen otros conocimientos y otras experiencias.

Pienso lo que está sucediendo en esta familia es muy importante: todo el mundo se relaciona con todo el mundo y a fin de cuentas nos acabamos respetando y amando.

Trayectoria empresarial

La Bodega

María de la Luz Veytia Vaca

Dos años después de emigrar a la Ciudad de México, mi papá se independizó del empleo que tenía y se convirtió en distribuidor de una fábrica de triplay, la única que existía entonces en México: Triplay y Maderas de Durango de Don Fermín Núñez. Antes el triplay sólo se importaba de Estados Unidos y cuando se puso la fábrica le dieron la distribución exclusiva a él.

Para entonces, yo me acababa de recibir como secretaria ejecutiva bilingüe y mi papá me pidió que me fuera a trabajar con él. Empezamos entonces a levantar la empresa de venta de madera de triplay. No fue lo que había estudiado en la escuela sino la práctica la que me enseñó: trabajar con mi papá, saber lo que es una empresa, saber lo que es publicidad, ventas, finanzas; bancos,  todo eso pues fue la práctica.

Empezamos en un lugar muy chiquitito, en la casa donde vivíamos, en una de las recámaras, hicimos la oficina. Yo hacía todo lo administrativo y mi papá vendía. Originalmente, le mandaban furgones llenos de triplay y no necesitábamos bodega, porque del furgón de ferrocarril se le llevaba directamente la mercancía a los clientes de mayoreo. Alquilábamos unos 10 o 20 camiones y entonces venía el triplay y, tal como llegaba, se lo entregábamos a los clientes.

Más adelante mi papá pensó que ganaríamos más si lo distribuía, no sólo de mayoreo sino también de medio mayoreo. Alquilamos entonces una bodega, en la calle Santa Anita Colonia Viaducto Piedad, DF y llevábamos el triplay a la bodega y lo vendíamos un poco más caro al medio mayoreo. Empezamos a contratar chofer, machetero y todas esas cosas. Mi papá, con gran ambición empresarial pensó que no tenía motivo de limitarse y decidió que podía ganar más si vendía también de menudeo y entonces tuvimos que comprar una bodega muy grande. En ese momento ya distribuíamos el material de mayoreo, medio mayoreo y menudeo; eso es el comercio.

La empresa primero tuvo el nombre Triplay Santa Anita y luego, a los 10 años, cambió y se denominó FERVE (las iniciales Fernando Veytia). Todos la llamábamos La Bodega.

La Presa de Colorines

Humberto Trejo González

Cuando mi papá se graduó de la escuela de ingeniería del Politécnico, ESIME, trabajó en el gobierno del Distrito Federal instalando los primeros semáforos de la ciudad de México y enseguida empezó a trabajar en algunas empresas de maquinaria. Después le mandaron, a la recién fundada Comisión Federal de Electricidad, a dirigir como superintendente los trabajos en la primera central hidroeléctrica importante del país El 16 de abril de 1938 se inician las obras del primer proyecto hidroeléctrico de la Comisión Federal de Electricidad en Ixtapantongo, Estado de México, dentro del vaso de la Presa de Colorines. El asentamiento del campamento de trabajadores, fue lo que dio origen a lo que hoy es el pueblo.

Fue pilar de la generación de la energía eléctrica de México, así como de personajes ilustres en la creación del Sindicato Único de Trabajadores Electricistas de la República Mexicana (SUTERM).

El nombre Colorines se deriva de los árboles de la zona, llamado árbol de Colorín y los cuales dan una flor roja y un frijolito del mismo color.

Me contaba que estuvo tres años y que aprendió mucho y era muy interesante. Se la pasó muy bien pero al mismo tiempo fue difícil porque vivían en un campamento donde prácticamente eran tiendas de campaña. Me dijo que cuando terminó, los trabajos, pusieron una placa con su nombre en el cuarto de máquinas de la hidroeléctrica. Allí debe seguir la placa.

Recuerdo que un día, era yo niño, estábamos toda la familia en el desfile del 16 septiembre, al que me gustaba mucho ir. Yo me tenía que subir en los hombros de mi papá para poder ver el desfile. Llegamos temprano y estábamos al frente. Cuando pasaba un enorme contingente de la Compañía de Luz, creo que de la Comisión Federal de Electricidad, delante venía el gran líder de los electricistas, un señor que se llamaba Francisco Pérez Ríos. Cuando pasaba frente a nosotros, se voltea Pérez Ríos, ve a mi papá, para el contingente y se viene a darle un gran abrazo a mi papá. Yo me dije “bueno ¿qué pasa?”. Estuvo platicando afectuosamente un rato con mi papá con el desfile parado y, ya que se fue, le dije a mi papá: “¿oye, cómo conoces tú a este cuate?, “es un honor” me dijo ¿No sabía que conocieras a un personaje así? repliqué; y él me respondió “mira cuando yo estuve en la hidroeléctrica, casi recién salido de la escuela, yo no sabía nada y entonces tuve que recurrir al capataz de los obreros para que me ayudara en la cosa técnica. El capataz era este señor”. Se habían conocido prácticamente los dos al principio de sus carreras, y entonces sabía más el técnico obrero, que el ingeniero.

Grupo Selmec

Humberto Trejo González

Para entonces ya habían pasado varios años desde que se había graduado y tres compañeros suyos, que eran pocos años más jóvenes que él, fundaron un consorcio de empresas que se llamaba el Grupo Selmec Sociedad Electromecánica. Eran tres socios importantes: Rafael Rangel, Ismael Sánchez Pardo y Alfredo Christlieb. Este ultimo hermano de un prominente miembro del Partido político Acción Nacional, En ese momento empezaba a industrializarse México y tenían también empresas que hacían transformadores, calderas y muchas maquinarias eléctricas.

Mi papá  trabajaba como vendedor en ese grupo industrial y en ese momento lo hicieron socio de la nueva empresa Súper Diesel, allí mi papá fue el director general fundador y al mismo tiempo socio de sus antiguos patrones. Recuerdo que al principio mi papá instaló la primer oficina de la empresa con todo y una secretaria, en nuestra casa. Cambiaban los motores de gasolina de los tráileres por potentes motores diesel de la marca General Motors. Después, esa empresa se transformó, creció, como líder en su ramo y en Guadalajara empezaron a hacer ejes para agregarlos a los camiones y tuvieran mayor capacidad de carga. Empezaron haciendo cinco ejes al mes y cuando él se retiró de la empresa hacían 3 mil al mes.

Tenía yo como 13 años iba en el coche con mi papa y con el Ing. Rangel uno de sus socios, al pasar por la avenida Juárez  como a las tres de la tarde vimos una cola enorme de gente formada para entrar al cine Alameda, Rangel los señalo y me dijo “esos son los de la mala suerte”. No entendí, posteriormente mi papá me explicó que esa gente en lugar de estar trabajando iban a entrar al cine y luego decían que su mala suerte los mantenía pobres y con carencias. Una gran lección.

Super Diesel, creo que fue uno de los primeros, de ese grupo,  que se incorporaron a la Bolsa Mexicana de Valores y mi papá fue de los que impulsaron esa idea, fue uno de los que entendieron técnicamente lo que significaba la Bolsa de Valores.

Carlos Slim era uno de los socios de mi papá, era muy chamaco entonces. Años después de que mi papá se retirara, en los 60, el ingeniero Slim compró el Grupo Selmec entero, dicen que en una compra hostil, y digamos que lo segmentó. Algunas de las empresas, como Súper Diesel, las vendió y otras, como Cutler Hammer, creo que las incorporó a su grupo empresarial Así era él, así hizo su fortuna, comprando y vendiendo negocios; un hombre muy hábil.

Cuando mi papá se jubiló del Grupo Selmec, tenía acciones de Súper Diesel, pero no valían nada, no había nada que hacer. Entonces cuando llegó Carlos Slim y se quedó con el negocio de Súper Diesel, presuntamente le habló a mi papá y le preguntó: “oiga, ingeniero, ¿todavía tiene acciones de Súper Diesel?”, “sí, pues ¿qué puedo hacer con ellas?”; y Slim le contestó: “no las vaya a vender”. A los dos o tres años, el ingeniero Slim le habló de nuevo a mi papá y le preguntó si todavía tenía las acciones: mi papá siguiendo su consejo las vendió en un millón de dólares y con eso pudo terminar sus días decentemente. Creo que a final se había acabado todo pero tenía 93 años y vivió muy tranquilamente; gracias a Carlos Slim.

En una ocasión le pregunté a mi papá: “¿oye, no te da coraje pensar que el ingeniero Slim haya comprado un día la empresa donde tu trabajaste durante toda tu vida?”, él me dijo: “no llegó a comprar de un día para otro, el ingeniero Slim ya desde muy joven estaba en el Consejo de Administración y ahí le conocí muy bien, era un tipo muy trabajador, muy serio y cuando compró la empresa él ya había tenido conocimiento de ella durante muchos años”.

Puertas y sillas

Humberto Trejo González

Todo empezó cuando estaba yo estudiando en los Estados Unidos la carrera de Ingeniería Mecánica. Unos meses antes de acabar mi último año, mi papá, que trabajaba entonces en Súper Diesel, me fue a visitar por allá a San Francisco; yo vivía en una casa de huéspedes y a él le reservé una habitación en un hotelito por ahí por el centro en Union Square. Cuando llegó al hotel, me llamó enseguida emocionado para decirme que había visto un producto que podíamos fabricar. Fui a verlo al hotel me metió al baño y me hizo ver que para evitar que el agua se saliera de la regadera en lugar de cortina había una puerta corrediza. Tenía un marco de aluminio y en medio no tenía un plástico rígido sino el mismo plástico de las cortinas del baño, pero estirado como tambor. Me dijo “pues esto no lo hay en México, ¿por qué no ponemos un negocio de estas puertas?”. En ese tiempo yo no sabía nada de negocios y después de platicarlo con mi padre decidimos asociamos, y que cuando regresara a México montaríamos el negocio. A mí me faltaban para terminar como seis meses.

Me quedé en San Francisco a terminar mi carrera y mientras tanto me fui a visitar fábricas de puertas para baño y saqué muestras, información y catálogos y no sé cuántas cosas más. Cuando regresé mi papá ya tenía medio adelantada la fabriquita allí en la casa en la calle Xochicalco, prácticamente en el garaje. La primera empresa la llamamos Productos Trejo y Trejo, (Tytsa) por mi papá y yo.

Allí empezamos a fabricar  puertas para baño y pronto nos dimos cuenta de que el plástico de cortina no iba a funcionar. Nos movilizamos y compramos un plástico rígido, en aquel entonces el único plástico rígido era uno que llevaba fibra de vidrio fabricado por una empresa que se llamaba Lapsolite al frente de la cual estaba el Ing. Jaime Vélez un verdadero caballero de los negocios, así que lo sustituimos con mucha dificultad. Empezamos a hacer puertas para baño: comprábamos perfiles de aluminio, los cortábamos se tomaban las medidas en las casas, se armaban las puertas en el taller y después se instalaban. Pero el negocio parecía no prosperar y nos empezó a ir muy mal, mi  papá me había dicho que no había esas puertas en México y resultó que no era así, el mercado estaba ya controlado por dos fabricantes muy buenos, lo  tenían completamente dominado.

Después de uno o dos años quebramos, se nos acabó el dinero. Mi papá en ese momento se había salido de trabajar porque se había peleado con uno de sus socios y estaba trabajando conmigo, no había ni para comer. En una de esas le vuelven a llamar a mi papá porque el negocio de donde se había salido le estaba yendo mal y le necesitaban para enderezarlo. Mi papá aceptó, regresó a su antiguo empleo y me dejó solo. Me dijo: “no mira mejor olvídate de este negocio porque esto no va a dar” y yo le contesté “no, yo voy hacer que dé”.

Me quedé con el negocio y mientras tanto un amigo de mi papá, un compañero de escuela, el ingeniero Antonio García Rojas que era un alto ejecutivo de Pemex nos prestó sin miramientos 100,000 pesos así nomás, a la palabra. Su mamá era la comadre de mi mamá, le decíamos la comadre María, y fue ella la que le dijo “oye préstales porque están quebrando estas gentes” y él agarró 100,000 pesos y nos los dio. Recuerdo que la comadre María andaba siempre vestida como de monja, con hábito café y una cosa larga enfrente con una cruz bordada. Llevó ese hábito durante toda su vida por una manda. Sucedió que su hijo de joven, yendo a trabajar para PEMEX a Minatitlán, fue víctima de un accidente de avión y le dieron por desaparecido en la selva. Ella prometió entonces que si aparecía su hijo iba a vestir en hábitos toda su vida y apareció vivo después de más de un mes perdidos en la selva.

Invertí el préstamo en le empresa, compramos máquinas, abrimos una tienda en un pequeño garage alquilado en la calle de Colima colonia Roma, Arquitectos celebres como Abraham Zabludovsky, Fernando Best, Luis Barragán, Francisco Artigas, Mario Pani, Manuel Mestre, Ricardo Legorreta, Augusto H Álvarez, Juan José Díaz Infante, Mario Pani, Carlos Lazo, José Villagrán, Juan Sordo Madaleno,  José A. Wiechers, Carlos Obregón Santacilia y algunos otros confiaron en nosotros y el negocio se empezó a ir para arriba porque antes los distribuidores se llevaban toda la ganancia.

Aprendí por el camino más difícil, que para que un negocio tenga utilidades hay que evitar a los intermediarios, acercarte al consumidor directo, ese es el secreto.

Poco a poco le empecé a devolver el dinero con sus respectivos intereses al señor García Rojas al que quedo eternamente agradecido, y una vez saldada la deuda empezamos a tener utilidades.

El valioso consejo de mi padre desde muy joven me ha servido para toda la vida: “si tú tienes cualquier profesión y no la comercializas nunca te va ir bien económicamente; entonces tienes que estudiar ventas”. Y me hizo estudiar ventas, me recomendó una serie de libros, generalmente libros americanos, y yo empecé a interesarme en ellos y a estudiar ventas; con libros como la autobiografía de Benjamín Franklin, y autores extraordinarios, Dale Carnegie, Frank Betger, Elmer Wheeler, Charles B. Roth y otros forjadores de la grandeza americana, me hice casi un experto en ventas y eso fue lo que determinó el éxito del negocio. Porque yo contrataba a los vendedores, yo mismo los entrenaba, y se convertían en expertos, adquirían cierta disciplina y protocolo. Nos empezamos a prestigiar como gente seria, profesional y confiable en el mercado y nos empezó a ir bien.

Cuando me casé, le pagué las acciones a mi papá y a otro socio que teníamos que era mi cuñado esposo de mi hermana al que había tenido que aceptar casi por la fuerza y que nunca invirtió un centavo en la empresa, las acciones se las habíamos regalado entre mi papá y yo, y nos quedamos mi esposa y yo con todas las acciones de la compañía.

Cuando el negocio empezó a crecer, el garaje de la calle Xochicalco nos quedó chico para fabricar y me puse a buscar un lugar por allí cerca. Lo encontré en la colonia Portales, era un terreno de 800 metros cuadrados, lo compré a crédito, con un préstamo bancario construí una fábrica y nos cambiamos allí.

Después de 10 años, cuando ya la producción registraba 40 puertas a la semana, tuvimos problemas con la cañuela, que es un plástico flexible que sirve como empaque entre el marco de aluminio y el tablero de plástico. En aquel entonces, solamente había un proveedor de cañuela en México y ese proveedor no me gustaba, abusaba en los precios y no tenía un servicio de calidad. Eso hizo que me decidiera a montar una fábrica de plásticos para proveer exclusivamente a nuestra empresa. Por aquel entonces, para mi buena suerte, asistí a una exposición de maquinaria italiana que vino a México y me topé con una compañía que fabricaban unas extrusoras que hacían precisamente la cañuela que yo necesitaba. Me puse en contacto con ellos, hicimos una cita y me fui a verlos a Milán Italia, en donde me convencieron de adquirir su maquinaria dándome un crédito amplísimo.

Enseguida nos dimos cuenta de que esa máquina producía mucho perfil: el primer mes produjimos lo necesario para abastecernos durante 10 años. Decidimos que sería una buena idea empezar a vender cañuela y hacerle competencia al proveedor que había en México. Adapté la fábrica de plásticos para surtir a nuevos clientes, compre otras maquinas y empezamos a colocar en el mercado molduras y perfiles de plástico rígido y flexible. Fuimos la segunda fábrica de plásticos en México que se dedicaba a eso. La línea de perfiles se convirtió en una parte importante del negocio. Teníamos entonces una línea de puertas para baño y una línea de perfiles.

Tiempo después, la empresa que nos hacía competencia abandonó esa línea industrial y nos dejó el camino libre, entonces nos empezó a ir muy bien con la fábrica y empezamos a fabricar más productos de plástico que de aluminio.  Nos fuimos convirtiendo en una fábrica de plásticos. Sustituimos las molduras de aluminio por molduras de plástico rígido y tuvieron buena aceptación, con ello se convirtió en un mejor negocio, porque había más margen de utilidad.

Este negocio fue realmente una maravilla: estaba bien consolidado y nos daba para vivir. Recuerdo que durante el sexenio de Echevarría tuvimos una crisis de confianza, fue un sexenio muy duro y muy difícil, porque el presidente era muy conflictivo. Tengo una anécdota acerca de Echeverría. Un día recibimos una llamada en la empresa de una señora que quería unas puertas para los baños de unas casas en San Jerónimo y que la visitáramos a primera hora de la mañana. Fui a verla a las 7 am y en la dirección indicada vi a una señora que andaba barriendo en la calle, Le pregunté y resultó que era la señora que nos había marcado; me pidió que la acompañara calle arriba. Me contó que se dedicaba a hacer casas, a construirlas y venderlas. También me comentó que tenía un hijo actor llamado Rodolfo Landa y otro que trabajaba en la Secretaría de Gobernación: era Luis Echevarría futuro presidente de México. La señora fue mi cliente durante muchos años y nos dio mucho negocio.

Se estaban poniendo de moda en esa época en Estados Unidos las sillas de ratán, sobre todo en residencias de Hollywood, y ya empezaba a imponerse esta tendencia en lujosos hoteles y en algunas casas de México. Ese estilo de ratán lo había traído el arquitecto Noldi Schrek. Uno de sus asistentes, el decorador Omer  Claiborne decoró nuestra casa en el Pedregal.  Platicando un día con él y con unos amigos decoradores me expresaron que sería excelente que hubiera un mueble de plástico confiable que sustituyera al ratán de aquel entonces. Porque el ratán tenía mucho éxito y a la gente le gustaba mucho, pero se dañaba con facilidad, principalmente con la humedad y no podía utilizarse en el exterior. Dijeron: “Si alguien pudiera crear un mueble de plástico que pareciera ratán, revolucionaría la industria”.

Empezamos a hacer investigación y durante varios años estuvimos desarrollando proyectos para estas sillas, algo que no existía. Finalmente después de mucho esfuerzo logramos hacer la primera silla de ratán de plástico del mundo.

Posteriormente logramos imitar madera, bambú, piedra y hierro. Pudimos generar una serie de productos de imitación con los que se podían hacer cosas que con los materiales naturales era impensable. En este proceso patentamos varios procesos para hacer estos muebles; las nuestras son de las pocas patentes mexicanas que se han vendido al exterior. Pocos se dedican a realizar un proceso de patente mexicana, porque es muy complicado y no se tienen confianza.

Trasladamos entonces la fábrica de la colonia Portales a un lugar de mayor tamaño situado en Coapa, al sur de la ciudad en donde estamos actualmente.

El momento cumbre fue cuando logramos hacer que nuestros productos resistieran la intemperie: nuestra empresa creció hasta donde estamos en la actualidad. Esa es nuestra historia empresarial.

Inglaterra, Kenya, India

Humberto Trejo González

Empezamos a ir a ferias internacionales para ofrecer nuestros productos, pero nos dimos cuenta que era muy difícil vender muebles porque había que pasar por muchos intermediarios que se llevaban toda la utilidad. Mucha gente en cambio, por suerte, se interesó en nuestra tecnología.

El primero que se interesó por la tecnología para hacer muebles de ratán plástico fue un hindú que vivía en Londres, el señor Kalsi. Fue en una exposición a la que fuimos como expositores en Birmingham Inglaterra, era un muchacho de Kenia que, a pesar de que le iba bien en los negocios, estaba desesperado porque decía que sufría discriminación, y quería regresar a Kenia. Cuando vio nuestra tecnología no dudó en tratar de obtenerla para fabricar muebles en Kenia. Nos contó que su ascendencia era de Kenia, su papá y abuelos eran hindúes nacidos en Kenia, vivían en Londres pero se querían regresar. El nuestro era un producto ideal para que ellos pudieran producir allá porque los hoteles empezaban a crecer por la demanda de safaris en África, que se estaba popularizando. Veía un terreno fértil para una industria de este tipo. Me suplicó que se la vendiera. estaba bastante mal presentado era un muchacho, estaba muy chamaco, más joven que yo, tenía una mala presentación, estaba mal vestido y no tenía ninguna personalidad; yo casi me negué a atenderlo, pero por fortuna mi esposa, que me acompañaba a esa exposición, me convenció de tomarlo en cuenta. Él estaba acompañado de su madre, que seguía siendo muy hindú en contraste con el joven, adecuado a las formalidades británicas.

Total me convencieron y ahí mismo llevaron  el dinero envuelto en un paliacate,  lo sacaron y me dieron un anticipo. Esa fue la primera tecnología que vendimos.

Después en alguna ocasión estuvimos en su casa en Londres, una residencia preciosa, tenían un Mercedes buenísimo, y yo le dije “¿oye porque te quieres regresar a Kenia, aquí vives como rey”? pero él no quería estar en Inglaterra se quería regresar a Kenia y finalmente, gracias a nosotros, regresó.

Después, vino a México para completar los pagos y redactar el contrato y luego hicimos varios viajes juntos a Inglaterra, para buscar la maquinaria. Recuerdo que recorrimos el país en coche buscando maquinaria usada, porque no quería gastar mucho dinero, allí veíamos uno y otro lugar y no encontrábamos prácticamente nada. Finalmente encontramos algo aceptable, le dije “si, esta es la buena” y la compró y se la llevó a Kenia.

Allí puso una fábrica igualita que la que teníamos aquí, nada más que con mano de obra local. Mandamos técnicos de nuestra empresa, para que capacitaran a los kenianos Por cierto no eran tan buenos como los mexicanos: lo que producían 5 kenianos lo podía producir un mexicano solito. Nuestros técnicos mexicanos tuvieron que estar bastante tiempo allí enseñándoles; uno de ellos permaneció un año en Kenia ya por su cuenta, regresó feliz.

El señor Kalsi nos enseñó mucho sobre la cultura hindú, una cultura especial: los hindús ayudaron a los ingleses a colonizar todos los países en donde estuvieron, eran ellos quienes construían los ferrocarriles porque ni los africanos ni los de otros países sabían; por eso cuando los ingleses desocuparon las colonias, fueron los hindús descendientes de aquellos que habían llegado como trabajadores de los ferrocarriles quienes se quedaron con los negocios, la cultura y el empuje inglés. El señor Kalsi fue más que un cliente y quiso enseñarnos su cultura y también aprender de la nuestra.

Conseguimos compaginar bien con la cultura hindú para hacer negocios. El único inconveniente que tuvimos con él fue la falta del pago del royalty. La realidad es que nosotros no hicimos mucho hincapié, pues pensamos que para nosotros era un avance haber vendido esta tecnología, él había cumplido con una parte y era feliz en su país, con una industria sólida y sin discriminación. Le ayudamos a consolidar su sueño.

En Birmingham, también contactamos con un australiano que también nos compró la tecnología y empezó a hacer los muebles allí en su país. Posteriormente asistimos a otras exposiciones, se empezó a  correr la voz y vendimos otras tantas tecnologías a varios empresarios hindús conocidos del señor Kalsi.  Vinieron acá a México firmaron el contrato para fabricar en la India pero, como en el primer caso, dieron el anticipo y no pagaron el Royalty.

Más adelante, logramos vender nuestra tecnología en Colombia, Australia, Israel y Filipinas. Nuestro mayor logro fue precisamente cuando vendimos la tecnología a un inglés que vivía en Filipinas y que hacía muebles de ratán en Filipinas que era la meca del ratán natural. Fue como enseñarles a mejorar algo que ellos habían inventado pero con nuestra tecnología del plástico. También él estaba emocionado porque este mueble era muy revolucionario.

Fue entonces cuando China empezó a hacer copias burdas y se inundó el mercado mundial copias corrientes y baratas de muebles principalmente tejidos tipo mimbre que al principio dan el gatazo, pero no duran porque carecen de los secretos de nuestra tecnología.  Para no competir con nuestros propios franquiciatarios decidimos enfocarnos más hacia el alto diseño. Hoy en día, la empresa está dedicada—más allá de la venta de tecnología— a líneas de alto diseño de extraordinaria apariencia y calidad. Nuestro lema actual es zero madera-zero preocupaciones y yo agregaría zero contaminación.

Coparmex

Humberto Trejo González

Cuando recién empecé mi negocio, después de andar batallando con distribuidores para que vendieran las puertas para baño, llegué a la conclusión de que era imposible hacer negocio con intermediarios y decidí abrir mi propia tienda. Encontré el localito en la calle de Colima, en la colonia Roma, que en aquel entonces era muy pacífica. Un doctor que vivía allí, me rentó una parte del garaje de su casa y abrí una exhibición pequeñita.

Al funcionar  con un local a la calle, empecé a tener una serie de dificultades porque me caían inspectores de todas clases y aquello era verdaderamente insostenible. Eran continuos intentos para conseguir mordidas porque faltaba quien sabe qué papel o el trámite de quien sabe cuánto; total, no me dejaban trabajar. También tenía problemas con los trabajadores. Contrataba a uno y al mes se iba y me demandaba diciendo que lo había corrido y reclamaba indemnizaciones. Era una época bastante difícil para los negocios, si hoy es complicado, entonces era casi imposible.

En una ocasión, oí hablar de un organismo al que uno se podía afiliar donde te defendían de todos esos abusos. Les llamé por teléfono y vino una persona a verme,  me explicó que ellos me podían defender en aspectos laborales y con los asuntos del gobierno y decidí afiliarme. Poco después me di cuenta de que se trataba de una organización pequeña que se había separado e independizado de la asociación empresarial más importante que era la COPARMEX. Yo quería pertenecer al organismo más fuerte y más representativo y entonces deje la otra asociación y me fui a la Coparmex.

Allí encontré abogados, entre ellos el Lic. Baltazar Cavazos jefe del jurídico que me orientaron y me ayudaron a poner todo en orden. También me ayudaban legalmente cuando había una inspección que pretendía abusar. Y efectivamente se acabaron esos abusos porque se corría la voz entre los funcionarios corruptos y ya ellos sabían que no podían sacar nada conmigo porque ya tenía defensa.

Descubrí también otra de las grandes ventajas de la asociación: los cursos de administración de empresas. En la Coparmex impartían unos cursos buenísimos a través de un organismo asociado que se llamaba IACE, Instituto de Administración Científica de las Empresas, .cuyo director fue el Ing. León Avalos Vez. Era una especie de IPADE, tan bueno, pero mucho más accesible. Había muchas posibilidades, cursos mes con mes, de una semana o seminarios de fin de semana. Me empecé a inscribir en todos. Yo no sabía nada de administración, en la Universidad en San Francisco no había aprendido nada de eso y no sabía ni lo que era el Impuesto Sobre la Renta. Había tenido una serie de dificultades con mi empresa derivadas de la inexperiencia y también había tenido problemas con los contadores; recuerdo que un día me preguntó mi papá: “oye, ¿y qué pasó con el contador?” y yo “pues no sé”,  ya no lo volví a ver, se desapareció y con el dinero de los impuestos. Estaba yo pagando caro el noviciado.

Gracias a la Coparmex aprendí administración y lo qué había que hacer ante los diferentes problemas. El contacto con otros empresarios y conocer sus experiencias, también me ayudó mucho: agarra uno mucho colmillo. Toda esa vida que descubrí en la asociación me gustó y sirvió muchísimo.

Gerardo Trejo Veytia

Mi papá llevaba ya muchos años en la Coparmex y había participado regularmente en ella, al principio más intensamente y después un poco alejado. Cuando mi hermano y yo entramos a formar parte de la empresa familiar regresó  y nos introdujo. La Coparmex había significado para él un punto de referencia en el aspecto formativo y en el de los valores y la participación ciudadana. Empecé acompañándolo con mi hermano Humberto a alguna reunión y, sobre todo a desayunos donde había pláticas de algún empresario. Empecé a participar en diferentes secciones informativas.

Humberto Trejo Veytia

Cuando regresé de estudiar en Estados Unidos, en 1987, un amigo me invitó a una comida en las instalaciones de la constructora de Emilio González Torres, padre del niño verde, lucía una barba larga y vestía todo de blanco, Cuauhtémoc Cárdenas fue el orador principal y Vicente Fox con su estatura descomunal se sentó conmigo en la misma mesa, Cárdenas hablaba de que no había democracia en México y una bola de cosas que no entendía porque yo llevaba cinco años estudiando en Estados Unidos. En esa ocasión me invitaron a pertenecer a la asociación de industriales y empresarios del sur AIES. Empecé entonces a participar allí y mi papá me invitó a participar en una serie de conferencias y reuniones de la Coparmex.

Luego fui a una conferencia impartida por don Lorenzo Servitje propietario de Bimbo, decía que para cambiar México teníamos que ser más participativos, que no debíamos dejar todo a los políticos repetía “Participen en su colonia, en la escuela de sus hijos, en organizaciones empresariales y por supuesto nos animamos y empezamos a participar activamente.

Humberto Trejo González

Cuando los muchachos entraron a trabajar conmigo se estaban empezando a formar las delegaciones empresariales de la Coparmex y entonces les propuse entrar en la recién creada delegación sur. Había reuniones cada mes y cursos, seminarios y conferencias de política y economía. Había también desayunos informativos, donde aprendía uno muchísimo y teníamos la oportunidad de relacionarse con gente que hacía lo mismo que nosotros y que muchas veces tenía más experiencia.

Ahí nos empezamos a meter mucho en la asociación y, en una de esas, me propusieron que fuera el próximo presidente de la delegación sur. Hubo elecciones y me eligieron como presidente.

Una vez que terminó mi mandato como presidente de la delegación sur empecé a trabajar en varias comisiones de trabajo de la Coparmex nacional entre ella la Comisión de Afiliación.  El presidente nacional de la Coparmex era entonces Carlos Abascal Carranza; y, en una ocasión, Carlos me dijo que por qué no formaba una Coparmex en la Ciudad de México. Su sugerencia me pareció una óptima idea. En aquel entonces, Carlos, era un empresario y poco después lo llamó Fox a la Secretaría del Trabajo, y más adelante, a la Secretaría de Gobernación. Entró en su lugar como presidente el sonorense Gerardo Aranda con el que hice buena amistad y quien, consciente de que había muchos problemas aquí en la capital, también mostró interés en que se formara una Coparmex de la Ciudad de México, un organismo con voz propia. Tuvimos cierta oposición del empresariado de Monterrey y de otras partes de la República, porque la Ciudad de México representaba un centro empresarial muy grande pero al final todo el mundo aceptó. Tanto las delegaciones de la Ciudad de México así como la nacional me candidatearon para presidirlo, así que acepté y me eligieron como el primer presidente de la Coparmex de la Ciudad de México, plenamente independiente. Al mismo tiempo, en el aspecto político, se había modificado también el Estatus del Distrito Federal que ya no estaría supeditado a la presidencia de la República, ahora habría elecciones para elegir al gobierno y a un incipiente pseudo congreso.

Gerardo Trejo Veytia

Cuando fue presidente de la delegación sur yo siempre lo acompañaba y le ayudaba a mi papá con diferentes asuntos; la Coparmex es sobre todo empresarial pero también se ocupaba de incentivar la participación ciudadana en otros ámbitos de responsabilidad social y de propuestas para mejorar el entorno, en ese ámbito me involucré mucho.

Después de que él terminara su mandato de presidente y pasara a ser una especie de vicepresidente de la Comisión Metropolitana, yo  me quedé en la delegación sur. Entonces  nos separamos un poco y yo empecé a hacer mi propio grupo. Con el cambio democrático del esquema de gobierno en la Ciudad de México, donde hasta entonces al Regente lo nombraba el Presidente de la República, por primera vez se eligió por votación a un jefe de gobierno que fue Cuauhtémoc Cárdenas.

En esa época fue cuando en la Coparmex nos empezamos a cuestionar “¿cómo era posible que, como en los diferentes estados de la República, no hubiera en el Distrito Federal un centro empresarial donde los socios de la demarcación eligieran al presidente y tuviera representación legal y voz publica, para incidir en los asuntos locales?”; “¿cómo era posible que al presidente de la Comisión Metropolitana  le nombrara directamente el presidente nacional de la Coparmex y no hubiera democracia?”

Surgió entonces una especie de movimiento para introducir democracia en la asociación. Yo era muy cercano al presidente de la delegación sur que se había quedado después de mi papá, Juan Crenier. Entre él, yo y los otros presidentes y vicepresidentes de las seis delegaciones que había en ese momento en la Coparmex de la capital nos pusimos de acuerdo para formar el Centro Empresarial de la Ciudad de México, un centro empresarial con independencia, representación y voz pública.

Igualmente, con Juan Crenier y los otros presidentes impulsamos a mi papá para que fuera elegido como primer presidente, el presidente fundador, del Centro Empresarial o de la Coparmex Ciudad de México.

Yo lo seguí colaborando intensamente y poco después, cuando termino el mandato de Juan Crenier, fui elegido como presidente de la delegación sur. Fue así como, por algunos años, mi papá fue el presidente de la Coparmex Ciudad de México y yo fui el presidente de la delegación sur. Desde mi cargo estuve, obviamente, ayudando y respaldando a mi papá.

Tres períodos después de que él saliera de la presidencia de la Coparmex Ciudad de México yo pasé a ser vicepresidente de esa asociación. Normalmente cuando el presidente terminaba su periodo, su participación se limitaba a asistir una vez cada seis meses a las asambleas, pero cuando mi papá terminó el suyo siguió participando y seis años después yo fui elegido Presidente de la Coparmex Ciudad de México.

La Coparmex es un organismo apartidista de representación empresarial, un sindicato de empresarios, inclusive bajo la misma Ley Federal del Trabajo que los sindicatos obreros. Es apartidista pero no es apolítico, la Coparmex es muy influyente y sí hace política, entendida como dar propuestas para solucionar los problemas de la ciudad, defender a los empresarios cuando se cometen abusos y proponer cambios legislativos para que sea más fácil hacer negocios y para que los negocios que ya existen tengan éxito. En ese sentido ha sido mi participación política. Obviamente la Coparmex siendo un organismo de participación ciudadana, incentiva a que los ciudadanos participen y muchos de sus dirigentes, terminando su encargo van como gobernadores o a un puesto público de gobierno; el mismo Carlos Abascal fue secretario de Gobernación.

Como presidente de la Coparmex, tuve que ver con el PRD, con el PAN, con el PRI, con los asambleístas, con diputados, senadores, con los secretarios del gobierno del Distrito Federal y con organizaciones de la sociedad civil, con la Canaco, que es la Cámara del Comercio de la Ciudad de México. También se hace como una vertebración para el sector empresarial. Pero no es un puesto político, los puestos en la Coparmex son honoríficos, no le pagan a uno, es más, hasta cuesta porque además de la cuota de afiliación, uno, como presidente, muchas veces termina pagando comidas, desayunos, etcétera de su bolsa. Pero conoce uno empresarios importantes y se aprende mucho, aprende uno a tratar con los políticos y también, a hacer cabildeo, es un aprendizaje importante.

Carlos Abascal, presidente nacional de la Coparmex (1996)

Coparmex con Marcelo Ebrard Jefe de Gobierno del DF

Empresa y política

Humberto Trejo González

La única actividad política que hice fue desde el punto de vista empresarial en la Coparmex y fue una actividad apartidista. Cuando fui presidente fue una época muy activa en ese sentido; tenía yo que hacer declaraciones en los medios de comunicación, salía en la televisión y en el radio, todo el tiempo me estaban entrevistando, con periodistas que me pedían continuamente que diera mi opinión, salía prácticamente a diario en los medios de comunicación. Fue entonces cuando tuve contacto con muchos políticos.

En ese periodo fue electo como el primer Jefe de Gobierno de la ciudad Cuauhtémoc Cárdenas, que estudió en la Facultad de Ingeniería de la UNAM, al igual que yo. Al principio, pensamos que su mandato iba a perjudicarnos como empresarios. En realidad lo vimos como si llegara el diablo porque así nos lo habían pintado, y pensamos “esto se va a poner durísimo”, pensábamos en los precedentes históricos de su padre que había parado de cabeza al país y lo había convertido en un país socialista. Creíamos que él iba a ser igual.

Después de ciertos desencuentros nos empezamos a tratar. Nosotros ya habíamos hecho algunas ruedas de prensa y habíamos hecho algunas declaraciones principalmente en contra de su gobierno porque en ese entonces no se estaba portando bien, nosotros pedíamos desregulación y teníamos una serie de peticiones a favor de la empresa privada. Entonces un día, Martí Batres, que estaba muy vinculado con Cuauhtémoc Cárdenas, nos invitó a comer en un restaurante en la Zona Rosa. Recuerdo que a ese evento asistí acompañado de varios empresarios y Martí llegó escoltado por algunos diputados locales del PRD. Al principio había mucha tensión no nos entendíamos porque los empresarios entre los políticos de izquierda teníamos fama de malévolos y viceversa, yo pensaba “cómo le hago porque esto no va a fructificar”. Entonces se me ocurrió algo, le dije a Martí “mira, quiero decirte algo nosotros somos la izquierda del empresariado, somos los empresarios débiles, en la Coparmex Ciudad de México lo que hacemos es defender a los empresarios débiles y la debilidad es de izquierda ¿o no?”. Me miró y dijo “pues si”. A partir de entonces, mantuvimos una relación que fructifico para ambas partes.

Yo critiqué mucho a Cárdenas cuando fue jefe de gobierno porque no hacía nada y luego tuve mucho contacto con él. Primero se enojó y luego ya me dio entrada y recuerdo que cuando Cárdenas se declaró otra vez como posible candidato para la presidencia me dijo: “ingeniero, quiero hablar con usted, yo voy a ser el candidato” y yo entendí y le dije: “pues nada, ingeniero, ya cierro la boca, ya no vuelvo hacer declaraciones en la prensa, yo lo he criticado como gobernante pero no por motivos  partidistas”.

Además de los contactos con el propio Cárdenas también tuvimos muchos encuentros con diputados locales y con secretarios. El Secretario de Desarrollo Económico era Francisco Cano Escalante, un ex empresario que había sido presidente de la Canacintra y me llevé muy bien con él. En esas reuniones tuvimos mucho intercambio de opiniones, nos escucharon y nos tomaron en cuenta. Cárdenas vio nuestras propuestas con buenos ojos e impulsó muchas reformas dentro de la ciudad en favor de la economía, el empleo y de la pequeña y mediana empresa, que era precisamente lo que nosotros pedíamos.

Una de las mejores iniciativas que surgieron de esos encuentros fue que Cárdenas sacó a los inspectores de reglamentos de la calle. Con esa decisión se metió en un lío del demonio porque se plantaron allí y  le hicieron huelga. Él justamente les decía “yo les voy a pagar aunque no estén en la calle” pero ellos querían ir a la calle porque ahí estaba la corrupción. Cárdenas fue firme y los congeló. Recuerdo que yo le decía que por qué no modificaba los reglamentos y él me respondía que eso eran cosas del Congreso y que mejor los quitaba de la calle. Y los quitó. Las empresas de la ciudad de México disfrutamos de un periodo de enorme tranquilidad y la economía y los empleos en la ciudad crecieron como nunca.

Precisamente el actual jefe de gobierno Marcelo Ebrard mostrando una total insensibilidad ha hecho exactamente lo contrario, creó incluso un instituto de verificación, INVEA DF, que está dando una serie de problemas incalculables a los pequeños empresarios. Al instituto de marras lo comanda un individuo “sediento de sangre” que se llama Meyer Klip, supuestamente un empresario fracasado que no tienen la más mínima noción del arte de gobernar y nos ha dado muchos problemas a los pequeños y medios empresarios. Cosas que Cárdenas, mostrando una gran sensibilidad, había ya corregido; lo que demuestra que nada es para siempre.

Gerardo Trejo Veytia

Como presidente de la Coparmex de la Ciudad de México me tocó vivir un tiempo muy interesante: las elecciones del 2006. Yo empecé como presidente desde finales del 2005, porque el presidente anterior se fue poco antes para participar en la batalla política contendiendo por algún puesto público y yo me quedé de interino unos meses. Luego me eligieron formalmente presidente en febrero del 2006. Viví la sumamente competida campaña política para la presidencia del 2006 y la misma elección de julio, donde el presidente Calderón ganó por un margen muy cerrado.

Después, como presidente de la Coparmex de la Ciudad de México presencié las protestas postelectorales del PRD y sobre todo de Andrés Manuel López Obrador. Recuerdo que estaba viendo el noticiero en la noche cuando empezaron a mostrar imágenes de como se ponían las casas de campaña en medio del paseo de la reforma y pasaban con helicóptero y todo el caos. Entonces empecé a echar llamadas ¿“que está pasando?, cuál va a ser nuestra posición aquí”.

Llevaba yo seis o siete meses en el cargo y, como representante de los empresarios de la Ciudad de México, tenía que pronunciarme en contra del bloqueo de vialidades y de calles, que afectaba de manera muy importante los negocios, no solamente de la zona del Paseo de la Reforma y del Centro Histórico sino de toda la ciudad, realmente la habían partido en dos.

Al día siguiente mandamos un comunicado donde le exigíamos a Alejandro Encinas, en ese momento jefe de Gobierno interino, que cumpliera con su deber de gobernar y retirara el bloqueo de Reforma o que dejara el cargo si no estaba dispuesto a hacerlo. Él respondió que no iba a intervenir. Esa acción se tradujo en un escándalo y en todos los medios salió la noticia de que la Coparmex de Ciudad de México le exigía Alejandro Encinas cumplir con su deber o que dejara el cargo. Entonces Alberto Núñez Esteba que  en ese tiempo era el presidente nacional de la organización, a las pocas horas de que mandáramos el comunicado me llamó para decirme que la Coparmex nacional me respaldaba.

Estuvimos en comunicación directa el secretario de Gobernación de ese momento, Carlos Abascal que dejó en claro que la posición del Gobierno Federal era que se trataba de un tema que debía resolverse de manera local y que había instituciones que habrían de clarificar la elección y establecer si fue legal. Su posición era que todo el tema del bloqueo de Reforma le tocaba al Jefe de Gobierno de la ciudad de México no al Presidente. Nosotros mantuvimos firme nuestra exigencia de que se cumpliera la ley y ya más adelante, cuando vimos que Alejandro Encinas no tenía intención de hacerlo, llegamos a pedirle al Presidente Fox,  siempre por los medios de comunicación, que activara al Senado para que le destituyeran. Al final después de un mes y medio y pérdidas estimadas en 11 mil millones de pesos, el bloqueo terminó.

Fueron tiempos complicados y difíciles, y la Coparmex de la Ciudad de México fue quien encabezó el sector empresarial durante esta lamentable situación. Nuestro logro fue que le hicimos pagar a López Obrador y al PRD el costo político del atentado en contra de la ciudad que habían cometido. En efecto, él después perdió gran parte del apoyo que había tenido en las elecciones.

Durante ese difícil momento mi experiencia de haber estado junto a mi papá en su presidencia me sirvió mucho, yo le había ayudado a preparar comunicados de prensa y veía las repercusiones que tenían y también le había acompañado a las entrevistas de radio y de televisión. Entonces sí fue difícil, pero yo ya había estado prácticamente ahí cuando él fue presidente. Por supuesto ahora que era yo el presidente lo tenía a él de asesor. Y no estaba solo porque en la Coparmex hay una Comisión Ejecutiva, un Consejo Directivo, comisiones de Trabajo y también allí hubo mucho apoyo.

Aunque sí hubo un enfrentamiento con el jefe de Gobierno porque él estaba en su papel y nosotros en el nuestro, hicimos lo que nos correspondía.

El presente

Humberto Trejo González

En el aspecto macroeconómico, no podríamos estar mejor, faltaría que todo eso se desarrollara en el ámbito de la microeconomía. En México es todo muy abundante, pero está mal repartido, ese es uno de los grandísimos problemas en nuestro país: todo se queda en unas cuantas manos. Aunque no soy de la opinión que se reparta todo sin miramientos, la única forma de ganar dinero es trabajando y entregándose durante años, tampoco creo conveniente que se queden con todo unos cuantos.

En México tenemos actualmente gran estabilidad y gente capaz que sabe hacer las cosas, lo único que necesitamos es que se fortalezca el mercado interno, porque prácticamente no hay mercado interno y los europeos y los americanos se llevan los clientes. Pepe Meade, Secretario de Hacienda, ha dicho que la única forma de fortalecer el mercado interno es dando facilidades a la empresa, pero eso es muy difícil porque eso depende de los gobiernos locales y allí es donde hay corrupción.

Coincido con la opinión del presidente Calderón sobre la seguridad ciudadana cuando dice que para garantizarla hay que centralizar la policía, es decir, quitar la policía municipal, porque es la más corrupta. Si el control municipal se depusiera, de igual forma, ante el estatal, esa medida también beneficiaría a los negocios. Es una gran idea pero sé que es muy complicado de llevarse a cabo.

Luz María Veytia Vaca

México verdaderamente está hoy en día en una situación económica privilegiada, porque el gobierno ha hecho buen manejo de los fondos en los últimos dos sexenios panistas que hemos tenido. Se han aumentado las reservas y la deuda exterior es baja. Por ello, nuestro país está mejor que muchos europeos.

En cuanto al narcotráfico y la violencia, estoy de acuerdo con la iniciativa del presidente Calderón de combatir esos males férreamente, porque pasarlo por alto haría caer a México en las manos de los criminales.

Gerardo Trejo Veytia

Hay un fenómeno interesante en la clase política actual: la mayor parte de los puestos importantes en la administración y en el gobierno, muchos de los colaboradores del Presidente Calderón, muchos Secretarios de Estado, pertenecen a mi generación y tienen mi edad, entre 42 y 43 años. Son, digamos, los nacidos en el 68 la generación que vivió bajo un régimen de partido político único, cuando en México no había división de poderes, no había libertad de prensa y no había democracia.

Yo creo que México ha tenido pocos períodos de democracia efectiva; uno fue con Francisco I Madero y ahorita llevamos más de 10 años de un período de democracia donde poco a poco empieza a haber separación de poderes y libertad de expresión y el voto empieza a contar. Entonces es significativo que muchos de mis amigos de esa generación son los que están ahorita en los puestos públicos y gobernando.

Como que toda esa participación en el ámbito de la Coparmex, cuando yo empecé a colaborar y  todavía estos amigos estaban en puestos menores ha favorecido una trayectoria que les ha llevado primero a las subsecretarías y después, recientemente varios han llegado a secretarios de Estado. Entre los más destacados cito a el secretario de Gobernación, Alejandro Poiré, amigo mío que estudió Ciencias Políticas en el ITAM y luego se fue a estudiar un doctorado en Harvard; Salomón Chertorivski, secretario de Salud, y José Antonio Meade, secretario de Hacienda; también ambos buenos amigos nuestros.

Soy optimista sobre el futuro de México. Hoy el país es mucho mejor de lo que era hace 20 o 30 años y, aunque tiene problemas importantes como la inseguridad, económicamente, en comparación del resto del mundo, es un país fuerte. Gracias a la actuación de los gobiernos del PAN en cuanto a la economía las finanzas públicas están sanas. Esto aunado a la democracia que se ha gestado y consolidado en nuestro país me da muchas esperanzas.

En relación con la inseguridad que impera en nuestro país, lo importante es que las instancias policiacas se nutran con elementos honestos y efectivos que realmente estén a favor de la gente y en contra de los detractores de la libertad y promotores del crimen. Es necesario rehacer la policía local, porque la seguridad empieza a nivel local y de ahí se extiende al federal. Hay quien ha propuesto que desaparezca la policía municipal y dejar solamente 31 instancias policiacas estatales, considerando que la policía municipal no tiene la fortaleza técnica e institucional para enfrentarse al crimen organizado; a mi parecer sería un movimiento atinado para tomar esta iniciativa. Estamos en un paso intermedio: era necesario que el ejército generara orden donde no lo había y metiera a la cárcel a los policías corruptos, hay que erigir nuevas instituciones y mejoradas. No me cabe duda de que otra gente llegando al poder habría volteado la mirada hacia otro lado, sin hacer nada al respecto, sin tener la determinación política para hacerse cargo de estos problemas que está teniendo hoy el presidente Calderón.

Cuando él llegó al poder encontró que buena parte de las fuerzas policiacas estaban del lado de los delincuentes y resolvió echar mano del ejército. Ahora estamos en la tarea de depurar y reconstruir las instituciones locales que nunca debieron de haberse corrompido; esa corrupción es la herencia que nos dejó un régimen de 70 años de un partido único. Por tanto, creo con firmeza que la democracia siempre será mejor fuente de progreso que el autoritarismo.

Cárdenas, jefe de Gobierno del Distrito Federal (1998)

AIES Felipe Calderón, extrema derecha Jefe de Campaña del Jefe Diego 1994

López Obrador, candidato a jefe de Gobierno del DF (2000)

Con José Antonio Meade (2012)

Con el aspirante a la Presidencia, Ernesto Cordero (2012)

Finalmente en el 2012 los candidatos presidenciales son: Josefina Vazquez Mota PAN, Enrique Pena Nieto PRI, Andres Manuel Lopez Obrador PRD, Gabriel Quadri PANAL…

No sabemos quien ganará, sin embargo, mas allá de candidatos, partidos, yerros y aciertos…

“Mientras exista el mundo, no cesara la fama y la gloria de México Tenochtitlan”.

FIN,

Continuara ………………………………..

Del Apantle al Mal país

© 2012 UNAVIDA Publishing LLC.

Asistente Editor: Pavel Brito Brito

Ediciones UNAVIDA

1212 Hill st. Santa Monica CA, USA

 

Biografia General Ervey González Díaz Hacer Click: Ervey Gonzalez Diaz
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Un Comentario

  1. Guillermo

    Hola, en titulo libro mencionas a mis abuelos, en una de las familias del pedregal me dio mucho gusto.

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